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La punta del iceberg
Tribuna
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El estado de ánimo nos da las pistas para conocer el origen de la inflación

La distinción entre una subida de los precios ocasionada por la oferta o por la demanda es importante para no señalar responsables sin justificación

Un trabajador cambia los precios de los carburantes en un panel de una gasolinera de Madrid.
Un trabajador cambia los precios de los carburantes en un panel de una gasolinera de Madrid.Sergio Ordúñez (EFE)

Durante la semana pasada, dos nuevas contribuciones aportaron evidencia al origen y desarrollo de la inflación experimentada en estos años. Por un lado, el trabajo de Dao, Gourinchas y Leigh, de naturaleza analítica, y por otro lado las contribuciones de Noah Smith, que siempre construye sus artículos sobre un vasto conocimiento académico.

La primera de estas aportaciones llega a dos conclusiones de gran relevancia, aunque ya adelantados por otros autores. En primer lugar, afirman que el origen de la inflación, en casi su totalidad, se debió al aumento de los costes de producción, concretamente los relacionados con la energía. Esta afirmación es válida tanto para Europa como para Estados Unidos. Sin embargo, en segundo lugar, los autores observan que, mientras en Europa los costes no laborales siguieron explicando la inflación tiempo después del shock, en el caso estadounidense, una parte mayor se alimentó de las tensiones en el mercado laboral, derivados de factores relacionados con la demanda, particular y posiblemente por una política fiscal más expansiva. Así pues, fue la oferta la que inauguró el actual episodio de inflación, manteniendo buena parte de su responsabilidad desde entonces, en especial en Europa.

Y es que la distinción entre un origen de oferta y demanda de la inflación es importante. En primer lugar, la inflación originada por un aumento de costes comienza en productos que están directamente relacionados con los precios que la impulsan, que en esta ocasión fueron principalmente el crudo y el gas. Si bien es cierto que previamente los cuellos de botella y otras consecuencias de la pandemia habían elevado ciertos precios, se trataban de impulsos menores en términos de costes. La invasión rusa de Ucrania tuvo, así, un impacto definitivo al elevar los precios mencionados anteriormente e iniciar este fenómeno inflacionario.

Una vez que este aumento en los precios energéticos se inicia y consolida, el resto de los precios empiezan a absorber este impulso de manera más o menos gradual. Mientras tanto, otros dos acontecimientos suelen manifestarse ante un choque de oferta: la disminución de la productividad y la pérdida de poder adquisitivo de los salarios. Esto sucede en mayor o menor medida si el país debe importar los productos cuyos precios se disparan desde el extranjero. Este punto es de gran relevancia ya que, si el shock se produjera del lado de la demanda, al menos algunas de estas consecuencias tendrían menos probabilidades de materializarse, especialmente en lo que respecta a la evolución de los salarios.

Salarios e inflación EE UU 1965-1983 Gráfico
Belén Trincado Aznar

Precisamente sobre esta última cuestión debemos mencionar la segunda de las contribuciones a las que me refería al inicio. Muy resumidamente, Smith argumenta que, si el aumento de precios hubiera sido principalmente el resultado de un fuerte impulso de la demanda, entonces los trabajadores no habrían experimentado una pérdida tan significativa de su poder adquisitivo, al menos al principio. En tal caso, la inflación que hemos experimentado en el último año y medio podría haber sido vista de manera más positiva y no tan negativa por los ciudadanos. Es una perspectiva interesante, basada en la “medición” de un estado de ánimo, respaldada sin embargo por argumentos sólidos. El artículo presenta el siguiente argumento apoyándose en un anterior episodio histórico. En la década de 1960 (sí, antes de la caída de Bretton Woods o el shock del petróleo), la inflación en Estados Unidos ya estaba en aumento. Esto se debió principalmente a dos factores: una política fiscal muy expansiva gracias a las políticas sociales de los gobiernos demócratas de los años 60 y el gasto militar (Vietnam), junto con una política monetaria acomodaticia. En este caso, la inflación resultó de una presión en la demanda que impulsó al alza los precios y, dado que no se debió directamente al aumento de los costes, también impulsó al alza los salarios (de hecho, el sentido temporal de los hechos es subir salarios y con ellos precios). En consecuencia, un aumento de precios derivado de un impulso de la demanda tiende a ser más “manejable” para aquellos que pueden trasladar estos aumentos a sus salarios. La tensión en el mercado laboral lleva la batuta.

Sin embargo, cuando ciertos costes relevantes aumentan, las empresas tienden a ajustar el resto de los costes si no pueden trasladar todo a precios (no hay impulso de demanda). La consecuencia inicial es una disminución de la renta real de quienes participan en el proceso productivo. Esto afecta no solo al poder de compra de los salarios, aunque inicialmente sean los paganos, sino también a los márgenes, que no siguen el ritmo de los precios. A diferencia de la inflación impulsada por la demanda, esta caída genera un importante malestar entre la población. En España, así como en gran parte de Europa, se ha producido un fenómeno similar. En Estados Unidos, las tensiones laborales reflejan que las razones no están tan claramente inclinadas hacia uno u otro lado, como se ha comentado en numerosas ocasiones. En cualquier caso, el factor de oferta ha sido prácticamente el único protagonista o ha desempeñado un papel de gran relevancia, afectando también al estado de ánimo de los trabajadores.

Una consecuencia política resultado de esta situación es el señalamiento y la asignación de responsabilidades. Ante tal contexto y motivados por el malestar, los diferentes actores han tratado de señalar a otros como los culpables de la situación, a pesar de que este conflicto se originó en terceros que estaban muy alejados de nuestra economía. Los representantes de los trabajadores han insistido en culpar a los márgenes, cuando estos solo han sido relevantes en sectores específicos relacionados con la producción o comercialización de los productos afectados por la inflación. Los empresarios han advertido sobre los peligros de una inflación de salarios que nunca ha estado presente.

En definitiva, los costes de la inflación no se perciben del mismo modo si es tu renta la que lleva la delantera a los precios. Si estos últimos hubieran aumentado por presiones de demanda lo razonable habría sido observar o un aumento paralelo o incluso el adelanto de los salarios. Pero esto no ha sido así. Un motivo más para, de nuevo, consolidar a la oferta como causa original de la inflación actual.

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