La marcha atrás de Trump sobre México y Canadá no ahuyenta al fantasma de la inflación
La tregua temporal acordada por el presidente de EE UU mantiene la incertidumbre sobre las posibles consecuencias de una guerra comercial
Eran un arma negociadora. Algunos analistas especulaban con que las amenazas comerciales del presidente de Estados Unidos se quedarían en eso, en bravuconadas con las que obtener a cambio compromisos de los países chantajeados. Y la realidad está dándoles la razón. Al menos en parte. Cuando parecía que con los gravámenes a Canadá, México y China, y la respuesta de los afectados, la sangre ya había llegado al río, Trump hizo de Trump y dio de forma repentina marcha atrás en las tarifas más agresivas, las previstas para México y Canadá, después de que ambos se comprometieran a reforzar sus fronteras. La suspensión por un mes, sin embargo, solo sirve por ahora para ganar tiempo, pero no frena la incertidumbre. Y las previsiones macroeconómicas que antes barajaban los expertos de las principales instituciones financieras se enfrentan a un reajuste, al aparecer en la ecuación un factor, el de la guerra comercial, que antes solo estaba en la lista de posibles.
Por movimientos como el de este lunes, de aplazar los previstos para México y Canadá, el Banco Central Europeo ha evitado en todo momento dar por sentado que los aranceles llegarían. En la misma línea comunicativa que sigue la Comisión Europea, de no utilizar las hipótesis como hechos consumados, por más probable que sean, Fráncfort ha presentado los gravámenes como un riesgo más, junto a otros como alzas salariales inesperadas, o nuevos shocks energéticos por las guerras en Ucrania y Oriente Medio. Ahora, con Trump coqueteando con pasar de las palabras a la acción, todo cambia: el BCE afronta un nuevo escenario en el que tendrá que analizar hasta qué punto afecta la guerra comercial a sus perspectivas de crecimiento e inflación. Eso incluye determinar si conviene ser más prudente en la rebaja de tipos o por el contrario, el golpe al crecimiento vuelve conveniente profundizar en la política de recortes que le ha empujado a bajar el precio del dinero cinco veces en las últimas seis reuniones.
En las últimas semanas, son muchas las veces que le han preguntado a Lagarde si los aranceles de Trump son inflacionistas. Su respuesta en la rueda de prensa de la reunión celebrada la semana pasada, como buena banquera central, tendió a la ambigüedad. “Es mucho más complicado que decir si “es inflacionario o deflacionario”, aseveró. El BCE estima que hay muchos factores por analizar antes de sacar conclusiones, porque hay varias fuerzas en tensión tirando en direcciones opuestas: por un lado, las represalias por parte de los países golpeados pueden empeorarlo todo, pero también hay que calibrar sus efectos sobre la actividad, dado que si el intercambio de golpes reduce el crecimiento global y la demanda cae, los precios también tenderán a moderarse. “Lo único que sabemos con certeza es que tendrá un impacto negativo global”, añadió Lagarde.
Si el republicano cumple su palabra, lo cual, vistos sus continuos cambios de opinión, no está para nada garantizado, Europa no quedará exenta de recibir su propia ración de aranceles. Eso alteraría la recuperación. Lagarde pronunció diez veces la palabra comercio el pasado jueves. “Si las tensiones comerciales no se intensifican, las exportaciones deberían respaldar la recuperación a medida que aumenta la demanda mundial”, auguró, poniendo un pero. “Una mayor fricción en el comercio mundial podría afectar el crecimiento de la zona euro al frenar las exportaciones y debilitar la economía mundial. Una menor confianza podría impedir que el consumo y la inversión se recuperen tan rápidamente como se espera”.
De momento, solo el anuncio de los aranceles ya ha tenido impacto: la revalorización del billete verde frente al euro, con el que roza la paridad, es inflacionista, porque encarece las compras en el exterior de productos que se venden en dólares, como el petróleo o el gas, de los que Europa es muy dependiente. Ese fortalecimiento del dólar podría vivir un nuevo arreón en caso de anunciarse gravámenes contra Europa. “Si Trump cumple su amenaza de imponer aranceles más altos a las importaciones de la UE, eso ejercería una presión a la baja sobre el valor del euro frente al dólar”, dice por correo electrónico Robert Triest, profesor de Economía en la Northeastern University y vicepresidente de la Reserva Federal de Boston entre 1995 y 2018.
Además, las cadenas de suministro tienden a ser cada vez más globales, por ejemplo, en productos complejos como los semiconductores, que cruzan diversas fronteras antes de estar disponibles, por lo que el hecho de que Europa no haya recibido todavía aranceles no significa que los encarecimientos no vayan a producirse en determinados bienes si la guerra comercial toma forma.
Todo eso está siendo ya objeto de estudio por parte del personal del BCE, aunque se desconoce hasta qué punto aparecerá recogido en las próximas previsiones macroeconómicas que presenta el 6 de marzo, justo el día en que se da por hecho otro recorte de tipos, el quinto consecutivo. Con una inflación del 2,5% en la zona euro, aparentemente bajo control, el Eurobanco pretende dar por cerrada oficialmente este año la crisis inflacionista, pero la escalada comercial podría alargar esos plazos o acortarlos. “Los aranceles [sobre Europa] probablemente serían inflacionarios en el corto plazo y deflacionarios en el medio plazo, ya que prevalecerá el impacto negativo sobre el crecimiento”, sostiene Lorenzo Codogno, exsecretario del Tesoro italiano.
Cualquier cambio de decisión en la política de tipos tendría efectos sobre los hogares europeos en materias como la vivienda, dado que la cuota de los hipotecados a tipo variable solo seguiría abaratándose si el BCE continúa con los recortes del precio del dinero. Y en enero, ante la mayor incertidumbre, ya se ha cortado una racha de caídas del euríbor que duraba nueve meses. Este lunes, sin embargo, la primera reacción de este indicador a los aranceles anunciados por Trump fue una fuerte caída, del 3,29%, lo que sugiere que por ahora concede más peso a la ralentización económica que puede causar la guerra comercial que a un recrudecimiento de la inflación.
Trump se presentó durante la campaña ante los inversores como un amigo del mercado. Buena parte de las firmas de inversión predijeron para este año una continuidad en el rally que ha empujado a Wall Street y las criptomonedas a máximos históricos gracias a sus políticas de rebajas de impuestos y desregulación. Sin embargo, en lo que va de 2025 el comportamiento de la Bolsa estadounidense está siendo peor al de la europea, y el conflicto arancelario recién abierto está causando volatilidad y jornadas en rojo, lo que amenaza con erosionar el apoyo de parte de su electorado.
Además, con la Reserva Federal pausando las rebajas de tipos de interés tras el repunte de la inflación en diciembre del 2,7% al 2,9%, y el comentario de que “la inflación sigue siendo algo elevada”, presente en el último comunicado de Jerome Powell, Trump se arriesga a que un error de cálculo devuelva los precios a cotas más elevadas, lo cual minaría el argumento que tanto ha utilizado de que la inflación fue culpa de su antecesor, Joe Biden. El FMI, en la reciente actualización de sus previsiones económicas, advirtió de que los aranceles, las rebajas de impuestos y otras medidas que propugna Trump pueden generar inflación en EE UU e impedir a la Reserva Federal seguir bajando los tipos, lo cual acrecentaría la brecha con el BCE, que planea otros dos o tres descensos si finalmente la inflación no da sorpresas y se mantiene a raya.
Una marcha atrás anticipada
Ante una personalidad tan imprevisible como la de Trump, ya había quien anticipaba el escenario de una marcha atrás en los aranceles. El banco de inversión suizo UBS afirmaba este lunes en un informe que no espera que los aranceles del 25% sobre Canadá y México se mantuvieran mucho tiempo. “La administración Trump no querría poner en peligro el crecimiento económico de Estados Unidos ni correr el riesgo de una mayor inflación al dejar los aranceles vigentes por un período prolongado, y la volatilidad significativa del mercado de valores podría llevar a un cambio de enfoque. Esperaríamos que los grupos industriales que representan a las empresas en las fronteras norte y sur presenten impugnaciones judiciales y presionen para su eliminación”, señaló.
Los analistas de UBS estiman que la medida puede ser una argucia para acelerar la renegociación del tratado de libre comercio entre los tres países norteamericanos (el T-MEC), y no descartaban que, tal y como sucedió con Colombia en el asunto de las deportaciones, México y Canadá también acabaran haciendo concesiones “incluso si su respuesta inicial ha sido anunciar represalias”. Horas después, México anunciaba el despliegue de 10.000 agentes en su frontera para combatir el narcotráfico y la inmigración irregular, y Canadá prometía reforzar su frontera con nuevas inversiones en seguridad y mediante una fuerza conjunta con EE UU para combatir el fentanilo, el lavado de dinero y el crimen organizado. Trump a cambio, aceptaba parar los aranceles a ambos países, un paso que calmó a los mercados y a la vez sirve a Trump para sacar pecho de la efectividad de sus políticas de intimidación comercial.
Norbert Rücker, de Julius Baer, también estuvo entre los que vaticinaban que Trump daría marcha atrás, aunque no esperaba que fuese tan rápido. “Nuestra opinión no ha cambiado. Los aranceles comerciales son, ante todo, una herramienta de choque utilizada para las negociaciones. Su imposición debería seguir siendo temporal, con impactos inflacionistas algo contenidos dentro de EE UU y significativos impactos deflacionistas fuera del mercado estadounidense”, apuntó.