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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La guerra de los chips

La invasión de Ucrania tendrá consecuencias también en el mercado de los microchips, un sector que en 2021 movió 556.000 millones de dólares

La guerra entre Rusia y Ucrania también ha llegado a semiconductores y chips. Entre las sanciones impuestas por EEUU está la prohibición de exportar chips norteamericanos a Rusia, que ya están aplicando Intel y AMD. El primer chip de Intel tuvo por finalidad el funcionamiento de un submarino nuclear norteamericano en plena Guerra Fría con la URSS y, con esto, queda dicho todo…

La guerra por la primacía de los chips, mercado de 555.900 millones de dólares en 2021 (+21%), que da vida a todo sector de actividad que lleve componentes electrónicos, es el nuevo escenario de la Guerra Fría con China que implica a EEUU, Europa y, obviamente, China y, desde su invasión a Ucrania, también a Rusia.

La competencia por el diseño, investigación y fabricación de los chips (cabezas pensantes de los ordenadores o CPU, inventadas por Intel) es mucho más que una cuestión empresarial y económica. Se englobó bajo el paraguas de la segunda Guerra Fría desde el momento en que, en 2020, China declaró su objetivo de alcanzar la “primacía mundial absoluta en el diseño y fabricación de chips”. Entonces, Trump era presidente de EEUU y planteó una estrategia global de defensa y contraataque norteamericanos, frente al desafío chino.

China no dice cuánto invierte en el desarrollo de sus chips. Pero América, sí: 300.000 millones de dólares invertirá EEUU en el diseño, investigación y fabricación de chips en suelo americano. La cifra empequeñece los 43.000 millones de inversión europea para, “en 2030, fabricar el 20% de los chips” y no depender de EEUU y Asia.

Los 300 billones de dólares son fruto de la suma de la efervescencia legislativa de republicanos y demócratas en 2020, 2021 y 2022, sacando adelante leyes, con Trump y con Biden en la Casa Blanca, para impedir los objetivos de China y, sobre todo, recuperar el liderazgo en la producción de semiconductores. En 1990, 40% de los chips se fabricaban en América, hoy sólo el 12%, 78% en Asia (China, Taiwán, Japón, Corea del Sur y Singapur) y 10% en Europa.

En parte, la culpa de que la producción hoy esté mayoritariamente en Asia, la tienen las empresas americanas porque, con excepción de Intel, que diseña y fabrica sus propios chips y los de terceros (a esto último se le denomina Foundry), en estos años, los fabricantes de semiconductores decidieron diseñar en EEUU, pero subcontratar la fabricación a Asia porque los costes allí son un 70% más baratos. Aunque, por este fenómeno de deslocalización de la producción, se han perdido millones de puestos de trabajo, los fabricantes americanos lo justifican arguyendo que el precio de los ordenadores y, en general de las líneas blanca y marrón de la electrónica de consumo, es menor para el consumidor final y, también en los mercados empresariales (B2B).

En 2004, cuando quien escribe trabajaba en Intel, su cuota de mercado en microprocesadores era del 82% mundial: en algunos países era incluso mayor. Intel y Microsoft (Windows) dominaron la era de la computación con el duopolio apodado Wintel. Pero 18 años más tarde, todo ha cambiado. Apple y Microsoft están dejando de lado a Intel para fabricar sus propios chips. El caso de Apple es sangrante porque, cuando en 2020, la compañía anunció que dejaría de usar los chips de Intel para sus Mac, el argumento fue que “los nuestros son mejores”: toda una patada en la boca. Microsoft ha sido más elegante: sabe que todo lo que sube, baja y que, entre el monopolio con el sistema operativo Windows y el reinado actual de Satya Nadela, hubo una travesía del desierto con errores estratégicos, como la compra de Nokia, entre otros.

Pero ya sabemos que la humildad no es virtud fuerte de Apple, aunque Steve Jobs, su fundador, jamás lo hubiera consentido: porque Andy Grove (CEO de Intel entre 1987-1998) y autor de: Solo los paranoicos sobreviven, manual de cabecera del comportamiento del trabajador de Intel en los años de bonanza, fue su amigo y mentor; y por la admiración que despertaba a Jobs la empresa que dio nombre al Silicon Valley: Intel, con el silicio (arena) con que se fabrican los procesadores.

Además, a Intel le surgieron competidores serios en América, como AMD y NVIDIA, en un momento en que la dirección de la empresa cometía errores estratégicos: Intel rechazó en su día la oferta de Steve Jobs de fabricar los microprocesadores… ¡del iPhone! La compañía perdió el tren de la movilidad y del mercado más lucrativo de las tecnologías de la información y la digitalización. En Asia, Samsung y TSMC llegaron a superarla robándole el primer puesto del mercado. Y hoy, los tres, Intel, Samsung y TSMC están construyendo fábricas en América. Intel, una en Ohio y dos en Arizona, invirtiendo 20.000 millones de dólares (la mitad de lo que dice que invertirá Europa en fabricar sus chips).

Los 300.000 millones de dólares de EEUU salen de tres objetivos que se concretan en muchas leyes, que son piezas de un solo puzle: la seguridad nacional, el parar los pies a China y la recuperación del liderazgo mundial en la fabricación de chips, así como en su diseño e I+D. America Competes Act; U.S. Innovation and Competition Act; America Chips Act; y Leveling the Playing Field 2.0 Act son leyes que proveen el dinero para que EEUU recupere la primacía en el diseño y fabricación de chips en 2025 y solucione los problemas de la cadena de suministro.

Jorge Díaz Cardiel es Socio de Advice Strategic Consultants y autor de ‘El New Deal de Biden-Harris’

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