La exportación de chips holandeses expone las carencias de la UE
La restricción de La Haya a ciertos envíos a China señala que los Estados mantienen la mayor parte del poder
En lo que se refiere a quién puede comprar el equipamiento de fabricación de chips más avanzados del mundo, la localidad holandesa de Veldhoven, de 46.000 habitantes y sede de ASML, tiene más influencia que los 27 países de la UE. Esto sitúa a Países Bajos directamente en la mesa de negociación con Joe Biden sobre las restricciones a lo que su gigante nacional puede vender a China. También pone de manifiesto una laguna en la autoridad de la UE.
Pese a que la regulación europea de 2021 establece una política de control de las exportaciones, los Estados deciden cuándo invocar la seguridad nacional. Eso contradice las aspiraciones del bloque en política industrial. Un código de conducta más unificado o una unidad de propósito aumentarían la credibilidad del bloque, pero por ahora los países tienen la mayor parte del poder.
En octubre, como parte de su presión para limitar el uso por parte de Pekín de los chips más avanzados para alcanzar y superar a EE UU en capacidades militares e IA, Biden impuso restricciones a su exportación a China. Dado que ASML es uno de los muy escasos productores importantes de las máquinas avanzadas que ayudan a configurar los chips, la Casa Blanca ha presionado a Holanda, así como a Japón, para que sigan su ejemplo.
Los holandeses ya habían restringido en 2019 las exportaciones de máquinas de litografía EUV, el kit de gama alta de ASML. El 8 de marzo, poco después de una reunión con Biden, La Haya anunció que probablemente ampliaría los controles de exportación a partes de las máquinas DUV, las siguientes en sofisticación.
En el caso de los chips de gama alta, el efecto sobre uno de las pocas big tech europeas parece soportable. El CEO de ASML, Peter Wennink, dice que China supondrá el 15% de las ventas en 2023. Wennink tiene una cartera de pedidos que le ha permitido mantener las expectativas para 2023, y cree que las ventas chinas crecerán un 25% incluso con las restricciones.
Una cuestión más general es el impacto en la UE. Por ejemplo, si un solo Estado aplica controles, presiona a los otros 26, sostienen Tobias Gehrke y Julian Ringhof, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. Al fin y al cabo, si otro miembro comprara un sistema restringido y luego tratara de exportarlo a China, socavaría tanto los controles holandeses como çel mercado único.
La próxima estrategia de seguridad económica de la UE, prevista para el día 20, intentará hallar un terreno común sobre quién debe poder comprar tecnología sensible hecha en el bloque. Pero la UE se enfrenta al difícil equilibrio de restringir las capacidades de Pekín en los chips y mantener al tiempo lazos clave con un socio comercial de primer orden, sobre todo cuando aún no ha descubierto qué hacer con la dependencia de las cadenas de suministro chinas.
La jefa de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, ha sentado las bases para reducir el riesgo sin cortar los lazos. Pero para ello hace falta que presente una solución intermedia aceptable y que los Estados se pongan de acuerdo. Hasta entonces, a Washington le resultará fácil presionar a más países para que acaten su disciplina.
OPV de Arm
El jefe de SoftBank, Masayoshi Son, debe de estar respirando aliviado por la próxima salida a Bolsa de su diseñador de chips Arm. Hasta hace poco, parecía dudoso que fuera capaz de recuperar los 32.000 millones de dólares que pagó en 2016 por el grupo británico. Dos tendencias recientes están cambiando esta situación.
Un impulso útil puede venir de Intel, que está en conversaciones con SoftBank para convertirse en un inversor ancla en la prevista cotización de Arm en Nueva York a finales de año. Intel está tratando de hacer un mejor uso de su capacidad de fabricación produciendo chips para terceros, en vez de solo para sí misma. En abril anunció su plan de colaborar con Arm para garantizar que las fábricas de Intel puedan producir chips basados en los diseños de la británica. Tomar una participación en el capital consolidaría aún más esa relación y permitiría a Son sostener que un rival potencial está ahora invertido en el éxito de Arm.
El segundo golpe de suerte, y quizá más importante, es el frenesí de valoraciones de las firmas relacionadas con la IA, como Nvidia. Algo de esa gloria debería contagiarse a Arm. En 2020, Nvidia intentó comprársela a SoftBank por 40.000 millones, en parte porque la arquitectura fundamental de chips de la británcia es útil para aplicaciones de IA y otras que requieren una gran carga de trabajo computacional. La operación chocó con los reguladores de la competencia, pero Son sin duda hará hincapié en la conexión entre ambas cuando presente la oferta a los inversores.
El valor de Nvidia es 24 veces sus ingresos anuales, según los analistas. Si aplicamos esta cifra a los 3.000 millones de ingresos que Jefferies prevé para Arm este año, valdría más de 70.000 millones, deuda incluida. Según Bloomberg, ese es el techo de lo que los banqueros de Son esperan conseguir con la venta de acciones.
Aun así, el riesgo para Son y los posibles inversores es que el bombo de la IA sea exagerado. La valoración de Nvidia es una anomalía en cualquier caso. Los 10 mayores miembros del Philadelphia Semiconductor Index, la referencia clave del sector, cotizan de media a 10 veces los ingresos, lo que implica un valor para Arm de 30.000 millones. La esperanza de Son para superarlo es argumentar que la fiebre del oro de la IA será sostenible.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías
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