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Entrevista

Raymond Torres (Funcas): “Las varitas mágicas como la de Reino Unido no sirven ahora”

“La política presupuestaria se enfrenta a un desafío muy complejo. A la vez que debe intentar contener el coste de la crisis energética, sobre todo para los más vulnerables, debe intentar seguir una senda de contención de los desequilibrios” 

Fernando Belinchón

Las noticias que llegan allende el canal de la Mancha no son ni mucho menos positivas para el resto del Viejo Continente pese al cisma que supuso el Brexit. El matrimonio se rompió, pero son muchos los intereses conjuntos que siguen en pie entre el Reino Unido y la Unión. Raymond Torres, director de coyuntura económica de Funcas, destaca este punto, así como la lección que deja la acelerada marcha de Liz Truss tras 44 días en el cargo: a veces una varita mágica puede llevar al desastre si las circunstancias no acompañan.

R. Una inflación en máximos desde 1982, una confianza en mínimos que le ha costado el puesto a la ya ex primera ministra, ¿por qué diría que generó tanto revuelo el plan fiscal de Truss?
R. La principal razón fue la falta de credibilidad del plan. Era un plan que preveía un recorte muy importante de impuestos, sobre todo a las rentas más altas. Por otra parte, también se incorporaba un aumento del gasto para afrontar la crisis energética. Esto necesariamente redundaba en un incremento del déficit público en un contexto en el que las previsiones de inflación son muy altas. El plan estaba en conflicto con la necesidad de aplacar la inflación y ponía en peligro las cuentas públicas. Esto produjo un terremoto en el mercado. Los bonos británicos comenzaron a perder valor, lo que afectó a los fondos de pensiones británicos, que invierten en ellos mediante productos apalancados hasta cuatro veces, es decir, arriesgando cuatro veces su inversión como tal. Ante la caída del valor de la deuda pública por la crisis de confianza en el plan, inmediatamente los inversores tuvieron que incrementar su depósito de liquidez, agudizando así el problema. Es una prueba de cómo carencias de la regulación de la finanza en la sombra y de fondos de pensiones han amplificado el desvarío. Esto ha sucedido en Reino Unido, pero la finanza en la sombra también requiere vigilancia en la UE.
R. Hablando de mínimos, la libra se encuentra todavía cerca de los mínimos históricos que marcó frente al dólar a finales de septiembre. Solo la promesa de intervención por parte del banco central pudo hacer que el tipo de cambio remontara. ¿Hasta qué punto puede realmente un banco central sostener una divisa?
R. A corto plazo, la utilización de reservas de cambio puede ejercer de pilar de la divisa, pero esto dura mientras duran las reservas. El otro pilar es la subida de tipos de interés, pero esto era contrario a la situación de los mercados financieros. Si la libra remontó un poco es porque el mercado había sobrerreaccionado y porque se fue vislumbrando la renuncia del plan por parte del Gobierno británico. A largo plazo, los fundamentales de una economía son los que realmente sustentan el valor de una divisa, y en el caso de Reino Unido sus fundamentales tienen el problema del Brexit. De momento no se puede decir que esto haya mejorado el rendimiento de la economía, sino más bien lo contrario. También influye en la divisa la balanza externa, y tampoco ha mejorado, sino que la brecha se ha hecho más grande y esto también va en detrimento del valor de la moneda.
R. A pesar de su abandono de la Unión Europea, si Reino Unido estornuda, ¿qué pasa con el resto de Europa?
R. No es bueno en absoluto algo así. Reino Unido sigue siendo importante en muchos aspectos para Europa. Es un socio comercial muy destacado. Para España ocupa un lugar clave en las exportaciones, tenemos superávit con ellos y juegan un papel fundamental en el turismo, con lo que todo aquello que pase allí, nos afecta. También está la prominencia del sector financiero en la City. Los problemas en el mercado británico añaden más leña al fuego de la inestabilidad en el resto de plazas.
R. La tormenta en los mercados le costó el puesto al ministro de Finanzas y, el pasado jueves, también a la primera ministra. En un intento por salvarse, trató de dar marcha atrás a la que era su apuesta personal para la prosperidad de su país, ¿Quién gobernaba en Reino Unido, Liz Truss o la mano invisible?
R. Creo que los dos. Tanto la mano invisible como el Gobierno. El Gobierno puede tomar decisiones acertadas o desacertadas que terminarán por notarse si son una cosa o la otra. La mano invisible no deja de ser la reacción de la sociedad, que con ella marcaba un límite a las decisiones de Truss. El límite quedó muy claro tras el desvarío de este episodio de aumento de déficit público y bajada de impuestos. Con todo, el Gobierno británico tenía un margen de maniobra, pero el verdadero problema no era ya el plan en sí, sino que se dudaba sobre si la propia Truss tenía suficiente credibilidad como para seguir adelante. Se ha visto que no.
R. La reacción del mercado vino por la delicada situación de las cuentas públicas del país, una situación que comparten muchos Estados europeos, entre ellos, España. ¿Significa esto que los impuestos solo pueden ir en una única dirección a partir de ahora?
R. Esto significa que la política presupuestaria se enfrenta a un desafío muy complejo. A la vez que debe intentar contener el coste de la crisis energética, sobre todo para los más vulnerables, tanto hogares como empresas más electrointensivas, debe intentar seguir una senda de contención de los desequilibrios. Es completamente contradictorio, sobre todo, teniendo en cuenta que la coyuntura no ayuda. Estaremos en una desaceleración, y en algunos países europeos, directamente en recesión, como en los casos de Alemania o en Italia, por lo que se hará más difícil contener el déficit.
R. Es una línea muy fina...
R. Es moverse en ese margen de hacer cosas para apoyar a los perjudicados, para que empresas que por lo demás son viables puedan pasar el invierno y, de esta forma, evitar el daño en el tejido productivo del país. Si no consiguen sobrevivir estas empresas, podría incluso ser inflacionario, ya que al reducir la oferta, podríamos asistir a mayores alzas de precios. Si no se ayuda a los hogares, puede crecer el malestar social, llevando a movilizaciones como las que estamos ya viendo en Francia.
R. En su opinión, ¿pueden los mercados haber pecado de cortoplacistas al preocuparse más de la falta de ingresos próxima que de la posible actividad económica generada a raíz del plan de Truss?
R. En este supuesto en concreto, no lo creo. Por definición, los mercados son cortoplacistas. En esta ocasión, era un plan contracorriente. En algunos casos el recorte de impuestos podría estimular la actividad, pero esto es algo que sucede en hipótesis concretas que no se dan ahora mismo. El principal problema es que al hacerlo en una situación de inflación, hay sectores que no pueden ampliar su actividad al no disponer de suministros, ya sea por dificultades a acceder a ello tras el Brexit o por su encarecimiento. En una situación de inflación el plan no es el adecuado. Convendría corregir los defectos de los sistemas tributarios, mejorar la calidad del gasto público con evaluaciones. Aquí no valen las varitas mágicas para reac­tivar la economía con medidas como las que hemos visto en los últimos días. Hacen falta medidas quirúrgicas a corto plazo y un trabajo de estabilización fijado en el medio plazo.
R. ¿Qué impacto podría tener la dimisión?
R. La dimisión de Liz Truss era ine­vitable por la pérdida de credibilidad, un factor crucial en estos tiempos de gran incertidumbre. Pero la cuestión de personas no es lo más importante: Reino Unido se enfrenta a la tarea nada fácil de consensuar una estrategia pos-Brexit.

Sobre la firma

Fernando Belinchón
Madrid. 1994. Máster en periodismo económico por la Universidad Rey Juan Carlos. Redactor de la Mesa Web de CincoDías. En el periódico desde 2016.

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