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Tribuna
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Horarios razonables por ahorro, no por capricho

Las jornadas maratonianas y la anarquía horaria en España pasan factura a empresas y economía

Getty Images

Me ha sorprendido enormemente la polémica despertada por los anuncios del Gobierno acerca de la racionalización de horarios, con fines de jornada a las 18.00 horas, y el consiguiente impulso a la organización del trabajo y la conciliación familiar. Más aún en determinados sectores y cargos profesionales, donde pone el foco esta reflexión (consultoras, auditoras, despachos, banca de inversión y puestos de responsabilidad media-alta).

En mi opinión, no se está viendo el gran alcance que tiene esta propuesta racionalizadora, que entiendo que pretende poner en orden la desorganización que provocan determinadas prácticas profesionales, auspiciadas por el amplio horario, que acaban costando mucho dinero a Estado y empresas. Nos seguimos encontrando con que algunas organizaciones, sobre todo en dichos sectores, siguen premiando a los que terminan su jornada a las 11 de la noche y arrastran con su anarquía horaria y organizativa a todos los que forman parte de sus equipos que, por su situación profesional, se ven obligados a realizar jornadas maratonianas.

Si seguimos así, sin cambios, con la idea de residir en las oficinas, se deben tener en cuenta varios males, algunos de ellos un problema serio de gestión y de coste. Para empezar, la pervivencia de los profesionales del catarro o de las bajas por enfermedad común de tres o cuatro días, que tienen los índices más altos de fraude en nuestro sistema de Seguridad Social. Es cierto que bajaron por miedo a perder el empleo durante la crisis, pero han vuelto a crecer, lo cual demuestra el poco fondo médico del asunto. Según los últimos informes de la Asociación de Mutuas de Accidentes de Trabajo, el 2016 se saldó con 4,5 millones de bajas por enfermedad común que supusieron al Estado 5.700 millones en prestaciones, y a las empresas un coste directo de más de 5,5 millones y el coste de oportunidad por pérdida de producción de 6,64 millones.

Tampoco hay que perder de vista el mantenimiento de las reducciones de jornada tal y como están actualmente organizadas y sentenciadas tanto interna como judicialmente, que no han resuelto ni la vida profesional ni personal de las mujeres (que son las que fundamentalmente las solicitan hasta la fecha), ni de las empresas para las que trabajan. Por un lado, por la carga que suponen al empresario, pues muchas veces se ve abocado a suplir los servicios del empleado de jornada reducida con la contratación de otro o a mantener a un empleado al que no puede encargar parte de las tareas habituales porque sus horarios elegidos impiden compatibilizar trabajo-reducción.

Por su parte, el trabajador ve cómo, mientras se encuentra en reducción de jornada, su carrera profesional se estanca porque no pueden contar con él para proyectos de más alcance o porque, simplemente, su jornada no le permite alcanzar buenos resultados (de ventas, facturación, etc.). También hay que tener en cuenta lo perniciosa que se ha convertido su solicitud y disfrute en ciertos casos, ya que mientras un empleado está en esa situación, hasta los 12 años del menor, su despido es nulo si no se consigue desvincularlo de la situación de reducción de jornada, lo cual ocurre en la mayoría de los pleitos de esta naturaleza.

A estos males originados por la actual organización del trabajo se añade la pérdida de talento, por desmotivación o por abandono de carreras que se ven incompatibles o incluso imposibles, con una vida personal (y no solo familiar). Además, se está permitiendo la falta de o deficiente productividad, pues al no racionalizarse los horarios se permite al trabajador seguir sin planificar el trabajo, lo cual conlleva resultados más mediocres por prisas, cansancio o estrés.

Por todo ello, no podemos seguir mirando para otro lado. No banalicemos el tema, que tiene consecuencias muy perniciosas para todos: personas, empresas y Estado. Nadie nos está exigiendo, ni se debería, que se nos caiga el boli a las seis de la tarde. Nos están pidiendo ser más flexibles, medir, planificar, organizar y hacer razonables los horarios, cada uno en su sector y según cada tipo de negocio, que el desorden actual nos está costando salud, prestigio y dinero.

Inés Molero es socia de Abdón Pedrajas & Molero.

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