El fin del estímulo monetario será un punto de inflexión
Se espera que la periferia europea crezca más rápido que las economías centrales
Si 2017 ha sido el año en que la economía finalmente ha conseguido crecer con solidez tras la crisis financiera, aún apoyada en parte por las políticas de los bancos centrales, el próximo año puede suponer un punto de inflexión, al ir perdiendo paulatinamente este apoyo.
Puesto que el ciclo va más adelantado en EE UU, la Reserva Federal (Fed) ha aplicado ya varias subidas de tipos de interés, situándolos en el rango entre 1,25% y 1,50% tras su última reunión de diciembre. Es el tercer incremento en lo que llevamos de año y el quinto desde diciembre de 2015, cuando la Fed decidió comenzar a revertir el rumbo de su política monetaria.
Aunque la tasa de desempleo de EE UU es la menor de los últimos 17 años y se estima que la economía cerrará el año con un crecimiento de un 2,50%, la inflación continúa resistiéndose a alcanzar el objetivo del 2%. Pero el banco central estadounidense cree que lo hará en 2018 y, por esta razón, prevé tres nuevas subidas de tipos para el próximo año.
En Europa, aunque el crecimiento es bastante sólido, estimándose un 2,40% para el año que termina, el ciclo va más retrasado y el BCE está aún en la fase de reducción del volumen de compras mensuales de deuda, que pasarán de 60.000 millones de euros a 30.000 millones a partir de este mes de enero. Las subidas de tipos son aún prematuras, considerando que se espera una ligera ralentización de la economía de la eurozona para el próximo año, hasta el 2,10%.
Los mercados emergentes han mejorado notablemente durante el pasado año, recuperando la mayor parte de las pérdidas sufridas tras el taper tantrum, que afectaron a un amplio espectro de países, no solo grandes actores como Rusia y Brasil. Y existen factores, como puede ser el alza continuada del precio de las materias primas o el incremento del crédito, que hacen pensar que el crecimiento continuará en los próximos meses.
Globalmente, se estima que durante 2018 la economía crecerá al mayor ritmo desde 2011, estimándose un avance del 4%, en términos de paridad de poder de compra. Un crecimiento que se espera que esté sincronizado y distribuido, aun cuando los motores principales seguirán siendo EEUU, la eurozona y la Asia emergente, que podrían aportar un 70% al crecimiento en 2018 (casi el 60% en el año que acaba).
Puesto que la economía continuará creciendo, el consumo de energía aumentará también, estimándose que alcance los 600 trillones de Unidades Termales Británicas (BTU, por sus siglas en inglés), el doble que en 1980 y el nivel más alto nunca registrado. Los mayores consumidores serán India y China, que requieren un 30% de la energía global. El lento giro hacia las energías renovables supondrá que el 10% del consumo global de energía procederá de fuentes renovables, con China consumiendo el doble de este tipo de energía que EE UU.
Los datos sobre estimaciones de desempleo en el grupo del G7 indican un mínimo de los últimos 40 años, posiblemente por debajo del 5%. En cuanto a crecimiento salarial, sin embargo, la expectativa es de un modesto incremento, pero manteniéndose por debajo de los niveles anteriores a la crisis. Sin embargo, los niveles de empleo no serán uniformes globalmente; mientras que la tasa de desempleo podría quedar por debajo del 4% en EE UU otras economías (la italiana, por ejemplo) podrían continuar registrando un dato relativamente alto.
En la eurozona, las economías periféricas (Grecia, España, Portugal e Irlanda) se espera que crezcan con mayor rapidez (2,5%) que las centrales (Holanda, Alemania, Francia e Italia, 2%). Es posible que Grecia salga de su programa de rescate en agosto, mientras que Alemania podría registrar el mayor balance comercial en términos absolutos, alcanzando los 505.780 millones de euros. Una situación que contrastará con la ralentización del crecimiento de la economía británica como consecuencia del brexit: se estima que avance el 1,40% en 2018.
Respecto al precio del petróleo, parece probable que se mantenga a los niveles actuales durante el próximo año. La OPEP y sus aliados acordaron mantener su recorte de producción en los 1,8 millones de barriles por día hasta el final de 2018, con la excepción de Irán, al que, en consideración a las sanciones relacionadas con su programa nuclear, se le ha permitido una producción diaria de 10,05 millones de barriles.
El acuerdo puede mantener la producción a niveles modestos y sus riesgos de incumplimiento parecen escasos. Sin olvidar el equilibrio que supone para la oferta el petróleo de esquisto (shale) de EE UU, que podría incrementar su producción rápidamente. De hecho, este segmento de productores fue el responsable de la reciente saturación global de petróleo. Por otra parte, el propio acuerdo de la OPEP podría incentivar a los productores de petróleo de esquisto para aumentar el número de puntos de extracción.
En cuanto a China, se espera una ralentización de su crecimiento económico, que podría representar entre un 6% y un 7%. Su plan para transformar su economía de alta velocidad en una de calidad lleva asociado reformas para resolver problemas estructurales, tales como el exceso de producción y de contaminación. Dependiendo del índice de ralentización, otras economías que podrían verse potencialmente afectadas serían Australia y Corea del Sur, puesto que las exportaciones a China suponen una proporción importante de su actividad comercial.
Un factor que está adquiriendo creciente importancia es la reducción de la población a nivel global, que está creciendo a su tasa más baja desde 1950. Si bien la población actual de África supone menos de un tercio de la de Asia, ambos continentes serán los mayores contribuidores durante 2018 a la población mundial, lo cual podría tener como consecuencia que, para el próximo año, ocho de los diez países con mayor crecimiento sean africanos.
Aunque las perspectivas para 2018 parecen positivas, no hay que olvidarse de algunos riesgos potenciales. El acuerdo final de reforma fiscal de EE UU podría llevar a generar un déficit fiscal insostenible, que potencialmente presionara las condiciones financieras. La gestión de las negociaciones del brexit, e incluso sobre el futuro de la UE, es otro posible factor de riesgo. Y, por último, la incertidumbre política generada a partir de citas electorales en grandes economías como Brasil, México, Italia, Corea del Sur y las legislativas de EE UU, así como la continuada tensión con Corea del Norte.
Es solo una pincelada de lo que el nuevo año puede depararnos: una economía algo menos vigorosa, que previsiblemente suavizará la evolución de los mercados, generando retornos más moderados que los vividos durante el 2017 que se nos va.
Solo queda esperar y ver. ¡Tengan un Feliz Año!
Paula Mercado es directora de análisis. VDOS Stochastics y quefondos.com