Calma tensa en la banca española
El repunte de ingresos por las alzas de tipos se agota y falta por ver qué ocurre con el crédito, los impagos y las provisiones. Mientras, el coste de los depósitos aprieta
La banca española atraviesa un momento dulce. Tras un 2022 de vino y rosas, con beneficios históricos (Santander y BBVA) o muy buenos y cerca de su récord (CaixaBank, Banco Sabadell y Bankinter), en este ejercicio se están incluso superando. El cambio de la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE) desde julio del año pasado ha disparado los ingresos recurrentes del sector (y sus ganancias). Este efecto se comenzó a sentir a finales del 2022 y ha acelerado en la primera parte de este ejercicio. Sin embargo, el impulso se agota al haberse repreciado ya la mayoría de las hipotecas a tipo variable al nuevo nivel del euríbor. Y lo que está por venir no contribuirá a engordar el margen, sino que se estabilizará o incluso se reducirá por el encarecimiento del coste de los depósitos y el incremento de las provisiones (si aflora finalmente la morosidad).
Los meses de verano han servido para realizar una reflexión profunda en el sector. “Estamos mucho más saneados que en la crisis de 2008, más solventes, con abundante liquidez y sin estar tan expuestos a activos tóxicos como en la Gran Recesión”, explica un alto directivo de banca en España. Todas las fuentes consultadas consideran que se han pertrechado lo suficiente como para afrontar lo que pueda ocurrir. Pese a ello, reconocen, este tiempo en el diván les ha servido para fijar una estrategia de cara a las posibles complicaciones.
“Hay una calma tensa generalizada. Ahora sí existe un riesgo real de que afloren todas las amenazas que se vislumbraban desde hace un año”, añade otra fuente del sector. Entre ellas, el freno de la economía (que ya se siente) y el posible aumento de los impagos. El mar en calma nunca hizo buen marinero, dice el refranero español. Aunque en los despachos de los primeros espadas del sector no se quiere ni oír hablar de marejada, al menos no de puertas para fuera. Saben cómo empiezan las turbulencias, porque muchos ya las han vivido de todos los colores en los últimos 15 años, pero nunca saben cómo acaban.
En esta ocasión, el problema del sector no es algo endógeno, de los fundamentales del negocio, sino que las grandes incertidumbres provienen de cuestiones exógenas. El riesgo estriba principalmente en las interrogantes macroeconómicas, repiten altos directivos de banca y consultoras en las últimas semanas. La lucha contra la inflación del BCE, con subidas abruptas de tipos, está siendo como una quimioterapia: mata a células malas (frena la inflación), pero también arrasa algunas buenas (por ejemplo, la actividad y pone en peligro el empleo). Sus efectos ya se dejan notar: la economía europea está con dudas, la alemana gripada y la española frenándose.
Las consecuencias del giro del BCE también se transmiten al sector financiero, que además es siempre muy dependiente del estado de salud de los países en los que opera. De ahí que haya una cascada de datos preocupantes para el negocio: la demanda de crédito retrocede desde hace meses, el volumen de préstamos hipotecarios ha bajado del medio billón por primera vez desde 2006 y entre enero y agosto las familias españolas han retirado la mayor cantidad de depósitos de la serie histórica en los ocho primeros meses de un año. A lo que hay que unir la incipiente subida del coste de los depósitos repercutida en el pasivo de las entidades, que se deberá encarecer en la parte final del año y, sobre todo, en 2024. Eso sí, por el momento se hace la vista gorda a todos los nubarrones porque los guarismos siguen al alza (según Bloomberg Intelligence, los cinco grandes bancos españoles aumentarán sus beneficios este año, aunque en el próximo solo Santander mantendría el pie en el acelerador).
Además, hay otro factor clave: la morosidad, la alarma que vigila el sector, sigue sin aflorar. Los impagos se mantienen en niveles históricamente bajos, en el 3,5%, aunque se observa un pequeño repunte en la mora hipotecaria ante el golpe de la inflación y el incremento de los costes financieros para las familias. El sector es consciente de que los impagos van a crecer, aunque creen que no se disparará como en la Gran Recesión (llegó al 13,62% en diciembre de 2013). Sea como fuere, afectará a las provisiones y terminará restando vigor a las ganancias de los grupos financieros.
Más reparto de beneficios
Pese a estas posibles curvas, las entidades aprovechan el momento de bonanza para remunerar todo lo que pueden a sus accionistas. Y animar de paso unas valoraciones bursátiles deprimidas desde hace años (de los seis grandes bancos españoles, solo Bankinter cotiza por encima de su valor en libros). De ahí los últimos anuncios de programas de recompra de acciones propias (1.310 millones de Banco Santander, 1.000 millones BBVA y 500 millones CaixaBank, que se suman a los planes llevados a cabo en 2022), así como el fuerte reparto de dividendos de la gran banca.
Por la parte de los pagos en efectivo, el grupo que preside Ana Botín abonará 8,1 céntimos de euros por título con cargo a los resultados de 2023, un 39% más. Y la entidad que dirige Carlos Torres pagará un 33% más, hasta los 16 céntimos por título, el mayor dividendo a cuenta en efectivo de su historia. Estos incrementos se explican por tres vías: por el aumento del payout (porcentaje de los beneficios que se dedica a retribuir a los inversores). También al haber un menor número de acciones en circulación (las ganancias se reparten entre menos títulos). Y, por último, gracias al incremento anotado de los beneficios.
Los supervisores bancarios, mientras tanto, llevan meses (incluso años) reclamando prudencia. “Los modelos de riesgo no son fiables ante una subida de tipos de interés tan intensa como la del último año”, inciden fuentes comunitarias, en línea con las recomendaciones del Banco de España. Es decir, prefieren que se llene el granero ante el complejo periodo que se atisba. En cambio, las entidades priorizan por el momento la remuneración de los accionistas, más si cabe tras la prohibición que tuvieron durante lo más duro de la pandemia. Partido a partido, que dicen en otros lares, pero con tino, porque en un negocio que se basa en la confianza es muy fácil pasar de la calma al pánico absoluto.
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