La crisis geopolítica mundial amenaza el pacto climático
La ambición global de reducción de emisiones de carbono cae por la negativa de EE UU y ahora Brasil
El vaso medio lleno o medio vacío según se mire. Éxito y fracaso. Es la valoración que hacen en Bruselas sobre la recién concluida Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, la COP24 de Katowice, celebrada en Polonia. Y que para la UE sabe más a triunfo que a derrota dada la compleja geopolítica internacional y la crisis del multilateralismo, con Donald Trump, el presidente estadounidense, boicoteando el espíritu alcanzado hace ya tres años en París –donde se logró por vez primera un compromiso mundial sobre el clima tras más de 20 años de debate–, que amenaza la lucha contra el calentamiento global.
Así, conseguir que EE UU lo firmara entonces, “un actor político influyente y una fuerte referencia para China”, garantizaba la victoria por su efecto tractor frente al resto de países, cuentan fuentes comunitarias que han asistido a ambas cumbres. En cambio, hoy no hay nada claro, reconocen, aunque no pierden la esperanza de que cambie de opinión antes de 2020, cuando se haría efectiva su salida.
El empuje de la UE, con el apoyo de China, insuficiente para descarbonizar la economía
¿Por qué ese sabor agridulce? Por un lado, Europa celebra la aprobación de un reglamento común –book rule– para poner en marcha el Acuerdo de París en dos años, cuando entra en vigor. Es decir, los casi 200 países que forman parte de este pacto tendrán el mismo método de evaluación y seguimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero: ¿cuáles se van a calcular, solo el CO2 u otras? Esto está aún por definir. Además, incluye un registro de datos homogéneos o la medición de los flujos financieros.
El objetivo es contar con un sistema transparente y determinar también qué Estados necesitan flexibilidad al no tener capacidad estadística para hacer estos reportes. Y pese a que la percepción general es que se ha logrado poca cosa, en Bruselas inciden en lo difícil que fue sacar adelante este desarrollo técnico, que deberá estar listo antes de 2020, porque China e India eran contrarios a una decisión que, a su juicio, interfiere en su política interna.
En la COP24 de Katowice se aprobaron las reglas para poner en marcha el Acuerdo de París, pero no hubo consenso en emisiones
La sensación de decepción, por el otro, viene por la falta de consenso respecto a la reducción de emisiones, el gran problema.“En la COP24 hemos visto una nefasta combinación de dos dinámicas. La que he llamado el trumpismo climático, con EE UU, Brasil y los típicos petroleros como Arabia Saudí o Rusia, que han bloqueado la geopolítica y la ambición climática. Y, al mismo tiempo, la falta de ambición de la Unión Europea: unos países quieren y otros no. Hemos visto a Polonia, Austria –donde su viceprimer ministro [Sebastian Kurz] dijo que el cambio climático seguramente no tenía influencia humana detrás– y la ausencia de Francia, ni siquiera vino el primer ministro francés [Édouard Philippe]. Esto ha provocado que no se llegara a la ambición suficiente al final de la COP24 y eso es problemático. Si no hay liderazgo por parte de un bloque geopolítico económico potente como la UE, el único que queda ahora mismo y que tiene la capacidad de hacerlo, quién lo hará”, critica el eurodiputado de Equo, Florent Marcellesi, que pide, además, que se revise al alza la meta de reducción de emisiones a 2030: del 40% actual al 55%.
La comunidad científica esperaba también otra reacción por parte de los Gobiernos, más proclive a acelerar la protección del medio ambiente para contrarrestar el auge de sequías, inundaciones o incendios, tras la publicación en octubre del informe de expertos de la ONU (IPCC) que alertaba de la urgencia de actuar ya si se quiere evitar que el aumento de la temperatura mundial alcance los dos grados en apenas 11 o 20 años, según las previsiones.
La UE es el único bloque económico potente que queda y que tiene la capacidad de liderar políticas climáticas ambiciosas Florent Marcellesi (EQUO)
Desde la Comisión Europea defienden, sin embargo, que los frutos cosechados hasta ahora se deben, en gran medida, a su intensa labor diplomática y el importante papel de puente que ha jugado en los últimos años en las negociaciones entre los distintos Estados.
“Podemos estar bastante contentos con lo que hemos adoptado, el libro de reglas, porque no esperábamos ningún acuerdo respecto al mercado de emisiones”, admite un portavoz. De ahí que Europa tenga la sensación de que se queda sola en la lucha contra el cambio climático. “Nosotros avanzamos, pero nos preocupa mucho qué hará el resto del mundo”, reconoce la eurodiputada popular Pilar Ayuso.
Temores
Autobombo pero también autocrítica. En la UE inquieta que algunas metas del paquete de invierno, que ahora añade la neutralidad climática en 2050 (cero emisiones), reste en su aplicación competitividad a la región.
Es el caso de las baterías o módulos solares. “Ahora somos totalmente dependientes de China, el principal fabricante. Debemos fomentar una industria europea”, lamenta Ayuso. Tampoco es partidaria de poner una fecha de caducidad a los coches de combustión, como lo ha hecho el Gobierno español en su anteproyecto de ley de cambio climático a 2040, ya que entiende que las fuerzas del mercado harán su trabajo, a diferencia de Marcellesi y la eurodiputada socialista Soledad Cabezón que están a favor. Asimismo, el empeño inicial de combatir solo el dióxido de carbono, olvidándose de los óxidos de nitrógeno que tanto daño han hecho (y hacen) a la calidad del aire de las ciudades.
Europa avanza, pero nos preocupa mucho qué hará el resto del mundo Pilar Ayuso (Eurodiputada del PP)
O remedios peores que la enfermedad, como el fomento de algunos tipos de biocarburantes, hoy un grave problema por el uso intensivo del terreno, apunta Gilles Gantelet, director de políticas, coordinación y recursos de la Dirección General de Medio Ambiente de la Comisión. Por ejemplo, Indonesia con el cultivo del aceite de palma.
El impacto social de la transición ecológica es otro de los temores, visto lo ocurrido en Francia con los chalecos amarillos –protesta ciudadana por el aumento de los impuestos al diésel, en principio, pero que se convirtió después en una denuncia general sobre la desigualdad de la clase media francesa–, pese a la concienciación europea en este tema (el 92% cree que el cambio climático es un grave problema según el Eurobarómetro). “Hay que explicar [a la población] el coste del cambio y el coste de la inacción”, opina Gantelet. Este proceso, además, deberá ir de la mano de la transición justa, ayudas a los colectivos más afectados, sugiere.
Las elecciones europeas de mayo, por último, es la gran incertidumbre que se cierne sobre Bruselas, que da por descontado una mayor fragmentación parlamentaria, gracias al aumento de los euroescépticos pero también de los verdes –que pueden sorprender– y los liberales, en detrimento de los grupos socialistas y populares, que se prevé que disminuyan su representación.
Y como esto puede complicar la aprobación de leyes a partir del próximo año, la Comisión Europea apura las negociaciones con el Consejo y el Parlamento –los denominados trílogos de 5 y 11 horas– esta última semana de trabajo para “anclar y concluir” su famoso paquete de energía limpia, el orgullo de esta legislación que termina.
Los últimos coletazos legislativos
Carbón. Tras casi 20 horas de negociación en el trílogo –reunión previa entre la Comisión, el Consejo y el Parlamento Europeo para asegurar después la votación de una norma–, la UE llegó el martes por la noche a un acuerdo para poner fin a las subvenciones al carbón, los conocidos como pagos por capacidad, a partir de 2025 y que afecta a todas aquellas centrales que emitan 550 gramos de CO2/kWh o más. El lunes las conversaciones estaban estancadas principalmente por las reticencias de Polonia, un país muy dependiente de este combustible fósil. Este pacto favorece el impulso de las energías renovables y la electrificación en Europa, clave para alcanzar la meta de carbono neutro en 2050.
Transporte. El día anterior, el lunes, la Comisión, el Consejo y el Parlamento acordaron un nuevo objetivo de reducción de emisiones para el sector transporte: el 37,5 en 2030 para los coches nuevos, siete puntos y medio porcentuales por encima de lo que proponía la Comisión y dos y medio menos de lo que pedía el Parlamento. Y del 31% para las furgonetas.
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