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El acceso al crédito, el principal escollo para que las empresas reduzcan CO2

El 70% de las compañías europeas destina menos del 25% del gasto de capital a proyectos verdes. La falta de financiación hace que solo una de cada cinco firmas avance en las metas climáticas

Barreras empresariales transición energética Gráfico
Belén Trincado Aznar
Denisse Cepeda Minaya

El acceso a la financiación. Esta es la principal barrera que impide que las empresas europeas avancen en la descarbonización. De hecho, el 70% destina menos del 25% de sus gastos de capital (capex) a proyectos alineados con la transición energética o la taxonomía de inversión sostenible. Y apenas una de cada cinco realiza los cambios necesarios para transformar su modelo de negocio hacia uno más verde.

Así lo desvela el informe reciente Get the money moving, de la organización sin ánimos de lucro Carbon Disclosure Project (CDP) y la consultora Oliver Wyman, en el que participaron 1.600 compañías de Europa, 74 de ellas españolas. Estas representan en conjunto el 89% de la capitalización bursátil de la región.

Pepa Chiarri, directora ejecutiva de clima y sostenibilidad de Oliver Wyman, señala que una combinación de factores explican estas trabas. “Un horizonte de tiempo más largo de lo habitual, 20-30 años, para obtener retornos, con una mayor incertidumbre sobre la rentabilidad a largo plazo. Un entorno regulatorio cambiante que causa imprevisibilidad y complica la planificación. Falta de modelos de riesgo específicos para evaluar los asociados a este tipo de proyectos. La burocracia en los procesos de solicitud o la potencial limitación de acceso al capital en aquellas con alto apalancamiento”. Una situación, subraya, que suele ser más acuciante en los sectores intensivos en energía.

El déficit de inversión en las empresas del sector eléctrico puede alcanzar los 285.000 millones en 2030

El estudio advierte precisamente de que el déficit de inversión en las compañías eléctricas europeas puede alcanzar los 285.000 millones de euros en 2030 de continuar esta problemática, dado que el gasto requerido en el sector se calcula en al menos 1,9 billones para reemplazar unos 230 gigavatios de generación con combustibles fósiles (petróleo y carbón), así como mejorar y ampliar las redes eléctricas para la integración de las renovables. Y que es clave para la electrificación y descarbonización del transporte y la industria pesada.

El documento avisa de que las empresas siguen sin reducir sus emisiones de carbono al ritmo exigido y que si no se invierte al compás requerido, se estima que el 20% perderá clientes. “Por ejemplo, la industria siderúrgica es responsable del 5% de las emisiones de carbono en la Unión Europea y es clave para que el club comunitario alcance sus objetivos. Pero con los niveles actuales de inversión, el suministro de acero verde se situará un 30% por debajo de la demanda en 2035″, remarca el estudio. El material tiene potencial de descarbonizar simultáneamente la industria de automoción, construcción, naval, aeroespacial, energía y electrodomésticos, expone.

Incluso se da un dilema: mientras muchas compañías necesitan el apoyo de las entidades financieras para llevar los proyectos a escala comercial, al mercado, el sector exige pruebas de que las iniciativas sean realmente sostenibles, lo que ralentiza los procesos de aprobación crediticia. Es que la práctica del ecopostureo ha hecho que Europa endurezca la normativa, obligando a la banca a alinear sus carteras de inversión con las metas climáticas. Según el Carbon Disclosure Project, el 67% de las entidades financieras está tomando medidas para cumplir con el objetivo de que la temperatura media global del planeta no supere los 1,5 grados.

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M.photostock (Getty Images)

También en renovables

Otro informe de la red internacional de energías renovables REN21, publicado a principios de este mes, refleja también que la financiación y el elevado coste de los proyectos, sobre todo en países en desarrollo, sigue siendo un obstáculo importante para el despliegue de la eólica y la solar. “Las tecnologías limpias aún no cubren la creciente demanda energética en su totalidad, lo que ha provocado un aumento del 1,1% de las emisiones de dióxido de carbono asociadas a la energía en 2023″, recoge el documento. El año pasado se produjo un récord de capacidad renovable instalada, 473 gigavatios, pero todavía se está lejos de los 1.000 anuales requeridos para cumplir con los compromisos climáticos, alerta.

La brecha de inversión persiste. Si bien se incrementó un 8,1% en 2023, hasta los 623.000 millones de dólares (unos 586.300 millones de euros), BloombergNEF y la Agencia Internacional de Energía Renovable (Irena) calculan que son indispensables entre 1.300 y 1.350 millones de dólares (unos 1.200-1.270 millones de euros) al año para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París.

Políticas públicas favorables

Las políticas públicas de los Gobiernos tampoco ayudan. Pese a que hay ya en el mercado tecnologías y productos bajos en carbono, su consumo es residual, recalca el análisis de CDP y Oliver Wyman. Y ponen a la industria de la automoción como ejemplo. “En los próximos cinco años, el 59% total de la investigación y el desarrollo (I+D) de las empresas se invertirá en vehículos eléctricos, que representan actualmente solo el 13% de las ventas”. En un momento en el que a las compañías se les reclama la adquisición y producción de bienes y productos menos contaminantes y reducir las emisiones en la cadena de valor –los proveedores y los consumidores están también en el punto de mira–. Información que se tendrá que recoger desde este año en el reporte de datos no financieros, según dicta la nueva directiva sobre informes de sostenibilidad corporativa.

“La acción colectiva entre empresas e instituciones financieras puede ayudar a superar algunos de estos retos, reduciendo y compartiendo riesgos. Pero también necesitamos una política gubernamental fuerte que ofrezca incentivos claros para los productos y servicios más ecológicos, y un marco más estable que fomente el tipo de decisiones de inversión a largo plazo que son necesarias para alcanzar una economía neutra en carbono”, considera Chiarri, de Oliver Wyman.

Pese a todo, hay buenas noticias. El informe incide en que el compromiso de las empresas europeas con la acción climática se está profundizando. De esta manera, entre las compañías que divulgan información al CDP, el 87% informa que adopta objetivos de reducción de emisiones de CO2, frente al 84% de 2023. Mientras que el 55% dice que cuenta con planes de transición climática que establecen cómo cumplirán sus objetivos, frente al 41% del año pasado.

Un 40% adicional asegura que tendrá planes de transición dentro de dos años, lo que supone que apenas del 5% no cuenta con uno. “Esto refleja el liderazgo de las empresas europeas a la hora de comprometerse con la meta de cero emisiones neta en 2050 en comparación con la mayoría de las compañías globales”, apunta.

También destaca los esfuerzos de los reguladores de la Unión Europea y el Reino Unido, que están presionando a las empresas para computar la divulgación de impacto de información ambiental, social y de gobierno corporativo, sus planes frente al cambio climático y las medidas para descarbonizar el negocio.

Sin embargo, apenas el 50% de las firmas analizadas en este estudio incluye en su informe las emisiones producidas por proveedores y usuarios finales, las de alcance 3, y que se consideran las más difíciles de cuantificar y controlar.

Balance español

En España, en cambio, el gasto de capital en proyectos sostenibles está por encima de la media europea y figura a la cabeza de los países comunitarios, junto con Portugal. Así, alrededor del 27% de las empresas españolas analizadas –74, el 93% de ellas del Ibex 35– destina más del 50% de su capex a este capítulo, respecto a la media del 12% europeo, señala Chiarri. Mientras que el 28% dedica entre el 25% y el 50%, 10 puntos porcentuales por encima de la media europea.

Además, la experta añade que las compañías españolas se encuentran entre las que más ingresos reciben por productos bajos en carbono, con un 23% percibiendo más de un 50%, frente al 13% de la media europea. “Es el tercer país en esta métrica, superado solo por Austria y Bélgica”, puntualiza.

Riesgos geopolíticos tecnológicos y de mercado

Un análisis de Moody’s, dado a conocer este mismo mes, alerta de que los obstáculos tecnológicos, de mercado y geopolíticos pueden ralentizar el progreso para alcanzar las metas de descarbonización. “Los elevados tipos de interés, costes y retrasos amenazan la viabilidad de los proyectos, mientras que los reveses políticos y las barreras comerciales pueden frenar el impulso de la inversión”, sostienen.

Además, advierte sobre los riesgos crediticios para las compañías con mayor exposición. “El ritmo de la innovación y la capacidad de inversión de las empresas determinarán su exposición a la transición. Los pioneros podrían obtener una ventaja competitiva si son capaces de vender productos y servicios con bajas emisiones de carbono a un precio superior, respaldando así su solidez crediticia. Pero la inversión en tecnologías no probadas en el mercado también viene con altos riesgos de ejecución”.

Swami Venkataraman, directora general adjunta de Moody’s Ratings, comenta que las empresas europeas han avanzado en el establecimiento de objetivos y, en general, están por delante de sus pares globales en la fijación de metas y en el progreso, impulsado en gran medida por un entorno regulatorio y político más exigente y que apoya la transición más que en otras partes del mundo. El sistema de comercio de emisiones de carbono es una de las medidas que pone como ejemplo.

No obstante, Venkataraman avisa de que las compañías europeas enfrentan desafíos de implementación, comunes a todas las empresas a escala mundial: "La descarbonización requiere mucho capital, estabilidad en el entorno regulatorio y un enfoque a largo plazo. Los riesgos de ejecución son altos. Los problemas de permisos son perennes, pero la escasez de mano de obra y la cadena de suministro pueden ralentizar el progreso. La transición es una acción que abarca toda la economía y requiere el avance de múltiples industrias, todas ellas dependientes de otras en sus cadenas de suministro o de los clientes (un ejemplo es la dificultad de que los activos de energía renovable se conecten a las redes o la dependencia del hidrógeno verde a la disponibilidad de las renovables, aún con alto coste energético)". Y añade que, en el corto plazo, las inversiones necesarias pueden afectar negativamente a la competitividad.

Además, recuerda las desventajas financieras frente a Estados Unidos y China. "Varios fondos de la UE brindan cierto apoyo, pero las estructuras de financiación europeas son complejas, lo que puede poner a las empresas en desventaja competitiva con respecto a sus pares de otras partes del mundo. Por ejemplo, en EE UU y China existe un importante apoyo político directo a la producción y el despliegue de tecnologías limpias. La Ley de Reducción de la Inflación estadounidense proporciona importantes créditos fiscales, subsidios, préstamos y subvenciones para este fin. Esto ha creado de facto una competencia entre Estados Unidos y la UE por el capital dispuesto a invertir en activos de transición. De hecho, muchas empresas europeas con operaciones globales están invirtiendo en Estados Unidos para aprovechar estos incentivos financieros". Y tecnológicas, en la captura de carbono, el almacenamiento de energía o el hidrógeno verde, al contar con una infraestructura menos desarrollada.

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Sobre la firma

Denisse Cepeda Minaya
Periodista especializada en energía, medio ambiente, cambio climático y salud. Máster en Economía verde y circular por el Inesem y Máster en Periodismo por la UAM/El País. Con más de 20 años de experiencia en periodismo económico. Anteriormente trabajó en República Dominicana como reportera de economía en los periódicos El Caribe y Listín Diario.
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