¿Por qué los economistas prefieren la inflación al nivel de precios?
El dato positivo es poco alivio para las economías domésticas cuyos ingresos no han crecido al mismo ritmo que los precios
El pasado jueves el INE publicaba el dato adelantado de la inflación del mes de agosto. Su tasa interanual, del 2,2%, y de la subyacente, del 2,7%, indican que la inflación ya estaría casi controlada. Sin embargo, una menor inflación no implica que los precios hayan caído, sino que estos crecen menos. Así pues, esta buena noticia representa, según muchos, poco alivio para las economías domésticas cuyos ingresos no han crecido al mismo ritmo que los precios durante estos últimos años.
Y, es que, para el ciudadano común, la inflación es un pan más caro, un aceite por las nubes o la cuenta de una cena que se revisa varias veces de forma incrédula. Es llenar el depósito o pagar la factura de la luz. Para el ciudadano, tan importante es lo que crecen los precios (comparándolo con la cesta de hace unos meses) como el nivel que alcanzan algunos de ellos.
Sin embargo, en los círculos académicos y en los bancos centrales, la inflación (el crecimiento relativo de los precios) es tratada desde otra perspectiva y casi con un respeto reverencial. ¿Por qué esta aparente contradicción? ¿Por qué los economistas insisten en centrar su atención en la inflación en lugar del nivel absoluto de los precios? ¿Por qué podríamos decir que el nivel no es informativo para el control de la economía mientras nos centramos en el crecimiento de los precios? ¿Por qué si los precios ya no crecen tanto, pero siguen haciéndolo, es una buena noticia para unos mientras que no justifica ningún tipo de optimismo para otros?
La principal respuesta a esta pregunta reside en la naturaleza dinámica de la economía, y que debe ser la valorada si queremos un control adecuado de los agregados macroeconómicos (y microeconómicos). Mientras que el nivel de precios nos ofrece una instantánea estática de la economía en un momento dado, algo así como una fotografía, la inflación proporciona una película en movimiento. Es la medida del cambio en los precios a lo largo del tiempo, y este cambio es lo que realmente importa en una economía en constante evolución.
Otra razón por la que los economistas prefieren la inflación es su capacidad para facilitar comparaciones. Las tasas de inflación, expresadas en términos porcentuales, permiten comparar fácilmente diferentes períodos y economías. Es mucho más sencillo comparar una tasa de inflación del 2% en Estados Unidos con una del 3% en la Eurozona, que intentar comparar niveles de precios absolutos entre estas dos economías con diferentes monedas y estructuras de precios. Esto último no tiene sentido, ya que el poder adquisitivo incluso de una misma moneda no es igual en dos lugares distintos.
Esto enlaza con la naturaleza propia del dinero y de los precios, y sobre cuya evolución queremos decir algo. El dinero ofrece una unidad de medida y los precios no son más que comparaciones relativas basadas en esta. Los precios reflejan valores relativos de lo que cuesta adquirir un bien en términos de otro, en este caso un numerario o moneda. Así, el salario también es un precio, por lo tanto, no es relevante saber cuánto sube el precio de un bien sino cuánto lo hace respecto a los demás, en particular los precios al consumo respecto al precio de la hora de trabajo. Si no podemos saber si 2000 euros de salario es mucho o poco ya que debemos conocer el nivel de precios, lo contrario también es cierto. Y cuando hablamos de precios relativos, los niveles no informan, ya que se cancelan. Por eso mejor comparar crecimientos.
Pero la importancia de la inflación va más allá de su utilidad como herramienta de medición. La inflación tiene un profundo impacto en las expectativas de los agentes económicos y, por tanto, en su comportamiento. Las decisiones de consumo o de negociación de rentas se sostienen sobre la dinámica del comportamiento de los precios en un período determinado, cuestión en la que el nivel sigue sin ser informativo. Es el crecimiento esperado de los precios respecto a los salarios o ingresos lo que importa.
Es por ello que los bancos centrales de todo el mundo utilizan objetivos de inflación para guiar sus decisiones de política monetaria. La Reserva Federal de Estados Unidos, el Banco Central Europeo y muchos otros tienen como objetivo mantener la inflación cerca del 2% anual. Este enfoque en la inflación, en lugar del nivel de precios, permite a los bancos centrales ajustar sus políticas de manera más flexible y responder a los cambios en las condiciones económicas. Además, y por razones que no voy a entrar por ser muy técnicas, un banco central tendría muy difícil controlar los precios si su objetivo fuera el nivel, no así con su crecimiento.
Pero no podemos hablar de inflación sin mencionar una relación fundamental en economía que vincula los tipos de interés nominales, los tipos de interés reales y las expectativas de inflación, no de niveles de precios. En esta relación se asocia el verdadero indicador de coste de financiación en una economía, como es el tipo de interés real, con el coste nominal de la inversión y la tasa esperada de crecimiento de los precios. Ya que el real es el nominal menos la inflación esperada (no el nivel de precios), esta relación permite mostrar cómo las expectativas de inflación influyen directamente en los tipos de interés reales, lo que a su vez afecta a las decisiones de ahorro, inversión y consumo en toda la economía.
Además, una inflación baja pero positiva puede actuar como un lubricante para la economía, facilitando ajustes en los precios relativos de diferentes bienes y servicios. Deja “grados de libertad” para el movimiento de dichos precios relativos y facilita que el mensaje que emana de los precios para las decisiones económicas sea más eficiente.
Esto enlaza que, por ejemplo, un hipotético objetivo de política que fuera bajar precios (deflación) podría ser claramente perjudicial. Una inflación moderada actúa como un amortiguador contra la deflación, que puede ser aún más dañina para la economía. La deflación puede llevar a una espiral de caída de precios, reducción de la producción y aumento del desempleo, como se vio en la Gran Depresión de los años 30.
Así pues, aunque el nivel de precios es importante, la inflación proporciona una imagen más completa y dinámica de la salud económica. Es un indicador que no solo mide el cambio en los precios, sino que también influye en las expectativas, guía la política monetaria y afecta el comportamiento económico en todos los niveles. Así que la próxima vez que escuche a alguien quejarse de la inflación, recuerde que, como muchas cosas en economía, la historia es más compleja de lo que parece a primera vista.
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