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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las grietas que puede abrir en Europa la ‘guerra de los chips’

La futura fábrica de Intel en Alemania, en riesgo de frustrarse, es vital no solo para la economía germana, sino para el conjunto de la comunitaria

CINCO DÍAS
Componentes de chips del fabricante estadounidense Micron.
Componentes de chips del fabricante estadounidense Micron.REUTERS

Tras meses de idas, venidas y rumores, la futura fábrica de semiconductores que Intel quiere levantar en Magdeburd, al este de Alemania, podría quedarse en el aire, tras la negativa del ministro de finanzas del país, Christian Lindner, a aportar fondos extras para el proyecto, de 17.000 millones de euros, de los cuales Intel reclama ahora 10.000 millones al Ejecutivo alemán frente a los 6.800 del acuerdo inicial. El conflicto puede dar al traste con un proyecto que no solo es vital para la economía alemana, sino también para la europea, inmersa en el reto de asegurar su independencia tecnológica y de posicionarse en la denominada guerra de los chips frente a EEUU y Asia.

La obsesión mundial por invertir en fábricas de semiconductores es consecuencia directa de la crisis de desabastecimiento que vivió esta industria tras la pandemia de Covid 19, un ejemplo de manual de lo que ocurre cuando una economía globalizada y altamente intensiva en tecnología depende fuertemente de una industria estratégica, de demanda cíclica y nutrida por escasos puntos de producción, todos ellos concentrados en terceros países. La apuesta europea, que pivota en torno a un programa de más de 40.000 millones de euros, tiene como objetivo lograr que en 2030 el 20% de los chips del mundo se produzcan en la UE, un ambicioso plan que tiene que competir con la potente apuesta de EEUU, cuyo montante de inversión es de 52.000 millones de dólares en fondos directos, así como con la de China. Las tensiones con Intel llegan poco después de que Bruselas haya reforzado la estrategia europea con una nueva línea de financiación, que podría añadir 8.000 millones de inversión pública y 13.700 millones en capital privado.

Por extraordinarias que resulten estas cifras para el Viejo Continente, Europa corre el serio riesgo de quedarse rezagada en el desarrollo de una industria cuyos componentes son fundamentales para diferentes sectores industriales, desde el automóvil a las criptomonedas, y que se ha convertido en una suerte de oro negro para las economías globalizadas.

En ese contexto, la posibilidad de que Intel desista de construir su fábrica no solo en Alemania, sino en la UE, supondría un duro golpe para las expectativas comunitarias, dada la competencia feroz de Washington y Pekín por atraer proyectos. Sin embargo, esta no es la única tensión que amenaza a Europa, donde hay quien apunta ya a que la carrera de los Estados por adjudicarse proyectos pondrá en evidencia las diferencias intracomunitarias en músculo financiero y puede hacer necesaria la introducción de elementos de corrección a la hora de administrar las ayudas millonarias.

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