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Islandia: tierras heladas, refrescos y bacalao a punto de sal

Empresas exportadoras, procesadoras y de turismo como Pescanova, AQF CCEP, Islandia 66 o La Sirena triunfan en el país nórdico

CINCO DÍAS

España e Islandia distan 4.000 kilómetros que hoy, por vía aérea, pueden cubrirse en cinco horas. Antes, cualquier contacto suponía semanas de pelea con el océano Atlántico. Españoles e islandeses han sido pueblos rústicos y marineros y desde el siglo X se tiene constancia de la presencia de pescadores vascos en aguas fronterizas al ártico a la caza de ballenas.

Islandia ha sido celosa de sus bancos de bacalao y ha reservado a su flota el derecho de pesca. Los isleños secaban el pez abierto para conservarlo como una proteína correosa. Fueron los vascos quienes les enseñaron la técnica de la sal, que permite recuperar la textura por hidratación, asegura María José Bilbao, cónsul honoraria de Islandia en la cornisa cantábrica.

Ahora, los procesadores españoles han vuelto a revolucionar la forma de tratar el bacalao con una variante del salazón: el “punto de sal”. Condimentar los lomos en fresco con inyecciones controladas para consumirlos sin desalar, explica Joaquín Armesto, propietario de Atlantic Quality Fish (AQF).

Tecnología de la sal

Con cifras de 2018, Armesto pone en valor la relación preferente entre España e Islandia en pesquerías. De las 280.000 toneladas de bacalao anuales que Islandia tiene derecho a pescar en función del reparto mundial, España fue el destino de 60.000. “Solo el 3% se colocaron en la forma tradicional de hoja salada y el resto se comercializan a punto de sal”.

La intensidad a lo largo de años en las relaciones hispano-islandesas ha generado una tupida cadena de extracción y tratamiento del bacalao en la que se han colado las empresas españolas: exportadores como Atlantic Quality Fish o Icecod y procesadores y distribuidores como Alkorta, Copesco & Sefrisa, Dimar, Pescanova, Ubago, Elmar, Videla, Gibralfaro, Bormarket o La Sirena.

Elvira Méndez: “Es un país en vías de desarrollo donde está todo por hacer”

El infeliz protagonismo que la crisis financiera de 2008 otorgó a una pequeña isla perdida en medio del Atlántico sumado al increíble boom del turismo que desde entonces ha vivido en sus fríos paisajes volcánicos han enraizado en el imaginario global la convicción de que Islandia es una nación avanzada, una sociedad moderna. Por ello, sorprende que Elvira Méndez Pinedo, catedrática de Derecho Europeo de la Universidad de Islandia, califique de “contradictorio” al país en el que trabaja desde hace más de una década: “En realidad es una economía emergente”.

P. El mundo está convencido de que Islandia es una sociedad avanzada.R. La corona ha sido una moneda muy inestable y fue utilizada por la banca especulativa de medio mundo a comienzos de siglo, lo que terminó por golpear duramente a los islandeses con la crisis de la banca en 2008. Es un país contradictorio. Tiene fama de moderno, pero en realidad es una economía emergente. No tienes una peluquería de bajo coste, la banca es dependiente, no hay tiendas de novias de bajo coste, igual que el textil y el calzado. La compra por internet es escasa. Está todo por hacer.

P.¿Cuáles son sus fuentes de riqueza?R. Se basó tradicionalmente en la pesca. Después llegó la industria del aluminio, que es intensiva en energía, y la geotérmica, superabundante. Se dijo que era una opción de industrialización. En realidad es simple exportación de energía. En los últimos años el boom del turismo ha cambiado las relaciones de influencia. Esta industria ha crecido de una manera muy desordenada.

P. ¿Qué oportunidades encuentra el español?Hay mucho emprendedor y pequeño empresario español que han terminado en la isla por la vía de los matrimonios mixtos. Es difícil entrar, pero hay trabajo y la gente se termina integrando en la sociedad. Los problemas fundamentales son la lejanía, el idioma y el tamaño del mercado. El consumo es, en general, muy caro, gravado por el transporte, los seguros y los impuestos al no estar en la unión aduanera. Además, para establecerte necesitas un socio local.

En la planta de procesado de Islenskt Sjavarfang, a 10 kilómetros de Reikiavik, Joaquín Armesto da detalles de su actividad de exportador de pescado. “Mi trabajo consiste en el rastreo de la mejor materia prima en los puertos de Islandia. Incluye la compra, la gestión del transporte en contenedores de dos toneladas y el despacho de aduana”. Su empresa, AQF, distribuye en la Península Ibérica la mitad de su producto.

“En Portugal se sigue consumiendo el bacalao en hoja salada. En España desde hace 20 años ya no se seca”. El 40% del pescado que compra Armesto termina en Inglaterra, Holanda, Polonia o Dinamarca y el 10% restante va a Estados Unidos y China.

“El bacalao noruego y el ruso, los otros grandes extractores, es estacional y se pesca cuando desova. El islandés se captura todo el año y tiene un sabor diferente porque se cría en un entorno que recibe enormes cantidades de agua dulce que la isla expulsa con el deshielo”, explica Armesto.

Islandeses en España

Alicante y Canarias. Los islandeses descubrieron Mallorca en los años sesenta, cuando las Baleares eran el punto de encuentro de la tribu hippy. El ímpetu del amor y las flores aflojó y aquellos pioneros del sol de España compraron casas en lugares más tranquilos: se calcula que unos 5.000 islandeses tienen vivienda habitual en Torrevieja y en las islas Canarias. Así lo delatan los siete vuelos semanales que unen los aeropuertos de Reikiavik con los de Alicante y Tenerife, operados por Icelandair y por Wow, su compañía de bajos costes recientemente quebrada.

Margret Jonsdottir. Creó la compañía Mundo en 2011. Hace compatible su actividad empresarial con los cargos de presidenta de la Cámara de Comercio Hispano-Islandesa y de vicecónsul de España en Islandia. El objeto social de Mundo, explica, “es dar a conocer a los islandeses una España que va más allá de sus tradicionales asentamientos en destinos de sol y playa”. Jonsdottir precisa que aplica “una forma muy islandesa de concebir el turismo”, y enumera actividades realizadas en los últimos siete años. Desde rutas por el Camino de Santiago con colectivos “muy especiales”, hasta intercambios de jóvenes de ambos países.

Aranda de Duero y Zafra. Este año, medio centenar de niños islandeses pasan un mes en poblaciones de la España interior como Aranda de Duero y Zafra. En sentido contrario, 25 adolescentes españoles van a vivir con familias de Reikiavik. “Aprender inglés con gente que no lo tiene como lengua nativa resulta más fácil”.

La histórica relación entre vascos e islandeses se ha visto revitalizada con la recuperación del pidgin. La cónsul honoraria María José Bilbao explica que se trata un idioma comercial de unas 800 palabras que mezcla euskera y lenguaje nórdico. “Fue creado y utilizado para facilitar las relaciones comerciales a cuenta del bacalao entre vascos e islandeses”.

Catalanes

Las empresas españolas en Islandia son de pequeño y mediano tamaño. Las más grandes tienen su matriz en Cataluña. Copesco fue creada en 1853. Su fundador, José Daurella, comprendió que podía incrementar el volumen de importación a España al trasladar el bacalao en fardos. En las últimas décadas, tras la fusión con Sefrisa y la creación de la marca Royal, coloca más de 3.000 toneladas de pescado cada año.

Sol Daurella hace honor a la tradición del grupo empresarial familiar al ostentar el cargo de cónsul honorario de Islandia en Cataluña. Más allá del bacalao, y utilizando su condición de presidenta de la primera embotelladora independiente de Coca-Cola, capitaneó en 2015 una operación por la que, por una cantidad de 35 millones de euros, incorporó los activos de su embotelladora de Islandia (controlada a través de Cobega, la sociedad patrimonial de los Daurella) a la macrofusión europea de embotelladores de la bebida refrescante.

Con la suma de la española Coca-Cola Iberian Partners, la alemana Coca-Cola Erfrischungsgetränke y Coca-Cola Enterprises se creó Coca-Cola European Partners (CCEP), presente en 13 países (Islandia incluida) y con una facturación anual de 13.000 millones.

La sociedad marinera y rural de la isla sufrió un shock con el hundimiento de su banca en 2008 e inició una fulgurante diversificación. El crecimiento del turismo es espectacular.

Turismo

Miguel Pindado, director de la agencia Islandia 66, recuerda que en la década de los noventa solo viajaban “personas adineradas en vuelos privados para exclusivos tours de pesca”. En 2018, el número de extranjeros de visita en Islandia superó los 2,5 millones, según cifras oficiales que maneja Thorvardur Gudlaugsson, directivo de Icelandair. De España procedían 65.000. “Si tenemos en cuenta que la población de la isla es de 350.000 personas, salen a siete turistas por habitante. En España no llegan a dos”, hace notar Margret Jonsdottir, presidenta de la Cámara de Comercio Hispano-Islandesa

Tres agencias con propietarios españoles son corresponsables del milagro turístico. Diseñan expediciones para los viajeros nacionales deseosos de sumergirse en escenarios helados y volcánicos: Boreal Travel, de los hermanos cordobeses Alfonso y Joaquín Linares; Tierras Polares, del aventurero Ramón Larramendi, e Islandia 66, de Pindado, quien recuerda que la isla se puso en el mapa de los viajeros españoles en 1992, cuando acudieron los primeros mochileros. “El primer transportista fue la aerolínea pública Icelander, que inauguró un vuelo Reikiavik-Barcelona. El problema es que el billete superaba las 100.000 pesetas. Ahora, en euros, ningún viaje cuesta ni la mitad. El alojamiento era en granjas rurales con baño compartido”.

En 2018, el incremento de españoles de visita en Islandia fue del 40%. Pindado enumera tres segmentos de viajeros: jubilados, en programas de ocho días y siete noches, con los reclamos habituales (Círculo Dorado, cascada Gulfoss, aurora boreal); los adultos que dan la vuelta a la isla en un programa de coche y noche, y los mochileros que “se buscan la vida”. La bajada del precio de los vuelos es clave. Vueling (oferta 34.000 asientos) e Iberia Express, pero también Icelandair y Norwegian, suman 17 frecuencias semanales de Madrid y Barcelona a Reikiavik.

Rebeca Lombardo llegó a Islandia hace cuatro años sin saber inglés ni islandés. “Islandia es duro para los extranjeros. Es difícil conocer gente. Los emigrantes llegamos a la isla advertidos, pero ello no nos exime de dificultades”. Tras superar su propio aterrizaje forzoso, Lombardo gestiona en Reikiavik un gabinete con clases presenciales y en la red desde el que se da “soporte emocional” a una colonia de unos 500 hispano-parlantes aquejados por “síndrome de ansiedad a causa del clima y el aislamiento”.

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