Cuando el empleo crece más que el PIB, el PIB sube más que el empleo
La afiliación de cotizantes a la Seguridad Social, la mejor vara de medir el empleo de cuantas se manejan en España, revela que en los últimos doce meses se han creado nada menos que 593.000 puestos de trabajo en el país, un 3,57% más. En términos absolutos la cantidad generada en el año hipotético que hubiere terminado en mayo es la misma que el propio Gobierno se ha marcado para el ejercicio natural 2015; y en términos relativos, ese 3,57% es bastante más que el crecimiento estimado para la economía, que es del 2,9% en la última actualización del Programa de Estabilidad enviado a Bruselas. Esta circunstancia merece ciertas explicaciones, sobre todo cuando tan vivo está el debate acerca de la calidad del empleo y de la desigualdad.
Es razonable que la ocupación avance a tasas similares a las que lo hace la producción en las primeras etapas de un ciclo económico expansivo, especialmente si el depresivo previo ha sido muy intenso, como ha sido el caso. Esto es: el ajuste previo del empleo habría sido superior al que la economía precisaba, en el cual las empresas habrían estresado en exceso sus plantillas, y la salida de la crisis proporciona una euforia de contratación igualmente exagerada, no del todo justificada por los fundamentales del negocio de las empresas.
Es igualmente razonable que el empleo se active con un crecimiento del PIB más modesto del que necesitaba antes de la crisis, dado que las reformas normativas se han encaminado a abaratar el coste del factor trabajo, desde los salarios hasta los depidos, pasando por las cotizaciones. Antes de la crisis la ocupación comenzaba a subir cuando la producción sobrepasaba avances del 2%, mientras que ahora lo hace cuando el producto crece un 1%. No sería posible, en caso contrario, que con solo siete trimestres de crecimiento de la economía, aunque ciertamente a tasas crecientes, el empleo haya avanzado ya en unas 800.000 personas: en agosto de 2014 había 16.250.000 cotizantes a la Seguridad Social, y ahora se contabilizan más de 17.100.000.
Si el empleo avanza a tal ritmo y de manera consistente, seguramente la variable que está infravalorada es el propio PIB, que podría estar moviéndose a una velocidad de crucero cercana al 4%. Ya hay estimaciones que cifran su avance intertrimestral en el periodo abril-junio en el 1,1%, que anualizado supone un avance interanual superior al 4%.
Hay que tener en cuenta también que la alta intensidad en la generación de nueva ocupación, independientemente de la naturaleza temporal de los contratos y los niveles bajos de remuneración, funciona como un dinamizador de la propia demanda (hoy hay casi un millón de personas con empleo que hace un año no lo tenían y cambian su comportamiento frente al consumo), y ceba las expectativas tanto de empleadores, como de empleados. De hecho, tales avances se están produciendo con dos de los motores tradicionales del crecimiento al ralentí, cuando no completamente parados: la construcción, con un avance muy incipiente, y el crédito, aún contractivo en su salvo vivo.
Si todo esto fuese solo literatura, la explicación lógica para que el empleo crezca más que la producción solo puede ser que se hace a costes muy inferiores a los del ciclo alcista precrisis, puesto que si fueren iguales a aquéllos, se estaría produciendo una pérdida alarmante de productividad-coste del factor trabajo, que solo podría corregirse de nuevo con ajustes ulteriores del empleo.