La cesta de la compra, condenada a mantener unos precios caros pese a la rebaja de costes agrarios
Los alimentos sustituyen a la energía en el IPC y las previsiones indican que el precio de la comida se mantendrá elevado en el medio plazo
La tendencia se está consolidando. En el último barómetro de la inflación de la Eurozona, la tasa interanual de los alimentos se colocó en el 15%, nueve décimas más que la registrada en enero, y adelantó, por primera vez, al encarecimiento de la energía, que en febrero se situó en el 13,7%, tras caer cinco puntos. Los combustibles, que llegaron a situarse en tasas de crecimiento del 40%, bajan y los alimentos suben. El reemplazo no es pasajero, ha llegado para quedarse.
Los costes que afrontan los productores no han dejado de subir. La energía, los piensos y los fertilizantes representan casi el 70% de los costes de las explotaciones agrarias y ganaderas, indica el Ministerio de Agricultura. El precio de todos y cada uno de esos elementos se ha incrementado sustancialmente en los últimos tiempos: El valor de los piensos ha subido un 83% desde 2019, según los datos del sector ovícola; la energía ha batido récords históricos de más de 300 euros el megavatio-hora (MWh) y de más de 120 euros el barril de Brent y los fertilizantes, cuya cuota de mercado depende en un 20% de las exportaciones de Rusia y Bielorrusia, llegaron a triplicar los precios, indican desde Agricultura.
La tendencia es que las presiones al alza en los precios de estos productos se vayan moderando gradualmente. “Existen razones objetivas que apuntan hacia un progresivo descenso de los precios de los alimentos”, indicó el ministro del ramo, Luis Planas. Fuentes del Ministerio aseguran que el motivo de la tesis es que, a nivel global, todos los factores que presionaban los precios al alza se encuentran a la baja. En efecto, el gas se sitúa en torno a los 50 euros MWh y el petróleo sobre los 80 euros, los fertilizantes se han abaratado un 40% desde que alcanzaran el precio históricamente más alto en primavera, según el Banco Mundial. Algo similar ocurre con los piensos, apuntan los datos del Ministerio.
Sin embargo, los indicadores de precios agrícolas siguen elevados y creciendo y los costes alimentarios domésticos también en “casi todos los países”, expone el Banco Mundial. En España, a pesar de la rebaja del IVA sobre los productos básicos, los alimentos y bebidas no alcohólicas aumentan más que en febrero del año pasado. ¿Por qué?
Abaratamiento no significa barato
“Es cierto que los carburantes han bajado, pero siguen estando caros”, indica Pedro Barato, presidente de Asaja. “Los fertilizantes también han bajado. Pero el grueso de ese gasto ya lo hicimos en septiembre, octubre y noviembre. La cosecha que hemos hecho ha sido una cosecha muy cara. La bajada de precios se produce muy lentamente y en un periodo largo”, explica el presidente.
Abaratamiento no es igual a que sea barato. Así lo explica Jorge Díaz Lanchas, profesor de ICADE: “La energía no está más barata, sino que el pico ha quedado atrás”. La previsión es la de que esta inclinación se mantenga. El Banco Mundial estima que, aunque la tendencia de los costes energéticos -que supone el 40% de los costes de explotación, según Asaja- seguirá a la baja, su valor medio estará por encima de sus niveles preguerra, al menos, hasta 2025. Es decir, la energía seguirá cara, como siguen estando caros los fertilizantes y los piensos.
El retroceso del coste energético tardará en replicarse en la cesta de la compra. “Los precios que vemos hoy en los supermercados reflejan los precios de la energía de hace seis meses, cuando empezó la producción y las cosechas de lo que consumimos actualmente”, asegura Rick de Oliveira, analista de energía de TELF AG. El profesor de ICADE coincide con Oliveira y afirma que la repercusión de la bajada de los costes “tardará tiempo” en notarse. “Estamos hablando de que del tercer o cuarto trimestre de 2023. Todo esto suponiendo que la caída de los costes energéticos sea permanente”, concluye el economista.
¿Y si llueve?
Las asociaciones de agricultores afirman que, debido al incremento de costes, se han visto obligados a reducir el terreno cultivado y, por tanto, a bajar la producción, lo que termina teniendo un efecto negativo en la evolución de los precios. Más allá de la subida de costes, la sequía ha agravado la situación del sector agrícola. Planas, avanzó que, según los últimos datos del Ministerio, la producción de aceite de oliva en España, un cultivo dependiente de la lluvia, se ha reducido hasta las 680.000 toneladas, frente a las 780.000 toneladas aforadas inicialmente. Menos producción significa precios más altos.
Aunque, por el momento, desde las asociaciones de agricultores indican que la situación climatológica no ha variado, una primavera de lluvias se plantea como uno de los factores que puede presionar a la baja el coste. “Si viene la primavera buena, el ganado comerá pasto, no tendremos que pagar pienso; con una primavera buena, los últimos cultivos que hemos hecho de, fundamentalmente cereales, algo se arreglará; si viene una primavera buena y el olivar se moja, para el año que viene tendremos una cosecha distinta. Estos condicionantes son muy importantes y cambiarán los precios”, indica el presidente de Asaja. Aunque advierte: “No será inmediato”.
Además, los problemas de producción no solo los sufre Europa. Rusia y Ucrania son dos potencias alimentarias mundiales y la guerra ha encarecido, aún más, la comida a nivel global y limitado la producción. Ambos suponían en 2021 el 25% del mercado global de trigo, el 45% de productos de girasol, incluyendo el 73% del de aceite de girasol, según la Organización Mundial del Comercio.
El shock en la cadena de los alimentos ha bajado la producción de muchos productos alimenticios básicos como el cereal y el trigo que, según la FAO, han reducido en 2022 su producción un 1,3%, respectivamente. En Europa el impacto ha sido mayor, con una bajada del 5,9% de la producción de cereales. Para 2023, la institución estima que, a nivel global, habrá otro descenso interanual de producción.
Una tendencia similar atisba el mercado de futuros. Para 2025, el año donde tanto la FAO como el Banco Mundial esperan que la subida del precio de los alimentos comience a mitigar, los futuros vaticinan una ralentización de su descenso. Si en los últimos meses, los precios del futuro del trigo con vencimiento en mayo han recortado un 11%, el descenso de los contratos a 2025 es tan solo del 7%.
Desde las instituciones temen que la crisis alimentaria, que en Occidente se ha materializado en forma de aumentos de precios de los productos alimenticios, en las zonas más pobres del planeta aumente el peligro de hambrunas.
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