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La sequía frena en España la moderación de precios del mercado internacional de alimentos

Los indicadores de la FAO vuelven a sus niveles de hace dos años, pero la falta de lluvias ha mermado la producción agrícola en España. El Gobierno esperaba un descenso de precios de no haber existido sequía

precios alimentarios
Evolución de los indicadores de los precios alimentariosBelén Trincado Aznar
Pepe García

A nivel global, el precio de los alimentos ha vuelto a una cierta normalidad. No obstante, en España, la sequía ha hecho estragos al sector agrícola. Pese a que los precios siguen elevados, y en España se encarecieron un 12% en mayo, el indicador de los alimentos de la FAO se situó a comienzos de mes en su nivel más bajo en los últimos dos años, tan solo un 24% por encima del valor de referencia –la media de precios entre 2014 y 2016–, lejos del máximo del 43% que se alcanzó en todo 2022. La moderación responde a un viento de cola a nivel internacional que está empujando a la baja los precios de los alimentos, pero la climatología nacional frena la bajada de la inflación alimentaria.

El Gobierno contaba con la vuelta a la normalidad en el precio de los fertilizantes, piensos y la energía, que suponen en torno al 70% de los costes de las explotaciones agrarias. El secretario general de Agricultura y Alimentación, Fernando Miranda, aseguró en abril durante un encuentro de la patronal FIAB que el Ejecutivo auguraba que “si las situaciones no se agravan con crisis sobrevenidas, tenemos un escenario en que los costes se alivien y se trasladen a precios”.

Pese a que la situación sigue siendo peliaguda, los indicadores de los organismos internacionales, como el Banco Mundial, indican que las presiones sobre los costes se irán relajando en el próximo año. En su último informe de seguridad alimentaria, la institución estima que las mercancías que han estado encareciendo la producción bajarán un 21% entre 2022 y 2023: la energía caerá un 26%, el crudo un 16%, los precios agrícolas un 7%, la alimentación un 8% y los fertilizantes un 37%.

Sin embargo, una de esas “crisis sobrevenidas” con las que contaba Agriculturas se ha materializado: la sequía, que ha mermado la producción agrícola. “En la medida que nos impida tener una cosecha normal, hará que la oferta de determinados productos vaya a ser más escasa y se genere una tendencia inflacionista”, añadió Miranda. Los malos augurios se han cumplido.

La producción agrícola ha caído sensiblemente en lo que llevamos de año. Según los datos del Ministerio de Agricultura, la producción de cereales en España ha descendido un 24% entre la presente campaña y la anterior. Del mismo modo, la extracción de aceite de oliva también se encuentra en horas bajas. En la actual campaña, el sector ha producido la mitad que en la media de las últimas cuatro: 661,6 toneladas en la actual campaña, frente a una media de 1.445,4 de las últimas cuatro. Y de manera similar ha ocurrido con la leguminosa, la patata, las hortalizas o hasta con al menos nueve cultivos que han bajado el volumen de cosecha y, en consecuencia, aumentado los precios en origen.

La sequía ha repercutido severamente en el rendimiento de estas producciones. En el mes de abril, el que la Aemet ha catalogado como el más seco desde que hay registros, los datos de fabricación de la industria alimentaria descendieron un 2% intermensual y casi un 4% en términos interanuales, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Como consecuencia, la contención de los alimentos del último mes se deben en mayor medida a alimentos como la leche, los huevos o los pescados y mariscos que a los productos que dependen directamente de las precipitaciones. Alimentos como el aceite de oliva, las legumbres o los cereales siguen estando entre los principales factores que tensionan los alimentos (con subidas del 25,2% en el caso del precio del aceite de oliva o del 16,1% en el caso de las legumbres), según los últimos datos del IPC del INE.

La magra producción de este año, empeorada por las inclemencias meteorológicas –sequías, lluvias torrenciales, etc.–, amenaza con impedir que España se pueda beneficiar de los vientos de cola que vienen desde el resto del globo. “La menor oferta es un aspecto que tarda en recuperarse y, por tanto, los precios se resienten a medio plazo”, indica Juan Carlos Pérez Mesa, catedrático de empresa agroalimentaria de la Universidad de Almería. Pérez Mesa explica que, en la medida en que los clientes busquen y encuentren nuevos canales de suministro, “la situación empezará a normalizarse”. Sin embargo, hasta entonces, toca esperar.

Gas, piensos y fertilizantes

Los aumentos en el precio de los alimentos ha derivado de situaciones de corte geopolítico, principalmente del frenazo en la cadena de suministros y la invasión a Ucrania. Esto ha provocado que no solo España se haya visto afectada por la crisis alimenticia. Según el Banco Mundial, la inflación alimentaria supera a la inflación general en más del 80% de los países del mundo.

Los componentes que suponen el 70% de los costes de las explotaciones agrícolas (energía, fertilizantes y piensos) se han encarecido severamente durante el pasado año. Los costes de fabricación de los fertilizantes se incrementaron un 84% con respecto al precio de referencia (año 2015). También los de los piensos: un 54%, según indican los datos del INE. La energía, por su parte, llegó a récords históricos: de más de 300 euros el megavatio-hora (MWh) en el caso del gas y de más de 120 euros el barril de Brent.

Además, las inclemencias meteorológicas abundan en el precio de los costes. Por ejemplo, si no llueve y los pastos no crecen, el ganado tendrá que alimentarse a base de piensos, en lugar de en el exterior, lo que aumenta el desembolso en alimentación animal.

En el mercado internacional, sin embargo, ya puede observarse la tendencia a la baja. Los futuros del trigo cotizan en torno a un 25% por debajo de lo que se negociaban al cierre del año pasado; y un 10% a la baja, en el caso del maíz. No obstante, la sequía y otros factores, como la subida de costes salariales, hace que en los mercados locales las expectativas no sean tan halagüeñas.

“El sensible aumento de costes acumulado ha provocado que, en algunos sectores, se empiece a abandonar la actividad. La industria o gran distribución han aumentado precios pagados al agricultor, pero no de forma suficiente. Este abandono hace caer la oferta”, explica el catedrático de la Universidad de Almería. Esto resulta en que los clientes deban buscar nuevos proveedores en el mercado internacional, lo que “lleva tiempo y, por tanto, mantiene los precios altos”, afirma Pérez Mesa.

El efecto de los fenómenos meteorológicos en la inflación

Ola de calor. Un estudio del Banco Central Europeo (BCE) advirtió de que el cambio climático no es solo una cuestión ecológica, también económica. La institución estimó que, por ejemplo, la ola de calor de 2022 aumentó la inflación de los alimentos en torno a 0,7 puntos porcentuales en Europa. Escenarios similares a estos, harán que para 2035 las temperaturas previstas amplifiquen los impactos del clima sobre la inflación en un 50%, concretan los autores de la investigación del BCE.

8.000 millones. El año pasado, la Asociación de Jóvenes Agricultores (Asaja) estimó en 8.000 millones de euros las pérdidas del sector debido a la sequía de 2022. Este año, aunque todavía no hay datos oficiales, la Asociación augura que las pérdidas serán mayores por la situación de falta de lluvias. 

Pérdidas del PIB. España acumula pérdidas del 5,4% del PIB desde 1980 hasta 2020 por situaciones climáticas extremas, según un estudio del BCE. 

Modelo econométrico. Un modelo econométrico desarrollado por CaixaBank Research revelaba que un aumento transitorio de un 10% en la variación del precio de las materias primas alimenticias en la Unión Europea repercutía en una subida de 2,3 puntos porcentuales tras 12 meses, lo que implica un aumento del 0,5% sobre la inflación total de España y de un 2,6% en el precio recibido por los agricultores. 

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Pepe García
Redactor de la sección de Economía de Cinco Días. Estudió Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y cursó el Máster de periodismo UAM - EL PAÍS.

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