Alemania teme el efecto bumerán de los aranceles europeos
En el país se cree que la mejor forma de responder al proteccionismo chino es con una política económica conjunta en la UE
La rivalidad china es una nueva guerra fría para Alemania. China persigue el liderazgo económico, político y militar antes de 2050. Por eso, los debates en torno a cómo deben proceder Berlín y la poderosa industria del automóvil germana no cesan. Alemania teme a China; pero está indecisa ante la urgencia que ha impuesto EE UU con su arancel del 100% a los vehículos eléctricos del país asiático. ¿Son los aranceles la solución o provocarán un efecto bumerán indeseado?
La Comisión Europea decidirá a finales de octubre si impone los nuevos aranceles a largo plazo (durante cinco años), pero Alemania no lo ve claro. Su industria del automóvil –que depende de sus ventas a China–, sobre todo, teme la reacción de Pekín. BMW, Mercedes y Volkswagen advierten de que una gran parte de los coches importados de China son de las marcas Tesla, Renault, Dacia y BMW, que fabrican allí. HSBC calcula que los fabricantes automovilísticos alemanes facturan entre el 20% y el 23% de sus beneficios en la segunda economía mundial.
La Comisión Europea ha anunciado que sube los aranceles para compensar las subvenciones chinas al sector del automóvil. Pero los investigadores alemanes reclaman una política económica europea; no un muro frente a China. Moritz Schularick, jefe del Instituto de Economía Global de Kiel, dice: “No podemos ser espectadores ingenuos ante la reconfiguración del orden económico internacional. Habrá que definir intereses con una política industrial inteligente.” La encrucijada alemana es que el proteccionismo afectará a sus exportaciones. El efecto bumerán golpeará a los consorcios que producen en China. Además, Pekín ha anunciado represalias. En su punto de mira: aviones, productos agrícolas y coches de lujo europeos (sobre todo BMW, Porsche y Mercedes).
Un pronóstico de los expertos era que los coches eléctricos chinos inundarían el mercado europeo, hundiendo a los alemanes con coches asiáticos subvencionados como BYD, MG o Geely. Por ahora no se ven muchos eléctricos chinos en Europa. Eso podría cambiar; los fabricantes europeos están reaccionando. Citroen ofrece ya uno por 23.000 euros. Renault y VW están también en ello. La prensa especializada alemana apunta que el problema en este momento es que no hay mucha demanda, independientemente del precio. Ni caros, ni baratos. Según la Comisión Europea, los precios de los automóviles eléctricos chinos son un 20% inferiores a los de los modelos europeos. Los miles de coches BYD que llegaron en barco en febrero a Alemania no se han vendido. Parece que el precio (más baratos por estar subvencionados estatalmente) no es decisivo en Europa. Otros criterios que los europeos tienen en cuenta son la confianza en la marca y el producto y en el servicio posventa. Y en eso tienen las marcas europeas una ventaja. No obstante, la Comisión pronostica que la cuota de eléctricos chinos en la UE pasará del 8% actual al 15% en 2025.
La otra cara de la moneda es la dependencia del país asiático. Los fabricantes alemanes se benefician de las condiciones de producción en aquel país. Es el caso de BMW o de Mercedes, que fabrican allí series de modelos eléctricos completas que luego exportan a Europa. Estos coches serán ahora más caros. Además, China es el principal mercado de los fabricantes de coches alemanes. Incluso en el caso de que Pekín no respondiera con más aranceles, las empresas germanas lo tendrán difícil para defender su cuota de mercado allí. A Alemania no le queda otra que concentrarse en la fabricación de coches eléctricos competitivos.
La encrucijada de la economía alemana es que, aunque apueste por innovar y por una mayor competitividad, el bucle proteccionista afectará a su exportación. La industria del automóvil no quiere aranceles porque aumenta el riesgo de un conflicto comercial global y no mejora la competitividad del coche europeo. A Berlín tampoco le convence. El ministro de Transporte, el liberal Wissing, opina que la clave no está en más proteccionismo, sino en más competencia y mejores condiciones para la industria europea. Moritz Schularick propone concentrarse en Europa, hacer negocios con los socios europeos, más fiables, y concluir la unión bancaria y de capitales europea.
Alemania debate también si debería cambiar su modelo de negocio teniendo en cuenta su elevada dependencia del sector industrial y de las exportaciones. Los elevados precios de la energía están estrangulando su industria. Tras 20 años de beneficiarse de la globalización, Alemania se enfrenta ahora a un mundo en conflicto geopolítico y a un nuevo competidor, China, que le quita cuota de mercado en Sudamérica, África y Asia. Los chinos cuentan con buenos productos y con costes inferiores, pero también con subvenciones estatales hasta seis veces superiores que en Occidente. Europa debe reaccionar con una estrategia de política comercial propia. “Nos podemos defender con aranceles; pero la clave está en desarrollar una agenda de seguridad económica en determinados sectores. No podemos ser espectadores ingenuos ante la reconfiguración del orden económico internacional. Europa deberá definir sus intereses y defenderlos”, dice Schularick, que propone una política industrial inteligente, que incluya la apuesta por una industria de defensa europea.
¿Qué política industrial? Los investigadores ven pros y contras. Invertir en investigación y desarrollo es bueno. Subvencionar industrias agotadas, malo. La clave está en los sectores del futuro que ofrezcan ventajas comparativas. En cualquier caso, Europa no puede quedarse de brazos cruzados cuando EE UU y China financian masivamente a sus fabricantes. Europa es líder en robótica y en biotecnología, pero no en sectores como la inteligencia artificial.
Alemania no lo tiene fácil. El proteccionismo estadounidense obligará a China a reorientar sus exportaciones hacia Europa. Eso golpearía a los fabricantes alemanes, que avisan: Europa importa 40 veces más coches eléctricos que EE UU de China. Además, Europa deberá decidir si los millones de coches eléctricos procedentes de China, cuyos sensores informan a sus centrales, son un riesgo para su seguridad.
China quiere ser número uno en 2049. Convertirse en el líder económico, político y militar. Occidente le abrió sus puertas (OMC) y sus mercados, pero el bienestar económico no ha cambiado a China, no la ha hecho más democrática. Los institutos de investigación alemanes recomiendan que Europa actúe unida para sobrevivir a la lucha entre titanes. Los aranceles pueden ser una baza para reaccionar al proteccionismo chino, pero habrá que evaluar todos los factores. Por ejemplo, las subvenciones chinas abaratan la transformación verde mediante productos como el coche eléctrico y las placas solares. Al mismo tiempo, las subvenciones distorsionan la competencia, y, en 5 o 10 años, los sectores del futuro podrían estar solo en manos orientales. ¿Cómo reaccionará China a los nuevos aranceles europeos? Pekín ya está avisando. Una guerra comercial colapsaría en Europa las cadenas de suministro en las que interviene China. Cadenas que son además fundamentales ante los objetivos climáticos.
Lidia Conde es periodista y analista de economía alemana
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