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España es la gran economía europea con la inflación más expuesta a los shocks climáticos

El BCE calcula que una perturbación impacta en los precios de los servicios hasta 30 meses

Grados día calefacción enfriamiento
Belén Trincado Aznar
Pepe García

El cambio climático influye y mucho en la economía, aunque en unos países más que en otros, y España se encuentra entre los más afectados negativamente en Europa. Las heladas empeoran la oferta de alimentos, las inundaciones alteran las cadenas de suministros y una ola de calor empeora la productividad en el trabajo. Y todos estos factores pueden agravar el gran mal económico de los últimos tiempos: la inflación. Así lo advierte un estudio de un grupo de investigadores del Banco Central Europeo (BCE), que concluye que, de las cuatro grandes economías de la Eurozona (Alemania, Francia, Italia y España), las tasas de inflación españolas son las más sensibles a los cambios de temperatura extremos, especialmente en lo referente a la alimentación y los servicios.

La ola de calor del año pasado, en la que la según AEMET la mitad de los días de verano estuvieron bajo temperaturas anormalmente altas, contribuyó a aminorar la cosecha de aceite de oliva desde 1,5 millones de toneladas en 2021 a tan solo 680.000, según las previsiones del ministerio de Agricultura. No solo fue con el aceite, la ola de calor de 2022 aumentó la inflación de los alimentos en torno a 0,7 puntos porcentuales en Europa, constata otra publicación que se publicará próximamente del BCE. Escenarios similares a estos, harán que para 2035 las temperaturas previstas amplifiquen los impactos del clima sobre la inflación en un 50%, concretan los autores de la investigación aún por publicar del BCE.

Los shocks climáticos afectan a un abanico amplio de productos y servicios. Los investigadores del BCE indican que presiona al alza los precios de los alimentos, ya que reduce su producción y el suministro de comida; aumenta los costes energéticos al elevar la demanda de la misma para atemperar; genera disrupciones en las cadenas de suministros (por ejemplo, indican que la sequía de ríos limita la capacidad de transporte fluvial), por lo que encarece determinados productos y aumenta los costes de los servicios, ya que el clima extremo empeora la productividad del trabajo. Desde el BCE, también aseguran que impacta sobre la demanda y la oferta del turismo.

Los efectos adversos de las inclemencias del tiempo sobre la economía son susceptibles de reproducirse con más frecuencia y de manera más dura. Si antes una ola de calor violenta ocurría una vez cada 50 años, ahora, debido al calentamiento global, ocurre una vez cada 10 años, indican desde Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).

Una desviación de 1ºC aumenta un 0,2% la inflación de los alimentos frescos

Los investigadores del BCE indican que los efectos son asimétricos entre países y dependen de en qué época del año se produzcan. Por ejemplo, una ola de calor en Alemania tiene impactos limitados en la inflación, mientras que en Italia o España el aumento de las temperaturas medias tiene efectos notables y durante meses tras el shock en los precios, lo que “acarrea impactos inflacionarios aún mayores en un contexto de clima mundial cambiante, particularmente en los países del sur de Europa”.

Para todos los países, un aumento de las temperaturas en verano encarece los alimentos no procesados entre un 0,1% y un 0,2% durante el estío y tienen un impacto decreciente, pero positivo, a lo largo del resto del año. De manera similar, cuando hay temperaturas más elevadas de lo normal en otoño, los efectos también son positivos, aunque menores que desde junio a agosto, explican estos investigadores. Los alimentos procesados, por otra parte, también sufre la inflación por temperaturas más altas de la media, solo que en los meses opuestos a los de la huerta: en invierno y primavera. Además, también existe una “transmisión retardada” de los precios de los alimentos básicos hasta que se convierten en elaborados, explican.

En el caso de España, una desviación de 1°C de la temperatura media histórica aumenta los alimentos procesados en un 0,1% aproximadamente un año después de la perturbación; los alimentos no procesados en torno a un 0,2% en el mismo año; y la inflación de los servicios aumenta en un 0,07% aproximadamente un año después de la perturbación, según el propio estudio.

Además, la reacción de la inflación de los servicios a un aumento de las temperaturas medias en España es positiva y persistente entre 20 y 30 meses después de la perturbación. El encarecimiento no solo se vincula a los alimentos, cuyo precio elevado puede hacer que lo que se pague en una cafetería o un restaurante sea más elevado, también puede suponer un descenso de la productividad laboral de sectores como el turismo y el ocio por el calor extremo.

El sector servicios, que en España suponían antes de la pandemia más del 12% del PIB, también es sensible a los cambios en la mano de obra. Por ejemplo, un aumento de las temperaturas otoñales aumentará la demanda de los servicios turísticos e incrementará su precio, afirman desde el BCE.

España es el país en el que los servicios y los alimentos tienen una mayor proporción sobre el IPC. La categoría “Turismo, ocio y alimentos” compone en torno al 40% de la inflación española, frente al 30% de la media de la Eurozona, según los datos de Eurostat utilizados por la institución bancaria. Las expectativas del IPCC indican que la tendencia de días cálidos no hará más que subir en España, por lo que las inclemencias del tiempo no serán una cuestión de vida o muerte, como hace milenios, pero sí una cuestión de supervivencia económica.

Las renovables salvarán los costes energéticos

A todo esto hay que sumar que cada vez hay menos días fríos y más días cálidos. O lo que es lo mismo, cada año hay menos días de calefacción y más de aire acondicionado. Así se desprende de los indicadores denominados de grado día para enfriar y grados día calefacción (Cooling and heating degree days, en inglés), el indicador calorífico ha descendido un 27% entre 1979 y 2020 a nivel general, afirman desde Frankfurt (con datos de Eurostat), mientras que el grado día para enfriar sigue una tendencia al alza.

Desde la institución bancaria indican que la energía sufre encarecimientos por las temperaturas anómalas, lo que significa que las facturas eléctricas son mayores por el clima. Sin embargo, desde el BCE advierten que las diferentes regulaciones de los mercados eléctricos o los tipos impositivos pueden alterar el impacto de la energía. Del mismo modo, los investigadores afirman que “debido a la transición hacia un sistema energético basado en energías renovables, la relación entre el clima y el precio de la energía es susceptible de cambiar”.


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Pepe García
Redactor de la sección de Economía de Cinco Días. Estudió Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y cursó el Máster de periodismo UAM - EL PAÍS.

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