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La desaceleración china y su modelo agotado hacen temblar la economía mundial

Los expertos descartan que la crisis inmobiliaria provoque un contagio en los mercados aunque alertan sobre el riesgo de una japonización de la economía china, que supondría un largo periodo de bajo desarrollo

Unos ciudadanos pasean por un puente decorado en ocasión de día nacional de China, en Hong Kong.
Unos ciudadanos pasean por un puente decorado en ocasión de día nacional de China, en Hong Kong.TYRONE SIU (REUTERS)

Los primeros ocho días de octubre son conocidos en China como la “semana dorada”. Cada año, el gigante asiático celebra su día nacional (el 1 de octubre) con ceremonias oficiales, desfiles y eventos que impulsan desplazamientos masivos y la llegada de turistas internacionales. Este año sirvió de termómetro para poner a prueba la recuperación del dragón rojo... y ha asustado a los mercados: en esta ocasión la economía no brilló. Si bien los datos oficiales señalan un repunte del consumo superior a 2019, este sigue siendo insuficiente para impulsar el nivel de crecimiento al que China está acostumbrada.

Las grietas en la economía del gigante asiático han suscitado el temor global entre los inversores. La crisis de Evergrande, la principal empresa inmobiliaria del país, así como los problemas de liquidez del banco en la sombra, que carece de la supervisión y de los controles propios de los bancos, han hecho tambalear la seguridad de los inversores, que se ilusionaron demasiado pronto por una florida recuperación de la economía china. Además, la estricta intervención del régimen de Xi Jinping y la ausencia de un banco central independiente siguen generando dudas sobre el verdadero estado de salud del gigante chino.

Por ello, los inversores siguen atentos a su economía. Según los datos publicados el pasado 13 de octubre, las exportaciones cayeron un 6,2% en tasa interanual en septiembre (frente al 8% esperado por los analistas) y las importaciones también disminuyeron un 6,2% el mismo mes. Pese a quedarse en terreno negativo, ambos indicadores señalan una moderación de las caídas respecto al verano. La inflación, en cambio, no se inmutó. En septiembre se quedó en el 0% en tasa interanual (frente al 0,2% esperado), mientras la subyacente aumentó un 0,8%. Si tuvieran que dar un nombre a este escenario, los analistas consultados coinciden en uno: desaceleración.

Este sumidero de problemas es síntoma de que el modelo de crecimiento de China, basado en las exportaciones y en la acumulación de capital, está agotado. Michael Pettis, miembro de la Fundación Carnegie y experto de China, explica que desde 1980 el gigante asiático implementó un modelo de desarrollo basado en la inversión, especialmente en vivienda e infraestructuras, y altos ahorros. Si bien fue exitoso hace tres décadas, los problemas empezaron a aflorar hace unos 10-15 años. “China aumentó tanto el nivel de inversión que la economía ya no podía absorberla productivamente. Desde entonces, como hemos visto en otros países, su crecimiento se impulsó mediante un incremento la deuda”, explica. Scope Ratings estima que la deuda pública china alcanzará el 147% del PIB en 2027.

En los últimos años los mandatarios intentaron alejarse de este modelo, hacia uno centrado en el consumo. Sin embargo, la pandemia supuso un frenazo en su intento. La exportaciones habían sido una fuente clave de crecimiento para la nación durante la crisis del coronavirus, pero el enfriamiento de la demanda mundial mermó la recuperación de China y las expectativas de los mercados. Sin embargo, para Luis Pinheiro, economista de CaixaBank Research, la cota de China a nivel global está llegando a su límite, especialmente por las tensiones geopolíticas con EE UU y la eurozona, y ya no pueden ser el principal motor de crecimiento. Del otro lado, la extraordinaria dependencia de China en inversiones en propiedades e infraestructuras supone, a día de hoy, el mayor reto.

Crisis inmobiliaria

El sector pesa en torno al 15% sobre el PIB chino, pero de forma indirecta aporta más de un 30%. Además, supone un 20% del empleo urbano y ha sido el instrumento de inversión más importante entre la población, ya que representa en torno al 70% de los activos totales de los hogares, según Mali Chivakul, economista de mercados emergentes en J. Safra Sarasin Sustainable AM. Pero la crisis de Evergrande, y de la más reciente Country Garden, reveló los límites de un sector que se ha convertido en un quebradero de cabeza.

La venta de edificios y los precios de la vivienda en China cayeron en picado desde 2021

Cuando Evergrande, que fue la principal empresa inmobiliaria del país, entró en default en 2021 empezó a revelar las primeras grietas del sector. El gobierno en aquel entonces endureció el acceso a la financiación bancaria a las promotoras con un alto nivel de deuda, bajo el lema del gobierno de Xi Jinping “la vivienda es para vivir en ella, no para especular”. El pasado agosto Evergrande se declaró en quiebra de forma oficial en EE UU, para evitar el embargo de sus activos.

A esta, se suma Country Garden, la principal promotora del país, que a finales de agosto anunció pérdidas de más de 6.000 millones de euros en el primer semestre de 2023. No se trata de casos aislados. Según Bloomberg, de las 38 promotoras inmobiliarias estatales que están registradas en Hong Kong y en China continental, 18 han anunciado pérdidas en la primera mitad del año.

La crisis inmobiliaria es importante para la estabilidad financiera del país, puesto que la deuda relacionada con el sector representa en torno al 25% de los activos bancarios y aproximadamente la mitad está relacionada con las administraciones locales. Los gobiernos municipales, que obtenían su fuente principal de ingresos de la venta del suelo para la promoción de nuevas viviendas, están actualmente muy endeudados. Además, los edificios inacabados preocupan a los compradores de viviendas que han pagado por adelantado y a la vez alejan a posibles compradores minando la confianza en el sector. Los datos lo confirman: las ventas han disminuido un 30%, y las nuevas construcciones han caído un 60% desde 2021. Los precios de las viviendas también han descendido entre un 10% y un 20% en muchas ciudades, según Goldman Sachs.

Hasta ahora, las respuestas que se han dado han sido de corto plazo. El régimen ha impulsado la demanda de vivienda con la relajación de las restricciones a la compra de una casa, a través de un recorte del pago mínimo inicial para primeros compradores hasta el 20%, y hasta el 30% para segundos compradores. Además, se redujo el interés de las hipotecas existentes de primera vivienda.

Junto al inmobiliario, el otro gran riesgo actual radica en la banca en la sombra por la falta de liquidez. Hace dos meses una de las mayores gestoras de activos del país y con una exposición considerable al sector inmobiliario, comunicó a sus inversores la necesidad de reestructurar su deuda y dejó de pagar a los inversores. Se estima que estas entidades mueven alrededor de 3 billones de dólares en China.

El reto del consumo

La transición hacia un modelo de crecimiento basado en el consumo es uno de los desafíos principales para el dragón rojo, puesto que siempre se ha sustentado en un nivel muy alto de ahorro de los hogares. “El desequilibrio más importante es la demanda interna muy débil de la que sufre China, impulsada por la menor proporción de consumo en el PIB en la historia”, destaca Pettis. La falta de un estado de bienestar que garantice un sistema de jubilación y un sistema sanitario público ha empujado a los ciudadanos a guardar el dinero debajo del colchón para hacer frente a las turbulencias futuras.

Además, el Gobierno de Xi Jinping se ha mostrado reticente hacia la posibilidad de introducir un estado de bienestar y otorgar cualquier tipo de ayuda estatal o subsidio a los ciudadanos, ya que prefiere apoyar las empresas para generar empleo e indirectamente aumentar los ingresos en los hogares.

No obstante, en los discursos oficiales, el régimen está dando a entender que asumirá un nivel de crecimiento más bajo –como el objetivo del 5% actual– pero de más calidad. El pasado marzo, el primer ministro Li Qiang declaró que “la mayoría de la gente no vigila el crecimiento del PIB todo el tiempo. Lo que más les importa son las cosas que suceden en su vida cotidiana”.

Mercado internacional

Las consecuencias de la ralentización económica de China no dejan dudas entre los analistas. La debilidad del país, que aporta un 20% al PIB mundial, provocará una desaceleración del crecimiento mundial. Las últimas estimaciones oficiales apuntan que cada punto menos de crecimiento de China implicaría una caída de entre 0,1 y 0,4 puntos porcentuales de crecimiento en la Eurozona. Carlos Casanova, economista jefe para Asia de Union Bancaire Privée, añade que la ralentización afectaría también al comercio internacional, y que arrastraría a otras economías que dependen de la demanda china para sus exportaciones, como Alemania.

A esto, se suman las expectativas de los inversores sobre las perspectivas de ingresos de grandes multinacionales que obtienen parte de sus beneficios en el dragón rojo, y que podrían verlas reducidas. Esto se traduciría en una caída de los precios de los activos en los mercados, como ocurrió en los últimos meses con el sector del lujo europeo.

Por otro lado, los expertos debaten todavía sobre las consecuencias de la crisis del sector inmobiliario. Los más optimistas la consideran una “crisis local” con un impacto directo moderado en los mercados. Pese a ser la segunda economía global, China no tiene una conexión muy estrecha con los mercados financieros globales a diferencia, por ejemplo, de EE UU. “Se estima que los inversores chinos detengan un 5% de activos y pasivos globales, un nivel muy lejano al tamaño de su economía”, explica Luis Pinheiro.

Asimismo, el economista recuerda que la crisis de Evergrande es un viejo conocido y todavía no ha creado fuertes turbulencias en los mercados. “El mercado de bonos internacionales en China, en particular en el sector de la construcción y de las inmobiliarias, ya está descontando una probabilidad muy elevada de este default en gran parte de las promotoras”, explica.

El contagio internacional no debe preocupar, ya que el escenario actual es muy diferente al que se vivió durante la crisis financiera de 2010. En ese entonces, en España los bancos financiaban las hipotecas emitiendo deuda en el exterior y se encontraron de repente sin liquidez por la falta de confianza de los inversores. En China, en cambio, la financiación del sector inmobiliario viene de las familias, de unos bancos y de la emisión de deuda pero no se trata de financiación externa, según explica Alicia Herrero, economista jefe de Asia-Pacífico de Natixis. “La caída de oferta de la vivienda es más lenta que en España, porque mientras aquí nadie podía financiar un solo proyecto, en China las promotoras del Estado compran el terreno y tienen liquidez”, destaca.

Pettis también descarta una crisis financiera en China. Es más, considera que se enfrentará a un “ajuste lento y prolongado” como el que vivió Japón después de 1990, con un impacto limitado en los mercados pero desigual. “Los países y sectores que se beneficiaron de los altos niveles de inversión en China, como los productores de bienes de capital o materias primas industriales, se verán gravemente afectados por la brusca caída de la inversión, mientras que los que se beneficiaron del consumo chino, como los productores de bienes de consumo y materias primas agrícolas, se desempeñarán bien”, concluye.

No obstante, no faltan los pesimistas que consideran que el estallido de la burbuja podría escalar. Virginia Pérez, directora de inversiones de Tressis, cree que la quiebra de Evergrande podría contagiar el sector y causar problemas financieros en la industria. Además, generaría una mayor aversión al riesgo y una pérdida de confianza en los mercados.

Los ojos de los inversores miran fijamente a los próximos datos macroeconómicos de China como el PIB, que se conocerá el miércoles, y que sugerirá si el dragón rojo va camino de convertirse en un cisne negro.

Japonización de China

Los inversores esperaban con expectación el abandono de la política Covid cero en China y la recuperación de los viajes internacionales. Sin embargo, el impulso del gigante asiático no se ha visto. Ante unos datos que apuntan a una desaceleración de la economía, los analistas señalan la posibilidad de una japonización del dragón rojo, que supondría un periodo de bajo crecimiento y tipos de interés deprimidos, como ocurrió en Japón en los años 90. Vladimir Oleinikov, analista senior de CFA, y Christoph Siepmann, economista de Generali Investments identifican las similitudes. 


Mercado inmobiliario.  La contracción del nivel de inversión inmobiliaria, de venta de propiedades y de los precios de la vivienda se han contraído notablemente, tal y como ocurrió en Japón. Sin embargo, la morosidad estimada en el sector parece hasta ahora más asumible para los bancos y el gobierno chino ejerce un control mucho mayor sobre los precios, los promotores, los bancos y sobre las necesidades de desapalancamiento.


Inflación.  En julio el IPC de China cayó un 0,3%. Si bien repuntó en agosto un 0,1%, en septiembre se quedó inmutada en el 0%. Los analistas interpretaron estos datos como un sintoma de un problem de deflación de larga duración, como el que protagonizó Japón en las últimas décadas.


Demografía.  La proporción de personas mayores de 65 años era del 12,7% en Japón en 1991, similar a la de China en la actualidad. Tal y como el país nipón, China se enfrenta a una rápida disminución de su población en edad de trabajar y, por lo tanto, a una caída de la productividad de la economía.


Deuda/Pib. El ratio deuda/Pib del sector privado no financiero de China ha alcanzado el 220% del Pib a finales de 2022, y supera el de Japón de 1990, que llegó al 202% del Pib. 

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