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Consejos para mejorar la digestión del CO2

El 60% de la huella de carbono se debe a nuestras emisiones

Vista aérea de una carretera que divide un monocultivo de soja en la región de Ribeiro Gonçalves, en Brasil.
Vista aérea de una carretera que divide un monocultivo de soja en la región de Ribeiro Gonçalves, en Brasil.WWF-Brasil

Usa bombillas de bajo consumo, los últimos electrodomésticos que han entrado en su casa tienen eficiencia energética A+, coge el transporte público para ir al trabajo y mantiene el termostato por debajo de los 21 grados centígrados. Lo está haciendo bien, sabe que la sostenibilidad es cosa de todos y el reciclaje no tiene secretos para usted.

Es una de esas personas que usa los contenedores azul y amarillo para evitar la emisión de 1,67 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera, el equivalente al de todas las centrales de carbón en España durante dos meses. Un 8% más en 2019 que el año anterior, señala Ecoembes. Según un estudio de la Cátedra Unesco, cada lata de aluminio recuperada produce un ahorro de 0,218 kilos de CO2. Y, latita a latita, la organización conseguía el pasado año reciclar 1.505.661 toneladas de envases.

¿Es suficiente? Ni mucho menos. Pruebe con las aplicaciones Oroeco, Carbon Track o Ecological Footprint. O escriba en su buscador “huella de carbono”. Encontrará calculadoras que miden la cantidad de gases de efecto invernadero que emite a la atmósfera en su día a día. Si tiene conciencia ecológica, seguro que registra menos de las cinco toneladas de CO2 que de media emite al año cada persona. Pero estará más cerca de esa cifra que del objetivo de dos toneladas para combatir el cambio climático.

¿La transformación ha de ser drástica? El mundo no puede esperar más. Los seres humanos vivimos como si dispusiéramos de 1,75 planetas. Y la cosa se pone peor a medida que aumenta la renta per cápita; los españoles necesitamos dos y medio y los estadounidenses, hasta cinco. Según WWF, el 60% de la huella ecológica de la humanidad se debe al carbono que tiene que absorber la atmósfera por nuestras emisiones.

La mayoría de las viviendas no tiene certificado de eficiencia energética

¿Está en nuestra mano mejorar? La buena noticia es que podemos introducir cambios en nuestro día a día para reducir nuestro impacto. La mala es que algunas soluciones escapan a nuestra voluntad y requieren de legislación e inversiones. Jesús Martín Hurtado, portavoz de Ecologistas en Acción, recuerda que el 92% de las viviendas del parque inmobiliario se construyeron antes de la entrada en vigor del Código Técnico de Edificación y la mayoría no cumple con los estándares de eficiencia energética necesarios para garantizar la climatización pasiva del hogar con un aislamiento adecuado.

Casas eficientes

Martín Hurtado apuesta por su rehabilitación y en ello coincide Enrique Segovia, director de conservación de WWF España. “Dentro de los nichos de empleo verde se encuentra la reforma de viviendas para que no pierdan energía en invierno y no se sobrecalienten en verano y podamos aprovechar las azoteas instalando paneles fotovoltaicos”, dice, remitiendo a su reciente informe Por una recuperación económica verde y justa.

Durante los meses de confinamiento, el teletrabajo y el pan casero han disparado el consumo eléctrico en los hogares, y puede que no sea el momento de reducir la potencia contratada para garantizar el autocontrol. Pero si el porcentaje de emisiones de CO2 que aparece en su factura de la luz no le convence, existen en el mercado compañías que producen energía 100% renovable, recomienda Segovia.

El consumo de carne reduce los bosques y su capacidad para atrapar la polución

¿Así de sencillo? No tanto. En ocasiones hay que replantarse las cosas dos o más veces. Por ejemplo, con el transporte, el gesto individual y colectivo con más huella de carbono. Porque cuando se elige un coche con motor de combustión o eléctrico hay que pensar que este último también emite CO2 en su producción y en la generación de la energía que necesita para rodar. Incluso, cuando se sustituye el vehículo privado por el transporte público hay que saber que no tiene el mismo impacto ambiental el tren o el metro que el autobús.

Lo mismo pasa con la ropa que nos ponemos o con la comida que llevamos a la mesa, posiblemente el gesto con más implicaciones en las emisiones de carbono. Particularmente la carne, por el proceso de producción de las grandes explotaciones y por la deforestación del Amazonas para proveer de soja a la ganadería intensiva, que “reduce la capacidad de los ecosistemas naturales para atrapar y almacenar el carbono de manera natural”, señala el portavoz de Ecologistas en Acción.

Tampoco el veganismo está libre de pecado. Porque no es lo mismo comerse en Madrid unos espárragos verdes de temporada cultivados en Aranjuez que hacerlo en el mes de diciembre después de que el manojo sobreempaquetado haya cruzado el Atlántico en avión procedente de Perú.

Entonces, ¿no existe la perfección? Como en casi nada, pero se puede mejorar. Apunte tres consejos para ir empezando: escoja prendas de calidad para prolongar su vida útil, compre alimentos de proximidad y dé largos paseos. Después de la cuarentena no hay nada que apetezca más.

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