El agente inesperado que nos obliga a replantearnos el modelo económico
La epidemia ha evidenciado la falta de mascarillas suficientes para una emergencia nacional, ¿qué nos faltará la próxima vez?
Tal como proponía el informe Brundtland (Naciones Unidas, 1987), la sostenibilidad consiste en satisfacer las necesidades de la presente generación sin comprometer las posibilidades de las futuras generaciones para satisfacer las suyas. Sin embargo, hace tiempo que tenemos un fundado escepticismo sobre que nuestro desarrollo sea sostenible: cambio climático, contaminación, agotamiento de recursos, desigualdad económica, envejecimiento de la población… Todos nos hemos ido concienciando en los últimos años de que hay que cambiar el modo de desarrollo, y tenemos por delante una tarea exigente, que las Naciones Unidas han concretado en la Agenda 2030 y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODSs). Como resume el Gobierno español: “los objetivos persiguen la igualdad entre las personas, proteger el planeta y asegurar la prosperidad como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible. Un nuevo contrato social global que no deje a nadie atrás”; en la misma línea se ha manifestado la encíclica Laudato si del Papa Francisco.
Yo creo que el consenso es bastante amplio entre ideologías políticas, credos religiosos u opiniones particulares; otra cosa distinta es hasta qué punto estamos dispuestos a tomar las medidas necesarias, a afrontar los costes económicos y personales que conlleva cambiar nuestro modelo de desarrollo. Pero, por lo menos, la mayoría parece que entendemos que hay que ir en esa dirección, aunque algunos arrastren bastante los pies.
Pero en el escenario se nos ha colado un agente inesperado: el Covid-19 y la pandemia que ha provocado. Aparte de la crisis sanitaria, que está afectando a prácticamente todo el mundo, aunque con diferentes intensidades, la crisis económica que se nos viene encima va a ser muy importante, y algunos de nuestros conciudadanos ya la están padeciendo. Para España, hay previsiones más o menos pesimistas sobre la caída del PIB, sobre el aumento del paro, sobre el cierre de empresas… provocados por la hibernación parcial de nuestra economía. La clave, en mi opinión, no es cuánto PIB se va a perder en 2020 respecto a 2019, lo importante es saber cómo va a evolucionar esta crisis: la primera pregunta es cuánto va a durar; si es larga todas las previsiones empeoran; pero suponiendo que superamos pronto el periodo de semi-hibernación, ¿seremos capaces de tener dentro de seis meses un tejido productivo equiparable al de un año atrás, o al menos no muy alejado de él? Si es así, y en esa línea entiendo que se mueve el Gobierno, la crisis económica se habrá saldado con un aumento de la deuda, inconveniente pero necesario en esta coyuntura; probablemente no será exactamente una recuperación en V, pero sí puede ser en Nike.
¿Cómo va a afectar todo esto a la lucha por la sostenibilidad? Dependerá, sin duda, de la duración de la crisis, de las posibles recaídas y del ritmo de la recuperación. Pero la historia económica nos enseña que, ante una crisis, puede haber tanto una tendencia a retrasar inversiones para priorizar el gasto corriente como lo contrario, y este segundo escenario podría ser muy conveniente para avanzar en sostenibilidad; se puede plantear un gran rescate de la economía invirtiendo en sostenibilidad. También sabemos que las situaciones complicadas son un acicate para las personas, estimulando su compromiso, su capacidad de innovación o su generosidad. ¡Ojalá aprovechemos la crisis para dejar atrás una forma de ser, en bastantes ocasiones, demasiado acomodada y poco autoexigente!
Además, habrá que diseñar protocolos para posibles recaídas o nuevas pandemias. No nos volvamos locos, no podemos duplicar el número de camas hospitalarias por si la pandemia se repite, pero sí se pueden tener dispuestos medios y guías de actuación para proceder rápidamente en tales casos. También habrá que replantearse la globalización: tiene muchas cosas buenas pero, sin llegar a la autarquía, ¿tiene sentido que Europa olvide hacer barcos por no querer ayudar a sus astilleros, o deje agonizar a su sector primario? Ahora nos hemos dado cuenta de que no teníamos mascarillas, ¿qué nos faltará la próxima vez?
La crisis del coronavirus también ha servido para afianzar el concepto de sostenibilidad empresarial. Las empresas han de cuidar su resiliencia ante las crisis, y es previsible que empresas más comprometidas con su entorno resulten más resilientes ante shocks económicos. Los datos proporcionados por MSCI nos dicen que los índices ESG (compuestos por empresas sostenibles) han resistido mejor esta crisis que los convencionales.
Fernando Gómez-Bezares es Catedrático de Finanzas de Deusto Business School
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