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¿Qué lecciones deja Popular a ahorradores e inversores en bancos?

La banca ya se rige como cualquier otra empresa en caso de quiebra Accionistas y tenedores de deuda pueden llegar a perderlo todo

Andrea Comas (REUTERS)
Nuria Salobral

Banco Popular ha tenido esta semana un final estrepitoso, impensable hace apenas un año cuando la entidad ampliaba capital por 2.500 millones de euros y aprobaba el test de estrés europeo. Tampoco era el desenlace más esperado cuando a principios de febrero el banco anunció pérdidas millonarias, en un primer intento de empezar a reconocer por fin la pesada losa de ladrillo que soportaba su balance. Ni era lo más previsible cuando el nuevo presidente Emilio Saracho se dirigía por primera vez a principios de abril a la junta de accionistas y anunciaba que la hoja de ruta de la entidad pasaba por una nueva ampliación de capital o por una venta, pese a que por aquel entonces los inversores ya dudaban abiertamente sobre la verdadera situación del banco.

Pero Popular ha ido perdiendo por el camino a marchas forzadas la confianza de los inversores y las caídas a plomo en Bolsa y la avalancha de titulares sobre la difícil situación financiera del banco han terminado por desencadenar una huída de depósitos que ha sentenciado a la entidad. Y con ella a sus accionistas y a buena parte de sus bonistas, que lo han perdido todo.

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Popular ha estrenado la nueva regulación europea sobre rescates bancarios, que marca que cuando una entidad es inviable, quienes asumen el coste de su rescate son –por este orden– accionistas, tenedores de bonos contingentes convertibles, deuda subordinada, deuda sénior y ahorradores con depósitos superiores a los 100.000 euros.

En definitiva, el banco tiene que ser capaz de rescatarse a sí mismo, con el fin de evitar la inyección de ayudas públicas y de que sean de nuevo los contribuyentes quienes soporten la pesada carga del salvamento. En Popular, el autorrescate no ha llegado al extremo y los titulares de deuda senior, la de menos riesgo de impago, y todos los ahorradores han quedado a salvo.

El rescate de Popular ha sido una voladura controlada, que no ha desatado el riesgo sistémico pero sí ha tenido un fuerte impacto colateral en Liberbank

La factura del rescate corre a cargo de accionistas y titulares de cocos y deuda subordinada, cuya inversión se ha pulverizado. El coste del saneamiento pendiente en Popular queda a cargo de Santander, que asume activos tóxicos por cerca de 36.000 millones de euros y ampliará capital en consecuencia por 7.000 millones.

La secuencia de acontecimientos ya es conocida pero el impactante rescate de Popular, abordado de emergencia ante la falta de liquidez, deja lecciones que prometen calar largo tiempo en ahorradores e inversores en banca, además de una avalancha de reclamaciones judiciales entre los afectados. Para empezar, ha quedado claro que los bancos se rigen ya por las mismas normas que cualquier otra empresa que fracasa. “Hay que asumir que los bancos también pueden ser empresas que quiebran”, explica Fernando Zunzunegui, profesor de derecho bancario en la Universidad Carlos III y experto en regulación financiera. No habrá ya capital público para rescatar a los accionistas y bonistas de bancos.

La aplicación de la directiva europea sobre rescates, en vigor desde enero de 2016, ha sido en Popular de “baja intensidad”, según explica Zunzunegui, ya que se ha protegido a la deuda sénior y a todos los depósitos. “Tocar la deuda sénior sí habría tenido un impacto importante en mercado. Y para Santander también habría sido perjudicial una quita para los ahorradores de más de 100.000 euros”, explican fuentes de banca de inversión.

De hecho, el rescate de Popular ha sido una voladura controlada, que no ha desatado el riesgo sistémico, pero que sí está teniendo un efecto colateral arrollador sobre Liberbank, el más pequeño de los bancos cotizados y que, tras el rescate de Popular, ha quedado como la entidad con menor nivel de cobertura en sus activos tóxicos.

De hecho, y a raiz de Popular, las acciones de Liberbank han empezado a caer a plomo: su derrumbe en la sesión del viernes se acercó al 40%. Semejante debacle, en un banco sobre el que no hay dudas sobre sus niveles de solvencia, pone de relieve otra de las grandes lecciones que deja la caída de Popular: cómo la pérdida de confianza hacia un banco, más aún si está alimentada por la especulación, es un grave riesgo y puede activar una espiral de retirada de depósitos que precipite su caída.

"La normativa de rescate tiene excepciones con los bancos sistémicos. Santander jamás va a caer y eso juega a su favor", señala Fernando Zunzunegui, experto en regulación. 

“La confianza es un activo vital para un banco. La crisis de Popular deja la lectura de que la mitad del valor está en los fundamentales del negocio pero la otra mitad en la confianza del mercado”, explica Yoko Takagi, socia del bufete estadounidense White & Case. En Popular, la balanza terminó por inclinarse definitivamente hacia el rescate cuando se filtró que el FROB europeo estaba estudiando intervenir. Entonces se activó la oleada de ventas en Bolsa y de retirada de depósitos en las oficinas. “Popular no estaba peor después de aquellas declaraciones, que dejaron al banco al pie de los caballos”, añade Tagaki. El propio vicepresidente del BCE, Vítor Constancio, reconoció este jueves que el rescate de Popular se precipitó por la fuga masiva de depósitos. “No hubo que analizar la solvencia, el dinero estaba huyendo”, sentenció, reconociendo de forma alarmante que un banco puede llegar a caer incluso siendo solvente.

¿Cómo invertir entonces en banca a la vista de que la posibilidad de perderlo todo en caso de rescate es ya una realidad? ¿Cómo elegir un banco en el que depositar los ahorros de la forma más segura posible? Fuentes financieras reconocen que la crisis de Popular y la aplicación estricta que se ha hecho en este caso de la directiva europea de rescates deja como claros ganadores a los bancos sistémicos como Santander, demasiado grandes para caer en cualquier caso.

Bancos demasiado grandes para caer

“La normativa europea tiene excepciones con los bancos sistémicos que permiten la aportación de ayudas públicas. Santander jamás va a quebrar y esto es una suerte de competencia desleal frente a bancos más pequeños. El componente de ser demasiado grande para caer juega a favor de Santander”, afirma Zunzunegui. En todo caso, los ahorros inferiores a los 100.000 euros y los superiores a esa cuantía que pertenezcan a pymes van a estar siempre protegidos por el Fondo de Garantía de Depósitos.

El rescate de Popular deja también otra lectura en clave política, vinculada precisamente a la existencia o no de riesgo sistémico. “En Popular no ha habido temor a un contagio y se ha aplicado la directiva europea de rescates en su literalidad. En Italia en cambio sí hay temor a un problema sistémico con Monte dei Paschi, que tiene el mismo tamaño pero para el que se han autorizado las ayudas públicas”, explica Ángel Berges, vicepresidente de Analistas Financieros Internacionales (AFI), que lamenta la escasa credibilidad de los test de estrés de la Autoridad Bancaria Europea y el BCE.

De hecho, y a diferencia de Popular, Monte dei Paschi sí suspendió de forma rotunda el examen del verano de 2016 y a partir de entonces, Italia ha mantenido una dura negociación con Bruselas en la que ha logrado finalmente una fórmula de rescate que permitirá proteger no solo los depósitos del banco italiano sino también a los particulares que adquirieron bonos en las oficinas, a los que se reconoce una compensación por venta irregular que financiará el Estado.

En España, el rescate que solicitó el Gobierno para la banca a Bruselas ya impuso pérdidas por 12.000 millones de euros a los titulares de preferentes y deuda subordinada de la banca nacionalizada, además de 41.300 millones de ayudas públicas. Ahora se ha evitado el coste para el contribuyente, aunque la crisis de Popular también deje un reguero de prácticas cuestionables por parte del banco, como sucedió con las preferentes.

La concesión de créditos a los clientes para acudir a la ampliación de capital del pasado año, la propia ampliación o los mensajes de estabilidad y solvencia a los accionistas por parte de la entidad y las autoridades –cuando la realidad de fondo era muy distinta– aseguran una avalancha de reclamaciones judiciales. “El sistema tiene que dar credibilidad para que la gente invierta”, advierte Santiago Carbó, catedrático de economía y director de estudios financieros de Funcas. Otra lección para accionistas, gestores y reguladores.

¿Quién paga el rescate de un banco?

Según establece la normativa europea, la primera contribución corresponde a los accionistas. El primer paso es reducir de forma sustancial el nominal de la acción, hasta cero en el caso de Popular.  El siguiente eslabón son los bonos contingentes convertibles (cocos), que se convierten en acciones cuando la solvencia cae de determinado nivel.

 A continuación, contribuyen al rescate los titulares de deuda subordinada, que en el caso de Popular lo han perdido todo. Fuentes financieras señalan que en los inversores comenzarán a exigir tipos más altos en las emisiones que sirven para absorber pérdidas. La deuda sénior y los depósitos superiores a 100.000 euros también se incluyen en el colchón del bail-in o rescate interno. No ha sido el caso de Popular.

Los fondos de inversión no corren peligro en caso de rescate, quedan fuera del balance bancario.

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Sobre la firma

Nuria Salobral
Es jefa de la sección de Inversión en el fin de semana y redactora especializada en temas financieros y política monetaria. Trabaja en Cinco Días desde 2006, donde ha cubierto la quiebra de Lehman Brothers, el rescate a la banca española o las decisiones del BCE. Nacida en Madrid, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense.

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