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A fondo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Chips por dinero: Europa en la carrera tecnológica

Alemania quiere menos China y más autonomía. Y una de las respuestas es un desenfrenado afán por construir fábricas de semiconductores

Trabajadores en una fábrica de tecnología en China.
Trabajadores en una fábrica de tecnología en China.

“Chips, chips y más chips necesitan Alemania y Europa”, ha reclamado el canciller en Dresde, la ciudad alemana del futuro en las últimas tecnologías y en los cerebros de los dispositivos electrónicos. Uno de cada tres circuitos integrados europeos procede de Dresde (Estado de Sajonia), en la llamada Silicon Saxony, el mayor clúster de chips europeo y uno de los cinco primeros del mundo. Olaf Scholz ha celebrado con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, la construcción de la nueva fábrica de chips en Alemania. El fabricante muniqués de microprocesadores Infineon invertirá 5.000 millones de euros en una gigantesca planta en Dresde durante los próximos tres años. Y lo hará con la ayuda del fondo de la directiva de chips de la UE.

Es uno de los proyectos más importantes de la industria de semiconductores europea y reforzará su soberanía tecnológica y la estabilidad de sus cadenas de suministro. Chips para Europa, sobre todo para su industria automovilística y de maquinaria. ¿Buy european? Alemania quiere menos China, menos dependencia y más autonomía. Y una de las respuestas es una carrera desenfrenada para construir fábricas, subvencionadas, de circuitos integrados, una tecnología clave de futuro. Chips por dinero.

El fabricante taiwanés TSMC, líder mundial en producción de chips, tiene prevista también otra megainversión en Alemania, de hasta 10.000 milllones, que realizará con sus socios Infineon, la holandesa NXP y la alemana Bosch para levantar otra fábrica de microchips en Sajonia, que abastecerá a la economía europea. Bosch ya dispone de una planta propia en Dresde y está invirtiendo también en EE UU. Por su parte, la estadounidense Wolfspeed construirá una fábrica de chips en el Sarre con el proveedor alemán del automóvil ZF. En Dresde se encuentran 400 empresas de alta tecnología, como Infineon, Bosch y la californiana GlobalFoundries (el cuarto mayor fabricante de circuitos integrados), con 70.000 empleados; pero también, prestigiosos institutos de investigación como Fraunhofer, Max-Planck y Helmholtz.

Detrás de la carrera de los microprocesadores hay intereses y subvenciones gigantescas. Y no hay unanimidad de opiniones sobre la oportunidad de gastarse tanto dinero público en ello. La UE apoya estos proyectos con 43.000 millones de euros a través de su fondo European Chips Act con el objetivo de duplicar en los próximos diez años la producción europea de semiconductores, que apenas alcanza hoy el 10% mundial, y de reducir su casi absoluta dependencia de EE UU y de Asia.

El dilema lo refleja ahora la americana Intel que tiene previsto construir una fábrica en Magdeburgo por 17.000 millones de euros. Primero negoció con Alemania una subvención de 6.800 millones de euros, pero Intel quiere más. Ahora pide 10.000 millones de euros, justificándolo con la subida de precios de la energía y de la construcción. Hace un año Intel declaró que quería producir chips de nueva generación en Magdeburgo a partir de 2027. Berlín está ahora dispuesta a incrementar su apoyo, si la empresa aumenta su propia inversión. Por su parte, Infineon cuenta en Dresde con una ayuda por mil millones de euros del Estado alemán. TSCM espera también apoyo público para su primera fábrica europea. Y Wolfspeed quiere financiar con subvenciones una gran parte de su inversión por 2.500 millones de euros en semiconductores con los que se incrementará el alcance de los coches eléctricos. Los investigadores económicos Clemens Fuest o Reint Gropp, presidente del Instituto Leibniz, opinan que se trata de ayudas desproporcionadas y que habría que invertir en investigación, desarrollo e innovaciones futuras en lugar de en fábricas de tecnologías ya implantadas.

La fabricación de chips pasó de Europa a Asia y, sobre todo, a Taiwán hace varios decenios. Mientras en los noventa, el 80% se producía en Europa y en EE UU, hoy el 80% se fabrica en Asia. Alemania y Europa pretenden ahora una mayor autonomía y se han apuntado a las ayudas estatales para sus nuevas fábricas. La industria germana advierte que –aunque las subvenciones de la ley IRA estadounidense sean la fórmula adecuada para aunar política climática e industrial e impulsar la economía verde– a las empresas alemanas les preocupan sus consecuencias, como las desventajas competitivas para la economía europea. La asociación de la industria alemana (BDI) advierte del riesgo de conflictos comerciales entre Europa y EE UU y de una carrera por las subvenciones estatales. Ni quieren aduanas ni tampoco buy european. Lo consideran contraproductivo. Y apuestan por una mayor competitividad hacia la sostenibilidad económica.

¿Es necesaria esta nueva carrera desenfrenada? Durante la pandemia se trastocaron las cadenas de suministo globales y la falta de chips tuvo consecuencias para la industria del automóvil y de la electrónica. Solo el fabricante Volvo necesita 1750 chips para un solo camión. Y la dependencia de chips de Asia es enorme. Pat Gelsinger, jefe de Intel, ha advertido que esa dependencia es excesiva. Pero las fábricas de chips son carísimas y muy complejas.

Europa y EE UU tratan de recuperar ahora el terreno perdido. Tampoco Taiwán, Japón y Corea del Sur quieren perder el negocio. Y China busca convertirse en la superpotencia del chip. Hasta ahora la fabricación tenía lugar en Asia porque los costes laborales eran bajos y porque países como Corea y Taiwán se habían especializado en las llamadas fabs microelectrónicas. Ahora se invierte en fabs en EE UU y en Europa con subvenciones y facilidades fiscales. Todos convencidos de que el mercado seguirá creciendo. La demanda procede de la apuesta por el cambio energético y de la electromovilidad. La asociación del sector industrial SEMI espera que entre 2022 y 2023 se invierta 500.000 millones de dólares en 84 nuevas fábricas de chips en todo el mundo. Siendo China el primer país con 20 fabs de chips de vieja generación.

EE UU insiste en evitar que China acceda a las últimas tecnologías para fabricar semiconductores. Teme que Pekín los utilice con criterios militares, para sus tanques, cazas y misiles. Por su parte, China está tratando también de independizarse de la importación de chips. Según los expertos alemanes, en China el desarrollo de semiconductores va con mucho retraso y le falta personal cualificado. El principal fabricante mundial de chips, TSMC, de Taiwán, domina todavía la producción de semiconductores de última generación para coches, móviles y ordenadores. El insituto de análisis Rhodium opina que un ataque a la isla supondría una pérdida de negocio de 1,6 billones de euros en la industria global del sector y un daño incalculabre para la economía global. El jefe de Infineon, Jochen Hanebeck, lo expresa así: “Desde el punto de vista económico sería el mayor accidente global posible.” En los próximos 5 a 10 años no habría ninguna posibilidad de sustituir determinados chips especiales por otros proveedores.

Lidia Conde es periodista y analista de economía alemana

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