¿Y si vuelve Trump? Guía para inversores
Una segunda presidencia no implicaría ni una catástrofe ni una panacea para los mercados financieros
No se van a librar de una avalancha de información sobre las elecciones americanas. El runrún empezará en cuanto pase la reunión de la Reserva Federal de junio. Para cuando vuelvan de sus vacaciones de verano los medios estarán inundados de información electoral. Para ahorrarles cientos de horas hemos creado una breve guía sobre qué cabe esperar si Trump vuelve a ganar, con el ánimo de que puedan dedicar septiembre a volver al gimnasio con tranquilidad.
Antes de empezar, una obviedad. La predicción debería ser sencilla, porque Trump ya gobernó. ¿Podría cambiar en su segunda presidencia? En política hemos visto algún caso. Alan García, por ejemplo. Fue presidente de Perú entre 1985 y 1990 y sus políticas populistas—nacionalización de la banca, suspensión de pagos de deuda exterior—hicieron al país retroceder a niveles de renta per cápita de 1960. En 2006 volvió a ganar las elecciones y llevó a cabo una política radicalmente diferente, con acuerdos de libre comercio y contención del gasto, que expandieron la economía un 7% anual.
¿Podría un segundo Trump ser significativamente diferente al primero? Podría, pero nadie lo cree. Entonces, ¿qué esperar de un retorno de Trump?
Primero, un incremento del déficit público. A ambos candidatos les gusta gastar, pero a Trump, además, le gusta recortar impuestos. Hacerlo simultáneamente genera un problema fiscal serio, sobre todo si la legislatura empieza con un 5,6% de déficit en 2024 y supera el 6% en 2025, como prevé la Oficina de Presupuestos del Congreso Americano. En Europa el agujero anual ronda el 3,5% del PIB y va a ser complejo llevarlo por debajo del 3%. El impacto en los activos financieros es triple. En primer lugar, el gobierno aumentaría la cantidad de bonos en el mercado para pagar ese déficit, presionando los tipos de interés al alza. Si quieres que te presten 200 millones tienes que pagar un tipo más alto que si solo necesitas 100. Segundo, con los tipos altos, la Bolsa perdería atractivo. Muchos inversores conservadores viven la Bolsa como una fuente de dividendos, pero el pírrico 1,4% que ofrece el S&P 500 en rentabilidad por dividendo no puede competir con el 4,6% que ofrece el bono a 10 años. La diferencia es abismal y tardará mucho en cerrarse. Un recorte de impuestos a las empresas podría impulsar la Bolsa, como ocurrió cuando llegó al poder en 2016, pero, aunque probablemente extienda las exenciones fiscales existentes, los expertos creen improbable que se añadan otras nuevas. El tercer impacto de un déficit disparado sería un dólar más débil, aunque esto depende de si se dispara la inflación o no. Un dólar barato sube la inflación —las importaciones son más caras— pero aumenta los beneficios repatriados. Recordemos que el 60% de los ingresos de las cotizadas en el S&P 500 vienen de fuera, y con un dólar débil lo generado fuera luce más.
El segundo rasgo clave de una administración Trump sería el incremento del proteccionismo. Se habla de aumentos de aranceles de alrededor del 10% para todos los socios comerciales, y de un 60% para China. La motivación es la promoción de la industria local, argumento muy popular entre los votantes republicanos. Pero a estas razones se añaden las de interés estratégico. La pandemia y la llegada de Trump rompieron numerosos acuerdos globales de comercio. Muchos gobiernos concluyeron que, en momentos de crisis, no se puede confiar en una cadena de producción localizada en el extranjero. De hecho, Trump ha hablado de un plan para eliminar las importaciones chinas en sectores clave en cuatro años. Los intereses estratégicos pasan a primar sobre los económicos. Los grandes perdedores son los consumidores, que tendrán que pagar más por lo mismo. Los ganadores, empresas que no serían competitivas a nivel mundial pero que lo son a nivel nacional en sectores como energía renovable, defensa, salud (medicamentos y vacunas), semiconductores, o alimentos, empresas que ayuden con la automatización del empleo y activos que protejan contra la inflación, como los terrenos agrícolas. Algunas gestoras ya han sacado fondos especializados en invertir en estas tendencias.
En tercer lugar, aumentaría la presión sobre la Reserva Federal para reducir y mantener los tipos bajos. La reelección de Powell —que se ha mantenido inalterado ante la presión de Trump en el pasado— se antoja improbable en 2026. Con la Fed bajando tipos y el gobierno gastando, volveríamos a ver una curva “normal” en la que cuesta más endeudarse a largo plazo que a corto.
Cuarto, Trump impondría un giro de timón en política energética. Se acabarían las ayudas a renovables y se relajarían las restricciones a la energía fósil, impulsando un sector que pasa por un mal momento, con caídas de beneficios del 25% en el primer trimestre de este año.
Por último, con toda probabilidad una presidencia de Trump implicaría un menor compromiso americano en el exterior. El apoyo a Ucrania y a Taiwán se haría más tibio, creando incentivos expansionistas en Rusia y China. Si a esto añadimos la impredecibilidad de Trump, el riesgo de volatilidad aumenta enormemente, y con él la demanda de activos refugio, como el oro y el petróleo.
Para terminar, tres advertencias para que no se tomen muy en serio las opiniones categóricas que se encontrarán.
Primero: que Trump no sea bueno para la Bolsa no implica caídas en Bolsa. El entusiasmo acerca de la inteligencia artificial (IA) tiene aún recorrido. Trump podría ser un lastre, pero no un motivo de colapso. Además, solemos sobrevalorar la influencia de un gobierno en el rendimiento de la Bolsa. Por ejemplo, Trump influye en la regulación energética, pero en su presidencia, el sector energético fue el que peor lo hizo (-55%) entre los 11 del S&P 500.
Segundo: el proceso de desglobalización no lo empezó Trump, ni lo revirtió Biden. Una presidencia republicana aceleraría el proceso, pero son dinámicas que llevan décadas formándose y que seguirán independientemente de quién gobierne.
Y tercero: el resultado de la elección al congreso es tan (o más) relevante como el nombre del ganador. Un presidente que gobernara con el congreso de EE UU en contra apenas tendría opción de hacer reformas, buenas o malas. De hecho, los inversores prefieren esta opción.
En resumen, por muchos titulares alarmantes que lean, una presidencia de Trump no sería ni una catástrofe ni una panacea para los mercados financieros.
Francisco Quintana, director de Estrategia de Inversión de ING España.
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