¿Están contra las cuerdas las metas climáticas en las empresas?
La reelección de Donald Trump ha fortalecido la narrativa crítica hacia las compañías con criterios ASG. En Europa, el modelo empresarial sostenible resiste, por el momento


El primero en acuñar el término capitalismo de stakeholders fue Klaus Schwab, el fundador del Foro Económico Mundial, hace ya medio siglo, y lo hizo para describir un nuevo modelo empresarial que no solo tomaba en cuenta el interés de los propietarios, sino de todas las partes involucradas en la actividad de una empresa, incluidos los clientes, empleados, proveedores y la sociedad en su conjunto. Pero no fue hasta los últimos años cuando esta filosofía empezó a ganar verdadera tracción, impulsado sobre todo por la urgencia de la lucha contra el cambio climático, hasta el punto de que el Manifiesto de Davos 2020 lo adoptó como referencia.
“El modelo es sinónimo de buena gestión dado que anima a las compañías a responder a la creciente preocupación de los mercados, de la opinión pública o de los reguladores por la transformación sostenible. No solo es bueno para los dueños y la sociedad en su conjunto, sino también para el capitalismo”, afirma Ramón Pueyo, socio responsable de sostenibilidad y buen gobierno de KPMG España. Sin embargo, el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha dado alas a las voces críticas que sostienen que, al promover la implementación de criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ASG), el modelo atenta contra el interés de los accionistas.
Esta visión, plasmada en libros recientes como Una tiranía para el bien de sus víctimas: la fea verdad sobre el capitalismo de ‘stakeholders’, escrito por Andrew F. Puzder, o la misiva que el Comité Judicial de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, bajo control republicano, envió a más de 60 gestoras de fondos de inversión, acusándolas de formar parte de un “cártel woke de ASG”, se ha erigido como un supuesto dique de contención ideológica. Pero el choque no se ha quedado en el plano dialéctico.
Bank of America, JP Morgan, Goldman Sachs o Morgan Stanley abandonaron la alianza cero emisiones netas en diciembre de 2024 y enero de 2025
“El paso a la acción es real. Trump no se contentará con desregular el sector energético y desmantelar las normas ambientales vigentes, sino que está atacando a los fondos y a las entidades financieras de su país con el fin de que desistan de sus compromisos con la sostenibilidad”, afirma Àngel Castiñeira, director de la Cátedra de Liderazgos y Sostenibilidad de Esade. Se trata, por tanto, de un movimiento de contrarreforma política, que busca una vuelta al capitalismo centrado solo en el accionista, abanderado en su momento por el economista Milton Friedman y en el que prima la rentabilidad.
La presión ha tenido efectos inmediatos: entre diciembre de 2024 y enero de 2025 algunos de los principales bancos estadounidenses –Bank of America, Morgan Stanley, JP Morgan Chase o Goldman Sachs– abandonaron la alianza bancaria cero emisiones netas (NZBA). Además, la Reserva Federal se salió de la red de bancos centrales y supervisores para la ecologización del sistema financiero (NGFS), y grandes nombres como Vanguard, State Street o BlackRock renunciaron a la iniciativa de gestoras de activos por emisiones netas cero (NZAM).
Aunque el frenazo no se circunscribe a Estados Unidos: Trump también ha instruido a las embajadas estadounidenses a través de un decreto que exijan a sus proveedores locales certificar que no aplican políticas de diversidad e igualdad en sus organizaciones. Entonces, ¿significa todo esto que el capitalismo de stakeholders está contra las cuerdas? En absoluto, opina Jaime Silos, director de desarrollo corporativo de Forética, una organización referente en sostenibilidad y responsabilidad social empresarial en España, formada por 200 empresas.
También la Reserva Federal se salió de la red para la ecologización del sistema financiero
“Lo que está pasando en Estados Unidos es sobre todo un cambio de narrativa porque el tema se ha polarizado y se ha convertido en un riesgo de litigación, pero no vemos que las compañías norteamericanas vayan a dejar por esto de tener en cuenta los aspectos de sostenibilidad”, sostiene. BlackRock es un ejemplo: fue demandada por los fiscales generales de más de una decena de estados republicanos en noviembre por imponer como accionista mayoritario su agenda ambiental en detrimento de los intereses financieros (rentabilidad) de sus clientes.
Desde la gestora de activos indican a CincoDías que, efectivamente, su renuncia a NZAM “se tomó tras nuestra revisión rutinaria de las consideraciones comerciales, legales y de reputación en torno a nuestra participación en organizaciones relacionadas con el clima”. No obstante, aclaran que esta salida no cambia la forma en que maneja sus carteras. “Nuestros gestores continúan evaluando los riesgos materiales relacionados con el clima, junto con otros riesgos de inversión, en la prestación de servicios a los clientes”, subrayan.

Europa y España
Ante este movimiento tectónico, ¿cuál es la situación en Europa? ¿Ha calado este relato crítico en este lado del Atlántico? Aunque ha habido ejemplos como el de la energética británica BP, que ha abandonado su objetivo de reducir su producción de combustibles fósiles para 2030, por lo general, el compromiso de las compañías europeas del Viejo Continente sigue siendo sólido, subraya Sherry Madera, CEO de Carbon Disclosure Project (CDP), una organización sin fines de lucro que gestiona un sistema independiente de divulgación ambiental para empresas y países.
“Nuestros datos muestran que la acción climática es ahora un imperativo empresarial, con la gran mayoría de los mercados bursátiles de Europa (80%) y el S&P 500 (86%) notificando voluntariamente información a través de nosotros”, destaca. “Las empresas entienden cada vez más que los riesgos ambientales son riesgos empresariales, y la inacción tiene un coste: el PIB global podría reducirse hasta en un 18% para 2050 debido a los impactos del clima y la naturaleza”, añade.
En Europa, la británica BP desiste de su objetivo de reducir su producción de combustibles fósiles en 2030
En España, se observa que, a pesar de los cambios en el contexto político, “un número creciente de directivos y CEO respaldan la integración de los criterios ASG en sus estrategias empresariales”, apunta Cristina Sánchez, directora ejecutiva del Pacto Mundial de la ONU España. De hecho, según el informe Comunicando el progreso 2024 del Pacto Mundial, el 97% de las empresas del Ibex 35 vinculan la remuneración de sus ejecutivos a la sostenibilidad, lo que supone 11 puntos porcentuales más respecto al ejercicio anterior, y el 92% de las compañías participantes ha declarado un compromiso formal con el medioambiente.
El PIB global podría reducirse en un 18% para 2050 debido a los impactos del cambio climático, según CDP
Así lo confirman algunas empresas consultadas, como Telefónica, que, según su directora global de sostenibilidad, Elena Valderrábano, “mantiene su compromiso global con la sostenibilidad con objetivos ASG como parte de su estrategia, retribución variable y financiación. Un ejemplo es alcanzar las cero emisiones netas en 2040. Estos criterios nos ayudan a aumentar la eficiencia y el valor de la compañía a largo plazo”.
Es el caso también de BBVA: “Vamos a seguir considerando la sostenibilidad como una oportunidad de negocio y motor de crecimiento diferencial. Tras haber cumplido nuestro objetivo de negocio sostenible (300.000 millones de euros) con un año de antelación, trabajamos en otro global aún más ambicioso”, declaran desde la entidad financiera.
¿Hacia dónde vamos?
Aunque el capitalismo de stakeholders resiste por el momento en Europa, una posible llegada al poder de líderes afines a Trump en países como Alemania o Francia podría poner a prueba el compromiso de las empresas europeas con la sostenibilidad, la inclusión y la diversidad. “Podría haber intentos de modificar la legislación climática”, opina Lara Lázaro, investigadora principal del Real Instituto Elcano y profesora de Teoría Económica en el Centro de Enseñanza Superior Cardenal Cisneros. No obstante, considera que, aunque los cambios políticos podrían poner trabas, “el rumbo general de la transición parece consolidado”.
Alejandro Labanda, director de transición ecológica de beBartlet, coincide: “En Europa tenemos unas regulaciones que amortiguan el efecto del péndulo político”. Si bien los partidos con posturas críticas hacia estas regulaciones podrían alterar los equilibrios de poder en la Comisión y el Parlamento europeos, el marco vigente seguiría siendo “resistente a cambios drásticos inmediatos”, asegura. Lázaro cita otro factor clave: según una encuesta publicada por el Real Instituto Elcano en 2024, el cambio climático es percibido como la segunda mayor amenaza por los españoles, después de los conflictos internacionales. A diferencia de Estados Unidos, donde la preocupación ambiental está más polarizada, en España esta inquietud es transversal y seguirá influyendo en la agenda empresarial.
Sin embargo, la investigadora advierte de que la estrategia de transición justa será clave para mantener este apoyo. A pesar de que en Europa y España aún queda mucho que hacer para cumplir con todos los criterios ASG, el capitalismo de los accionistas sigue siendo el “único modelo viable y sostenible en la era de la hiperconexión”, mantiene Jaime Silos, de Forética. “La alternativa es volver a una especie de Edad Media, y nadie quiere eso, ni siquiera los negacionistas”, concluye.
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