Claves para construir una cartera a 10 años vista
La renta fija resucita y retoma protagonismo tras aumentar su rentabilidad por la subida de tipos. Tecnología, salud y medio ambiente lideran las tendencias de inversión en Bolsa para la próxima década
Existe una regla básica que los inversores, si pudieran, tallarían sobre piedra, y se resume con una sola palabra: diversificación. Los gestores repiten hasta el cansancio su recomendación de apostar por una cartera global, pero sobre todo que incluya activos diferentes. Esta máxima ha guiado siempre a los ahorradores, aún más durante el baile frenético de los mercados en estos últimos tres años.
Con una pandemia que paralizó el mundo, una guerra inesperada en Europa, una inflación de doble dígito y una política monetaria restrictiva que puso fin a una década de tipos negativos, la volatilidad se convirtió en un quebradero de cabeza para los inversores. Pese a un escenario geopolítico inestable, los analistas esperan un retorno a una nueva normalidad, marcada por el fin del ciclo de subida de las tasas. Este nuevo escenario no influye solo en las inversiones a corto plazo, sino también en la construcción de las carteras para la próxima década.
Para los expertos, construir un portfolio a 10 años vista garantiza cierta separación del ciclo económico actual. Alejandro Vidal, responsable de inversión de Deutsche Bank España, apunta que invertir a largo plazo no significa comprar activos y dejarlos inmóviles durante 10 años. “Se trata de saber qué parte de la cartera es altamente improbable que tenga que ser liquidada a 10 años y, por tanto, podamos ajustar el riesgo total a ese periodo y no en función de los vaivenes a corto de las valoraciones”, afirma. Esta perspectiva garantiza mayor estabilidad y una mejor selección de activos entre tendencias con cierto potencial de crecimiento en el futuro, pero que a corto plazo son altamente volátiles.
Rentabilidades a 10 años
Los rendimientos de los activos dependerán en buena medida del nivel de los tipos de interés en los próximos años. Los analistas coinciden en que el ciclo de subidas se está cerrando, pero consideran que unas tasas más altas que en el pasado han vuelto para quedarse y que, dependiendo de la evolución macroeconómica, la primera bajada de tipos no se verá en EE UU hasta 2024, mientras en Europa todavía no contemplan esta posibilidad.
Ante unos tipos más elevados que empujan al alza la rentabilidad prevista, la renta fija seguirá recuperando su protagonismo, con rendimientos que no se veían desde hace décadas. Almudena Benedit, responsable de gestión de carteras para Iberia de Julius Baer, explica que desde la firma suiza calculan que los bonos corporativos con grado de inversión premiarían al ahorrador con un 5%, mientras la deuda pública a cinco años garantizaría rendimientos del 3,8%. En cambio, la renta variable de EE UU, de la EAFE (índice de mercados desarrollados excluidos EE UU y Canadá) y global, tendría un retorno el 7,8%, superada por la Bolsa de Asia, excluido Japón, con un rendimiento del 8%. La rentabilidad esperada del mercado monetario sería del 4%.
Un reciente informe de Pictet WM también señala un regreso del protagonismo de la renta fija. De hecho, estima que el rendimiento nominal anual a 10 años de la Bolsa estadounidense será del 6,2%, mientras que la de los bonos corporativos de EE UU con grado de inversión alcanzará el 5,4%. En la zona euro, el rendimiento de la Bolsa previsto a una década es del 7,2%; el mismo retorno tendrían los bonos corporativos europeos de alto riesgo. La rentabilidad de la deuda empresarial europea con grado de inversión sería del 4,6% anual. Los bonos soberanos a largo plazo de los mercados desarrollados (salvo Japón) también continuarán siendo atractivos: los bonos del Tesoro de EE UU a 10 años ofrecerán un rendimiento del 3,7% en dólares, contra el 2,3% en euros de los bunds alemanes.
Construir una cartera a largo plazo
Con la resurrección de la renta fija revivió también la cartera tradicional 60/40, aunque los analistas consultados rechazan una visión dogmática de la misma: la renta fija debería tener más protagonismo que en el pasado, pero su peso dependerá del riesgo que se quiera asumir. Desde Julius Baer, consideran que este tipo de cartera resulta incluso más atractiva que antes de la pandemia. Sin embargo, la renta variable está superando al oro y a la renta fija, por lo tanto aconsejan estar atentos a la evolución de los mercados.
Desde Deutsche Bank, Vidal afirma que si tuviese que empezar de cero con una cartera, el peso de la misma estaría en la renta fija, una oportunidad que conviene no dejar pasar. “La expectativa de inflación a largo plazo puede ser macheada con instrumentos de deuda de riesgo relativamente bajo y a plazos muy aceptables”, indica.
Pedro del Pozo, director de inversiones financieras de Mutualidad de la Abogacía, define su modelo de cartera a largo plazo: “Debería mezclar bonos, activos ilíquidos, como capital riesgo e infraestructuras, y renta variable de calidad, en el caso de una cartera de rentas, con preferencia hacia las acciones con dividendo”. El experto señala que estos activos deberían tener la sostenibilidad como referencia, para garantizar solvencia y seguridad.
En cambio, Pedro Pablo García, director de asignación de activos de Mutuactivos, afirma que la renta variable debe ser predominante, por sus retornos superiores y por encima de la inflación, aunque la cartera debería incluir también renta fija, como bonos del Estado y crédito financiero, y activos alternativos, que deberían tener un peso entre el 5% y el 10% en la cartera. “En los últimos 10 años la rentabilidad anualizada del índice europeo Stoxx 600 ha sido del 8,5%, frente al 1,05% de una inversión en bonos de gobierno europeo o el 2,13% correspondiente al aumento anual de inflación española en ese periodo”, comenta.
Su preferencia por las acciones se basa en sectores de larga duración, como infraestructuras y compañías relacionadas con la transición energética, con una exposición limitada a sectores cíclicos. Miran con interés a sectores como el de utilities, el inmobiliario, el fotovoltaico y las tecnológicas. “Vemos valor en compañías como Colonial, Grenergy, Solaria, Carl Zeiss, ASML, Cellnex, Nestlé o Adidas”, detalla.
Entre los activos ilíquidos, Miguel Macho, director de inversiones de Indosuez Wealth Management, destaca los de capital riesgo, por sus significativos rendimientos a largo plazo que reducen la volatilidad de los activos financieros líquidos. Según el experto, deberían representar entre un 10% y un 15% de la cartera.
Macrotendencias
Sostenibilidad y medio ambiente, transición energética y energía limpia, tecnología y automatización, infraestructuras, estilo de vida, salud y cuidados. Los analistas consultados coinciden en que estas serán las tendencias que marcarán las estrategias de inversión en la próxima década. La inteligencia artificial (IA) es, por unanimidad, el tema favorito por su enorme potencial. Macho resalta que las tendencias de inversión de las próximas décadas están muy relacionadas con esta herramienta. “Muchos sectores se beneficiarán de la IA, como el de la salud o el del trasporte. También asumirá un rol importante en la lucha contra el cambio climático, optimizando los procesos de producción y reduciendo al mínimo el uso de los recursos”.
En este sentido, los sectores agrícola y de smartfood también serán fundamentales, en un escenario de continuo crecimiento de la población mundial (en 2050 se espera que se superarán los 9.000 millones de personas). La tecnología, en este caso, jugaría un papel importante en la modernización de un área que gasta enormes cantidades de recursos. “La cadena alimentaria mundial es responsable del 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero y la propia agricultura consume el 65% del agua dulce del planeta”, destaca Macho.
Los factores demográficos también influyen de manera importante en los mercados y en la inversión. En 2030, se estima que el 21% de la población estadounidense será mayor de 65 años, según un estudio de la oficina de censo de EE UU. Macho apunta que el envejecimiento de la población conlleva un mayor gasto en productos y servicios ligados a la salud, convirtiéndose en un impulso para el sector de la sanidad y de las industrias relacionadas, como las farmacéuticas o la rama de las biotecnologías.
El envejecimiento marcará también nuevas tendencias de inversión. Laurent Clavel, responsable de multiactivos de Axa IM, subraya que los sistemas de jubilación europeos requieren de una reforma sustancial por su dudable sostenibilidad a largo plazo. Por ello, una parte de la población preferirá preocuparse de su pensión por su cuenta, buscando inversiones rentables. “Esto significa que los activos de riesgo seguirán siendo una parte fundamental de los planes de jubilación”, concluye la experta.
Riegos a largo plazo
Inflación. Si bien el encarecimiento de los precios es un problema actual, los expertos consideran que la lucha en la que están inmersos los bancos centrales contra la inflación tendrá claros impactos a largo plazo, puesto que determinará la salud de las economías, su grado de actividad y su crecimiento, que hoy en día sigue envuelto en la incertidumbre. Desde Axa Investment Managers prevén que los bancos centrales cumplirán con su objetivo y que el aumento de precios fluctuará en torno al 2%, tanto en Estados Unidos como en Europa. En términos de PIB, se espera que en la próxima década la eurozona crecerá un 1,25% mientras EE UU lo hará un 1,75%.
Geopolítica. La consolidación del gigante asiático como superpotencia mundial y su posición en el sector tecnológico tendrá cierta influencia en los mercados. Sin embargo, la agenda geopolítica seguirá marcada por la tensión entre EE UU y China. El país norteamericano sigue reclamando respuestas al gigante asiático sobre las prácticas comerciales desleales que motivaron la imposición de aranceles a sus exportaciones. De hecho, la presidenta del BCE, Christine Lagarde, en la conferencia de los países de Europa Central, del Este y del Sureste, alertó de que las tensiones geopolíticas “debilitan el comercio mundial”.
Tecnología. La llegada disruptiva de la inteligencia artificial afectará a todos los sectores de la economía y ampliará las opciones de inversión. Sin embargo, los analistas advierten de que no está exenta de riesgos y plantea una serie de cuestiones éticas que deberán ser sometidas a controles más exigentes.
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