Una apuesta europea por la conciliación
Los permisos de paternidad propuestos por la UE mejorarían la productividad y reforzaríanel vínculo y el compromiso organizacional de los empleados con la empresa
Han pasado unos días desde que la comisaria europea de justicia, Vera Jourovà, anunciara la agenda social de la UE. De lo expuesto, la directiva sobre conciliación de la vida laboral y personal ha sido la que más repercusión ha tenido en la opinión pública y en los medios. Concretamente la pretensión es que los padres disfruten de un permiso remunerado de cuatro meses, intransferible. Que estos participen más y mejor del cuidado, y que ello conlleve la mejora del acceso de la mujer al mercado laboral y en mejores condiciones. Recordemos que la tasa femenina de empleo a tiempo parcial es bastante abultada en comparación con la masculina, y sin duda, el factor crianza pesa bastante.
Sin ánimo de entrar a exponer una multiplicidad de datos y estadísticas sobre la brecha de género, veamos qué efectos puede tener esta medida si se implanta, al menos, en nuestro país.
En primer lugar, digamos que la crítica bastante generalizada sobre la poca sensibilidad social de la UE en esta materia queda en alguna medida amortiguada por tal propuesta. La identidad europea todavía es una entelequia y la ciudadanía que ha sufrido lo indecible en esta coyuntura económica de crisis atisba una medida que facilita la vida en esos primeros meses de la llegada de un nuevo miembro a la familia. Y aquí sí merece la pena recalcar nuestro índice de natalidad y la pirámide poblacional, que más se asemeja a un árbol, donde ya mueren más españoles de los que nacen. Lo que nos lleva a la pregunta del millón de quién va a pagar nuestro Estado de bienestar con una población cada vez más envejecida.
Unido a lo anterior, y sin categorizar a tal medida como fomento de la natalidad, tan necesaria sobre todo en España, esta propuesta supone una ayuda a las familias, que recordemos es la célula primaria que compone nuestra sociedad y la que aporta capital humano a las empresas y al país.
En tercer lugar, la propia sensibilidad por la conciliación no es solo una media buenista por derroche de sensibilidad hacia las familias, sino es una medida de beneficio empresarial y de fidelización del capital humano. Me vienen a la memoria algunos estudios e investigaciones sobre la productividad cuando uno padece de conflicto familia trabajo. Estos concluyen que si se puede conciliar, el rendimiento en el trabajo es mayor y se reduce el absentismo y el presentismo. Y si no que se lo pregunten a Emilio Botín, en paz descanse, sobre la inversión en su magnífica guardería corporativa en las oficinas centrales del Santander en Madrid, que mejoró excelentemente la productividad de su población con hijos menores de cinco años, reduciendo el coste por absentismo y mejorando la calidad de vida de su personal.
En cuarto lugar, no faltan ejemplos en empresas radicadas en nuestro país, y también de nuestro entorno, con medidas similares que facilitan la conciliación. Todas ellas con retornos de la inversión satisfactorios, pues no solo impacta en la productividad, sino que refuerza el vínculo y el compromiso organizacional de los empleados con la empresa.
Para finalizar, todo avance en igualdad es positivo por definición, pues enriquece y da reputación a un país, y en el caso español, necesitamos mejorar esa reputación (…) Invertir en la calidad de nuestro mercado de trabajo es un must, y parece que esta directiva va en esa dirección.
Javier L. Crespo es director de programas de RR HH de EAE Business School.