La UE también quiere su parte en el pastel de los chips
Desde Bruselas se ha desplegado un ambicioso plan para revivir la industria comunitaria, sin embargo, los esfuerzos avanzan a cuentagotas. En España el panorama no es muy distinto
Hay una guerra que se mide sus avances en nanómetros y que confronta a las principales potencias mundiales. Es la guerra de los chips. Sin ellos, la vida cotidiana avanzaría a tropezones: dan vida a los móviles y los ordenadores portátiles, pero también se encuentran en vehículos, lavadoras y audífonos bluetooth. Y desde hace algunos años están empezando a utilizarse en sectores estratégicos de los que depende la economía mundial, como el desarrollo de armas, cohetes e inteligencia artificial. Las banderas que lideran esta batalla son las de Estados Unidos, China, Taiwán y Corea del Sur. Sin embargo, el enfrentamiento se centra en los dos primeros países. Washington se ha fijado el objetivo de mermar las capacidades de fabricación del gigante asiático, mientras que Pekín ha trazado un ambicioso plan para librarse poco a poco de la dependencia de Occidente. En paralelo, Europa rema como puede para ganar protagonismo en el tablero global del sector. Aunque el Viejo continente mantiene un potente músculo en lo relacionado con la fabricación de máquinas de impresión, todavía le queda camino que recorrer para alcanzar un grado decente de autonomía en el panorama global.
Debido a la escasez de chips en la Unión Europea, en 2021 no se pudieron fabricar 11,3 millones de coches, según cálculos de la Comisión Europea. Para contrarrestar la situación, en febrero de 2022 Bruselas firmó el Chips Act, una propuesta que pretende movilizar 43.000 millones de euros con el objetivo de alcanzar en 2030 el 20% de la cuota mundial en la fabricación de microprocesadores, desde el 9% que posee actualmente.
De momento, la UE puede presumir de tener al mayor fabricante de maquinaria para la fundición de chips: ASML, con sede en Veldhoven (Países Bajos). La firma holandesa ha tenido un año estelar en bolsa debido a la creciente demanda de semiconductores en el mundo y porque es prácticamente la única en poseer esta tecnología.
Sin embargo, el bloque comunitario carece de diseñadores o fabricantes propios. Intel (EE UU) anunció a inicios de verano que invertiría 30.000 millones de euros en la construcción de dos plantas de fabricación de chips en Magdeburgo, en el norte de Alemania, y TSMC (Taiwán) abrirá su primera fábrica europea de semiconductores en Dresde, al este del país, tras recibir la promesa de un subsidio de 5.000 millones por parte del Gobierno alemán.
El problema es que la reacción europea puede tardar muchos años en cristalizarse, según los expertos. Gonzalo León, profesor de la Escuela Politécnica de Madrid, ve la llegada de empresas extranjeras como un buen primer paso para que se genere un ecosistema que permita avanzar al continente poco a poco. No obstante, cree que se deben buscar nichos menos explotados y usar otros materiales distintos al silicio. “La UE tiene oportunidades de fabricar para otros mercados como el de radiofrecuencia, la fotónica o la automoción. No son cantidades enormes, pero son mercados muy importantes” añade. Además, señala que la diferencia de costes es muy importante, también lo es el hecho de que para meterse de lleno en la producción de chips lógicos avanzados, se necesita mano de obra especializada, que actualmente se concentra principalmente en Estados Unidos, China y Taiwán.
Para Antonio Varas, director de estrategia de Synopsys, este es uno de los principales problemas que deben resolver los socios comunitarios. “Para poder fabricar chips avanzados, lo primero que tienes que hacer es ser capaz de construir la planta. Si el 90% de producción está en Taiwán, ¿dónde está la experiencia de compañías de construir centrales avanzadas? Por otro lado, es una industria del conocimiento, si tienes acceso a ingenieros, tienes acceso a los chips y de momento ese liderazgo lo ocupa Estados Unidos”, concreta Varas.
Aunque para Niclas Poitiers, investigador en Bruegel, la posición de Europa no es tan negativa como se pinta “¿Acaso es malo no ser bueno en todos los aspectos? Este es un campo en el que no puedes intentar ganar a todos los países. Estados Unidos lidera en diseño, Taiwán en producción y Europa es puntera en la fabricación de equipos”, enlista este economista, quien cree que la UE debe centrarse en mejorar en los aspectos en los que ya destaca. Además, argumenta que a diferencia de China, que tiene cada paso de la cadena de producción dominado por sus “adversarios”, la UE únicamente cuenta con alianzas en este sentido.
“Tras haber atravesado un periodo de extraordinaria globalización, Europa necesita empezar a recuperar ámbitos de decisión que le permitan tener autonomía en distintos ámbitos y el tecnológico es uno de ellos”, esclarece Cándido Pérez, socio responsable de infraestructura, transporte, gobierno y sanidad de KPMG.
Pérez aclara que los fondos comunitarios Next Generation son un buen punto de partida, pero considera que deberían también haber contemplado la financiación de proyectos transnacionales en ámbitos de alta tecnología. De momento, explica este experto, cada país está intentando participar en esta industria de manera autónoma. “En este apartado, como en otros, a Europa le queda camino por recorrer, porque aún estamos más centrados en la competitividad interna que en la competitividad global. Por ese motivo no hemos definido un camino con suficiente precisión y robustez”, sentencia Pérez.
España mueve (lentamente) las fichas
España, por su parte, confía que la estrategia que llevó a Taiwán a liderar la industria hace dos décadas, se pueda de alguna manera replicar. En su momento, el gobierno de Taipéi desplegó ingentes cantidades de subsidios para levantar una industria que conocían muy poco. Funcionó. Actualmente, la parte más crucial de la cadena de valor se concentra en las fábricas de TSMC de la isla asiática, de donde sale el 56% de la cuota global de semiconductores.
El Gobierno de España puso sobre la mesa en abril de 2022 un paquete de 12.250 millones de euros con el mismo objetivo. Sin embargo, los intentos por despegar una industria nacional han avanzado lentamente. A pesar de que se han impulsado una serie de convocatorias para estimular la investigación y la formación de profesionales, el objetivo más ambicioso, el de establecer fábricas de producción o ensamblaje de microprocesadores en suelo nacional, está muy lejos de cumplirse.
La empresa estadounidense Broadcom anunció en julio de 2023 que realizaría una inversión de 1.000 millones de euros para abrir una fábrica de back-end en España. Sin embargo, no hay detalles de cuándo ni dónde van a empezar los trabajos. Alfonso Gabarrón, gerente de la Asociación Española de la Industria de Semiconductores (AESEMI), defiende que “hay una obligación establecida, pero las conversaciones son muy complejas porque abordan muchos otros factores, como el apoyo a nivel autonómico y porque son cantidades muy elevadas de inversión”.
El director de la patronal también destaca la llegada del Centro Universitario de Microelectrónica (IMEC, por sus siglas en inglés), de procedencia belga, que anunció hace un año que abriría un centro en Málaga y que está previsto que empiece a funcionar a finales de 2027. También resalta otros anuncios realizados por Intel o Cisco para abrir centros de diseño de microprocesadores en Barcelona. Aunque de momento, se han quedado en anuncios.
Para avanzar en este sentido, Gabarrón considera que el país debe priorizar cuál es la manera más eficiente de gestionar los cerca de 9.000 millones del PERTE Chip destinados a levantar factorías. “Debemos optar por las factorías de back-end -que solo ensamblan chips- porque son inversiones manejables, que pueden ir desde los 500 millones de euros hasta los 4.000 o 5.000 mientras que las front-end puede escalar a los 20.000″, matiza. Este último tipo de fábricas son, por ejemplo, las que TSMC pretende levantar en Arizona y que han sufrido retrasos por la ausencia de mano de obra cualificada.
Por el momento, únicamente se han llevado a cabo dos convocatorias menores del Perte, sumando un total de 95 millones de euros. De estos fondos, 50 millones se destinaron a 15 empresas para proyectos de investigación en fotónica integrada, mientras que los restantes 45 millones se asignaron a iniciativas de formación especializada.” Gabarrón considera que la raíz del problema está en que se necesitan personas dentro de la administración que se encarguen de impulsar el lanzamiento de convocatorias y dar seguimiento a los proyectos.
España, sin embargo, tiene algunos puntos a su favor, zanja Pérez, quien cree que la posición geográfica de la Península juega a favor del sector. “Somos un puente entre Europa, América, África y estamos muy bien posicionados en cuanto a rutas de transporte”. Pérez también subraya que el país no debería dejar de perseguir el objetivo de levantar fábricas front-end de vanguardia en algún momento. “No me gustaría que renunciásemos al premio mayor”, concluye.
Sigue toda la información de Cinco Días en Facebook, X y Linkedin, o en nuestra newsletter Agenda de Cinco Días