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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El BCE se prepara, y nos prepara, para una senda accidentada

El ritmo de bajada de tipos debe acompasarse con el entorno, pero ello no puede ser excusa para una política prejuiciosa

CINCO DÍAS
dinero efectivo
Billetes de euros.Pakin Songmor (Getty Images)

El recorte de tipos decidido ayer por el BCE era, probablemente, la última tarea fácil en la agenda de Christine Lagarde. La presidenta del banco central no tuvo reparos en subir tipos con una rapidez e intensidad desconocidas, al igual que también actuó con decisión ante la pandemia (pese a algunos titubeos iniciales). En ambos casos el enemigo estaba claro: el colapso económico y la inflación. Ahora el BCE tiene dos amenazas en el radar: debe aterrizar los tipos de interés para evitar congelar la economía, pero sin exponerse a un rebrote de la inflación. Si la labor del presidente del banco suele ser titánica (poner de acuerdo a banqueros centrales de 20 países con condiciones económicas distintas y sesgos académicos opuestos), en los próximos meses lo será más. De ahí que insista la presidenta en un “camino accidentado” y en que las decisiones se tomarán reunión a reunión a partir de los datos. Algo sobre lo que, asegura, hay consenso.

Por más telegrafiada que estuviera la decisión de ayer, un miembro del consejo de gobierno votó en contra. Y, pese a que todos han pactado tomar las decisiones paso a paso, la duda no es si los miembros del consejo saldrán en público a defender con vehemencia sus preferencias, sino cuánto tardarán en hacerlo.

De momento, la presión para nuevas bajadas se ha aliviado. Los últimos datos de actividad han sido algo mejores de lo esperado, los salarios aún suben con fuerza (no se espera que esta tendencia dure) y ya no está garantizado que la Reserva Federal baje los tipos este año. Elementos que ayudaron a Lagarde a capear la reunión de ayer sin comprometerse a futuros recortes de las tasas de interés.

Pero, teniendo en cuenta el ejercicio de equilibrismo que necesita el BCE, el sesgo hacia la ortodoxia tiene sus riesgos; el ala dura del BCE ya rechazaba futuras bajadas de tipos antes de conocer los nuevos datos. De hecho, las previsiones de inflación del BCE (un 2,2% en 2025) indican que los precios convergerán hasta casi alcanzar el objetivo del 2%. Y los riesgos económicos, indicó Lagarde, están equilibrados, aunque más cerca del enfriamiento que del recalentamiento.

Es razonable la prudencia del BCE, y que en un contexto tan inestable como el actual no quiera atarse las manos. Pero el planteamiento de atender a los datos debe ser sincero y honesto. Un tipo de interés del 4,25% no es neutral, sino restrictivo, en un continente sediento de crecimiento. El ritmo de bajada de tipos debe acompasarse con el entorno, pero ello no puede ser excusa para una política prejuiciosa.

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