300 empresas convierten a España en el primer inversor europeo de Argentina
Son corredores de fondo en el maratón de obstáculos e inestabilidad del gigante sudamericano
Reclamos luminosos en los edificios de Buenos Aires nos asaltan con nombres tan españoles como Galicia, para identificar a uno de sus mayores bancos; Martínez, enseña de una próspera franquicia de cafeterías; La Madrid, panadería para bocatas de turistas y aficionados junto a La Bombonera, el estadio del Boca. Ningún porteño las reconocerá como marcas extranjeras. Son emblemas tan argentinos como el tango o el bife de chorizo. Hurgando en la historia, el Banco Galicia fue fundado por emigrantes en 1905.
Café Martínez desembarcó en Buenos Aires en 1933 y en ocho décadas ha creado 160 establecimientos, alguno de ellos de vuelta en España. En Argentina hay 423.000 personas con pasaporte español, pero si se hace una encuesta, un tercio de la población alardea de antepasados en la Península Ibérica. La inversión española que se reconoce como tal es otra. Mapfre, NH, Zara, Barceló, San José, Dia, Prosegur.
Y así, hasta 300 firmas. Esta tercera o cuarta oleada transatlántica se produjo a partir de 1989. Los Gobiernos de Felipe González y del peronista Carlos Menem acordaron la participación de grandes empresas españolas (entonces en su mayoría bajo la esfera pública) en la privatización de 30 firmas argentinas.
Con perspectiva, aquella primera aventura global de la nueva España democrática arroja luces y sombras. El éxito ha acompañado a Telefónica, que adquirió la Empresa Nacional de Telecomunicaciones. El desastre lleva la marca Aerolíneas Argentinas. Un pozo negro por el que, vía SEPI, se colaron 3.000 millones de dinero público español.
Grupo Mapfre acaba de abrir su oficina número 15 en Buenos Aires. Salvador Rueda, gerente general en Argentina afirma que el crecimiento de la red “es consecuencia de una decidida orientación al cliente”.
Otro ejemplo es Dia. Nacida en 1979 en Madrid, la cadena de supermercados llega a Buenos Aires en 1996. Ahora cuenta con 400 supermercados. Mikhail Fridman, cuyo vehículo inversor controla ya el 69% del grupo de distribución gracias a la reciente opa lanzada, ha decidido que su plaza fuerte en Latinoamérica es Brasil, pero cree en la amplitud y resistencia del negocio en Argentina.
“Hemos mostrado lealtad en tiempos buenos y en tiempos malos”
El indicador de la intensidad casi simbiótica de las relaciones económicas entre España y Argentina después de que hace dos siglos, en 1816, la colonia americana se independizara de la metrópolis lo encontramos casi de inmediato. En 1884, a ambos lados del Atlántico se constituía, de manera simultánea, en Madrid, la Cámara de Comercio de España, y en Buenos Aires, la Cámara Española de Comercio de la República Argentina. Guillermo Ambrogi, en la sede de esta última institución, en la avenida Belgrano de Buenos Aires, señala: “En los 130 años de existencia de la Cámara ha habido mucha inversión, en ambas direcciones, y mucha historia”.
El gran salto inversor de España en Argentina se produjo en la década de los años noventa del pasado siglo.El Gobierno peronista de Carlos Menem planteó en aquel momento una macroiniciativa política que entonces se mal catalogó como de “privatizaciones”. Los bancos extranjeros vinieron de compras. El BBVA se quedó con Banco Francés y el Santander se hizo con Río. En realidad, fue una operación de venta de sectores enteros.
La intervención de las empresas españolas fue crucial.España se convirtió entonces en el primer inversor extranjero, y lo fue hasta la expropiación de Repsol YPF. No se trató de una inversión sectorial, sino multisectorial. Telecomunicaciones, banca, energía, distribución de gas, energía eólica, transporte, transporte de caudales, educación, libros, restauración, pesqueras... Trascendió de una operación coyuntural y, con el tiempo, ha demostrado ser estratégica.
El empresariado español ha sufrido todo tipo de crisis.En diciembre de 2001 la crisis del corralito provocó que muchas empresas se fueran del país, mientras que otras aguantaron. Lealtad es permanecer en los momentos difíciles. Y el empresario español ha mostrado lealtad en todas las crisis y con Gobiernos distintos. Las compañías españolas stán muy bien conceptuadas y se reconocen sus aportaciones tecnológicas, sus modelos de gestión y el dinero contante y sonante que han invertido.
Grupo Prosegur tiene una historia inversa a otras empresas. Fue creada por el argentino Herberto Gut en Madrid y hoy tiene un total de 400 sedes en 17 países, entre otros, Argentina.
A diferencia de otras aventuras internacionales que han permitido ejecutar espectaculares obras públicas en todo el mundo sin la obligación de una gestión posterior, en Argentina las empresas españolas han sufrido como corredores de fondo en un maratón de obstáculos. José Liñán Lozano, gerente de la filial de Santillana (Grupo PRISA), confirma: “En Argentina invertimos a largo plazo. Nos hemos comido todas las crisis y, en ese sentido, nos comportamos como empresas locales”.
Banca y mundo editorial
José Liñán Lozano. El gerente general de Santillana nació en Granada pero lleva dos décadas en Argentina. La editorial desembarcó en Buenos Aires en 1963 y su compromiso se expresa en una plantilla de 300 empleados y la reciente compra de sus competidoras locales Kapelusz y Norma. Su negocio fundamental es la venta de los libros de texto. “Una actividad en transformación. Mantiene su soporte en papel, pero vinculado a una plataforma con contenidos digitales”, afirma. El modelo de negocio y la tecnología que se aplica tienen su origen en España, pero con “importantes aportaciones en el continente”. Santillana reproduce esta actividad en 23 países latinoamericanos.”El libro de texto no es exportable. Los contenidos los definen los Gobiernos de cada país año a año y los plasman un autor, un ilustrador, un maquetista. El único y potente común denominador es el idioma”.
Entidades financieras. Los bancos españoles, y en general la banca, viven en Argentina una etapa dorada, señala Federico Rivas. Las fluctuaciones de cambio de moneda permiten obtener réditos con el menudeo diario. Al no existir líneas populares de crédito, el riesgo tiende a cero. Las empresas, por ley, pagan a sus empleados vía las conocidas “cuentas sueldo”, lo que le supone a la banca “una increíble inyección de efectivo”. El dinero a plazo recibe intereses del 26%. El interés de préstamo oscila entre el 40% y el 70%.
Pablo Armagni, director de comunicación de Telefónica Argentina, va más allá; “Nuestra corporación es local. La definimos como multidoméstica. Su staff es argentino; ha creado 15.000 empleos directos y otros tantos indirectos en el país. Lo único español es su capital”. Federico Rivas, de la corresponsalía del El País en Buenos Aires, confirma la disyuntiva. “Aquí las empresas aprenden a vivir en una situación volátil, o se han ido”.
RTS en una empresa española que realiza informes periciales sobre siniestros para las aseguradoras en función de las compensaciones pactadas en la póliza. Se encuentra en el 5º puesto del ranking mundial del sector. Tiene 19 delegaciones con 200 empleados en América Latina, de los que 24 están en Buenos Aires. Ha auditado incendios, averías de centrales eléctricas y ha defendido a más de 20.000 clientes victimas de un apagón. David Castillo, director general de RTS para Sudamérica, añade más ingredientes al cóctel.
“El inversor extranjero está acosado por la inestabilidad, el ajuste, la inflación. La inseguridad jurídica asalta con cada Gobierno que cambia los principios de acción, las leyes y los procedimientos”, dice. Como ejemplos, el culebrón de Aerolíneas vivió una agonía de 20 años hasta su reestatalización.
La intervención de Repsol YPF en 2012, añade, por su parte, Liñán, fue una operación fulminante, “propia de los hombres de Harrelson”. “Cristina Kirchner puso en jaque a los inversores internacionales”, asegura Rivas.
Interferencia política
El cierre de la etapa de los Kirchner ha variado cosas, pero no tanto. Castillo indica que “la presidencia de Mauricio Macri puso de moda a Argentina entre los inversores. Basó su plan en la realización de obra pública a tope. Todos pensábamos que 2018 iba a ser un año tranquilo y nos encontramos con la intervención del FMI. Ahora enfrentamos la incertidumbre de unas nuevas elecciones”.
Para Liñán, “a las empresas españolas les va peor con Macri que con los Kirchner”. El principal punto de fricción, los planes de digitalización. Pablo Armagni es cauteloso al describir los desencuentros con Macri.
“Telefónica tiene vocación de convergencia de telefonía y multimedia, y en ello apoya la política del Gobierno. No obstante, cree que las decisiones del Ejecutivo no generan simetría y Telefónica no es la firma beneficiada”, dice. En su postura de equilibrio, la corporación “quiere dejar claro que mantiene sus compromisos de inversión y acelera el despliegue de telefonía móvil en 4G y de la red de fibra, pese a estas diferencias”.