Dos riesgos graves en el horizonte: uno a corto y otro a medio plazo
Crecen las voces que no solo desean, sino que afirman que la Reserva Federal de EE UU no bajará los tipos de interés y que es pronto para dar por doblegada la inflación
La semana pasada afirmábamos aquí que, dada la fortaleza de su economía, el Banco de la Reserva Federal de EE UU haría bien en no bajar los tipos de interés, al menos por el momento.
Coincidiendo con nuestro pensamiento desiderativo (o wishful thingking), ya empiezan a oírse voces que no es que lo deseen o no, sino que lo afirman. Una de ellas es la del economista jefe de la gestora de activos financieros Apollo, quien la semana pasada decía que esa subida de tipos de interés no se producirá en 2024, ya que la lucha contra la inflación se tendrá que prolongar durante todo el año.
También ha habido quien, como Larry Summers (que fue Secretario del Tesoro con Bill Clinton), exagerando esa postura, ha pronosticado que la próxima decisión de la Reserva Federal no será de bajada, sino de subida de los tipos de interés.
Al ser ese el resumen de la opinión del mercado y de algunas voces cualificadas, aunque minoritarias, sobre cómo y cuándo será el próximo movimiento de la Reserva Federal en lo que atañe a los tipos de interés, hay otros problemas sobre los que tomar medidas a muy corto plazo, y uno de ellos en este mismo mes de marzo.
Hay que recordar que la opinión minoritaria expresada más arriba sobre que es pronto para cantar victoria en la lucha para llevar la inflación en EE UU al 2% coincide con la expresada aquí y en la newsletter diaria de mercados financieros. Y no porque la inflación se vaya a descontrolar como en 2021, sino más bien porque lo probable es que la tasa anual del IPC norteamericano tenga una evolución en dientes de sierra a lo largo de 2024, con meses de bajada por puro efecto de base (la comparación con niveles de precios elevados 12 meses antes) y otros en que sucederá justamente lo contrario, además de que aún está por ver el impacto de que no se pueda navegar ni por el canal de Suez ni por el de Panamá. Lo que se une a gasto público sin freno y costes laborales unitarios muy altos, que no es probable que se vayan a relajar.
Pero lo primero es lo primero y, en cuestión de muy pocos días, la Reserva Federal tendrá que tomar una decisión importante: si renovar o no la línea de crédito excepcional y adicional que creó en marzo del año pasado para salvar a las entidades de crédito regionales de EE UU. Esa línea es el Bank Term Funding Program (BTFP), o programa de financiación a plazo para los bancos. Para poder utilizarla hay que aportar garantías que, para facilitar aún más las cosas, se valoran a la par. Los préstamos podían tener una duración de hasta un año, por lo que los primeros que se concedieron a 12 meses estarán a punto de vencer.
El acumulado en este momento de la financiación a través del BTFP asciende a 163.474 millones de dólares y en el mes de enero la Reserva Federal anunció que decaería el 11 de marzo.
¿Podrá permitirse la Reserva Federal el lujo de cancelar definitivamente el BTFP? Resulta dudoso, dado el nivel de precariedad en que siguen sobreviviendo los bancos regionales, entre los que ha destacado por la acumulación de problemas el Community Bank of New York, que se quedó con uno de los bancos fallidos hace un año. La Fed tendrá que decidirse entre cerrar esa línea de crédito sin más o cerrarla, pero permitiendo la refinanciación de ese elevado volumen a través de otro instrumento, existente o creado ad hoc.
La cifra, aunque es muy elevada, no responde claramente a las necesidades de financiación de los bancos regionales, pues se han estado produciendo abusos en su utilización por bancos que no lo necesitaban, pero que se acogían a ella, porque el tipo de interés cargado a los prestatarios era inferior a la rentabilidad que podían obtener después, llevando la cantidad financiada a rentabilizarla a tipo más alto al repo inverso de la propia Fed, abuso contra el que esta ya ha tomado medidas.
Así y todo, sigue siendo una cifra muy alta, cuya retirada sin más podría producir efectos no deseados: el fin del BTFP coincide con un momento de fuertes salidas de los depósitos de la banca estadounidense.
De fondo, además de estos problemas concretos, laten otros problemas de eventual gran entidad y, entre ellos, lo que vaya a suceder el día que el Banco de Japón se decida a subir sus tipos de interés, el yen empiece a fortalecerse y se produzca una estampida para salir de una operación financiera que ahora está sobrecargada y que se llama carry trade. Consiste en financiarse en yenes a tipo de interés cero para invertir en los EE UU a tipos de interés elevados o incluso en la misma Bolsa.
Se calcula que en la actualidad el carry trade supera los 20 billones (trillion) de yenes (unos 134.000 millones de dólares), por lo que una salida precipitada en masa puede desestabilizar los mercados de cambio de divisas y generar un evento financiero no previsto. Es decir, la caída de algún gigante que se pasó de apalancamiento. Así es como se producen las crisis financieras desde la Antigüedad, y así se siguen produciendo, según una regla muy elemental: la quiebra sucede cuando no se pueden pagar las deudas.
Juan Ignacio Crespo es estadístico del Estado y analista financiero
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