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La punta del iceberg
Tribuna
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Nociones básicas sobre el estancamiento secular de la eficiencia en España

Hay que analizar todos los elementos para entender por qué en las últimas dos décadas la economía nacional apenas ha conseguido acumulado valor

Un obrero de la construcción trabaja en una edificación en Valladolid.
Un obrero de la construcción trabaja en una edificación en Valladolid.Efe

El modelo de crecimiento de la economía española siempre ha generado mucha controversia. Que en las últimas dos décadas apenas hayamos sido capaces de acumular valor para sostener la renta per cápita muestra que nuestro desempeño en estos algo más de veinte años ha sido muy pobre. Las razones son complejas, pero el debate suele simplificarse en exceso, tratando quizás de exacerbar unos defectos que sin duda tenemos, pero sin lograr entrar en el detalle ni en las razones profundas de lo que sucede.

No se hagan ilusiones. Aquí no van a encontrar las respuestas a todas estas cuestiones. Si quieren concretar, les remito a economistas que saben mucho más que un servidor y tienen magníficos trabajos sobre la cuestión, como Leandro Prados de la Escosura, Antonia Díaz, Blanca Sánchez Alonso, Luis Puch, Josep Pijoan y muchos otros que han trabajado sobre esta cuestión. Lo que me toca a mí es, en este caso, sembrar esa semilla crítica sobre lo que creemos saber y lo que posiblemente no sabíamos. Todo ello en unas escasas líneas.

Que la renta per cápita en España apenas haya aumentado desde finales del siglo pasado, explicaría muchas cuestiones que hoy asumimos como grandes problemas. Una economía que no es capaz de mejorar su renta per cápita en el largo plazo es una economía cuyos salarios medios no crecen y cuyas empresas no mejoran su rentabilidad. Pero, además, en un contexto de aumento de desigualdad por tendencias como el cambio tecnológico o el comercio internacional, este escaso aumento es solo la media de tendencias dispares. Habrá quienes hayan ganado, pero habrá quienes hayan perdido. Los más vulnerables, si miramos por variables sociales, o los más jóvenes, si la edad es un catalizador de este aumento de la desigualdad, pueden llegar a vivir hoy peor que hace unos años.

Para comprender bien las causas del crecimiento del PIB per cápita se suele descomponer su evolución entre los factores que lo determinan. Así, para producir más hace falta o más mano de obra, o mayor cualificación de esta, o más capital o mejor tecnología. La ecuación es sencilla si no fuera porque, si bien casi todo es medible o podemos aproximarlo convincentemente, uno de ellos, la tecnología, difícilmente lo es. Además, este último factor es en realidad un cajón de sastre, pues al no ser posible medirla su cálculo se obtiene como un residuo. El crecimiento que no puedes medir con lo que se observa es todo lo demás que aquí llamaríamos cambio tecnológico.

Ocurre que, para que una empresa pueda producir más y mejor, dado lo demás constante, necesita de la conjunción de muchas más variables que el estrictamente llamado aquí cambio tecnológico. Por ejemplo, otros factores cuya relevancia es enorme pero igualmente de difícil medición, entrarían en ese “residuo”, como son las instituciones culturales, políticas o la regulación entre otras. La labor de muchos economistas ha sido siempre la de extraer y minimizar esa porción de ignorancia, tratando de medir estos potenciales factores.

Pues bien, a eso que no podemos medir lo llamamos productividad total de los factores, o PTF, y nos mide la mejora de la eficiencia de una economía. Todo aumento dado por la PTF sería un cambio intensivo, más eficiencia dados los demás factores constantes, mientras que un aumento debido a aquello que podemos medir como, por ejemplo, horas trabajadas, sería lo que llamamos un cambio extensivo.

Componentes del crecimiento económico Productividad Gráfico
Belén Trincado Aznar

Lo que nos dice el gráfico que acompaña al texto es que buena parte de lo que hemos crecido lo hemos hecho de forma extensiva en términos de empleo: más horas y más trabajadores. Cuando hemos perdido renta lo hemos hecho, del mismo modo, de forma extensiva. En cuanto a la aportación del capital físico, esta fue intensa antes de 2008, pero desde entonces este factor ha aportado mucho menos al crecimiento (no olvidemos que aquí hay también edificación). En cuanto a la PTF, su aportación ha sido mixta, con períodos de aportación positiva sobre todo entre 2015 y 2018, y períodos de mucha aportación negativa, los más, como entre 1996 y 2006, salvo el bienio 1999 y 2000 (la burbuja inmobiliaria hizo un gran daño a nuestra economía y aún lo sufrimos). Mención especial merece, por negativo, los años de la Gran Recesión, donde muy posiblemente el exceso de capacidad redujo ostensiblemente la eficiencia.

Puede destacarse, por lo tanto, que España crece durante buena parte de este período de forma extensiva, y esto hace que en las crisis pierda mucho de lo ganado años antes. Esto explicaría no que no sepamos crecer, sino que no lo sabemos retener. Las razones, como he adelantado, pueden ser muchas y están lejos de poder tratarse en esta columna. Recomiendo lecturas de los citados anteriormente para saber algo más.

El crecimiento intensivo, sin embargo, ha sido, como sabemos, decepcionante. Pero lejos de reflejar una tónica simple y general de la economía, de nuevo, cuando uno acerca el microscopio, pasa que las cosas enriquecen en detalles. Así, un simple ejercicio de descomposición del crecimiento de la PTF desde 1996 hasta 2019 nos dice que en buena parte esta evolución se debió al importante peso de sectores de bajo valor añadido y cuya eficiencia no ha mejorado, incluso empeorado, en estas décadas: hostelería, transporte, servicios administrativos y construcción. Sin embargo, otros sectores (llama la atención actividades inmobiliarias) más cercanos a los cambios tecnológicos recientes, sí han ofrecido claras mejoras en su eficiencia, que sin embargo, por peso seguramente y lo mismo por otras razones, no han logrado compensar el de otros sectores.

Sirva esta columna, simplemente, como exposición de motivos para pensar en esta cuestión y no como análisis profundo que, para este tema y para lo que le corresponde a una columna de opinión, no procede. Si queremos empezar a pensar las razones de un “estancamiento secular” de la eficiencia de nuestra economía, lo primero que tenemos que hacer es diseccionar y analizar las partes. Solo así entenderemos el todo.

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