Adiós al IPC
Es necesaria una reflexión fundamental, empezando con “¿deberíamos tener un objetivo de inflación?"
En un artículo reciente, el presidente de la Reserva Federal (Fed) de San Francisco, John Williams, planteó al mundo una pregunta retórica: “¿Es el objetivo de inflación de la Fed demasiado bajo?”. La inflación es obstinadamente baja. Es un buen punto de partida, pero se ha planteado la pregunta incorrecta. Es necesaria una reflexión más fundamental –empezando con “¿deberíamos tener objetivo de inflación?”– porque no podemos medirla, no podemos controlarla y realmente no podemos incluso ni entenderla.
Este primer problema no es especialmente nuevo. La inflación es realmente difícil de cuantificar. El Índice de Precios al Consumo (IPC) o Índice de Precios Minoristas, utilizados habitualmente, son simplemente aproximaciones y no son muy acertados. Algunos componentes de estos índices tienen un gran peso, pero son volátiles. La demanda de otros componentes tiene poco que ver con los factores que sustentan la inflación o incluso a la economía en cuestión. Los precios de los alimentos y la energía tienen exactamente estas cualidades, por lo que nos hemos centrado en índices que no las tienen en cuenta. Pero cuando se excluyen estos componentes, se termina con algo que se parece incluso menos a la inflación, si se atiende a las definiciones recogidas en los libros de texto.
Se supone que la inflación está condicionada por la oferta y la demanda. Una menor tasa de desempleo implica unos precios más altos. Esta teoría, conocida como la curva de Philips, sustenta gran parte del pensamiento de los bancos centrales. Pero no parece que vaya a seguir funcionando. El desempleo en Estados Unidos ha caído desde un 10% a un 5% y aun así la inflación todavía sigue siendo obstinadamente baja, lo que implica que los tipos de interés todavía son muy bajos. Esto es un quebradero de cabeza para los bancos centrales. Sus mandatos son inflexibles y, con una inflación benigna, los bancos centrales están realmente obligados a intentar hacer algo. Pero sus estímulos no han funcionado. Los tipos de interés se han recortado hasta el límite pero el dragón dormido de la inflación se niega a despertar.
"En una economía global, los empleadores pueden importar talento extranjero sin subir salarios a los locales”
Hay numerosas teorías sobre por qué se han roto algunas de estas relaciones. La globalización es uno de los culpables. El modelo de curva de Philips se basa en que se pague más a los empleados cuando la mano de obra escasea. Estos salarios más elevados permiten a los vendedores aumentar los precios ya que hay más demanda, y ahí lo tienes: inflación. Pero en una economía global, los empleadores pueden importar talento desde el extranjero sin aumentar los salarios, en vez de pagar sueldos más altos a los trabajadores locales. De repente, se tiene una mayor fuerza laboral porque no es necesario limitarse solo a la fuerza laboral doméstica, así que la presión que llevaría a salarios más elevados no existe en la misma medida.
El otro aspecto global es el impacto de los precios importados. Estos precios han sesgado la inflación en el pasado por vías que eran difíciles de valorar en ese momento. Durante la década de los 2000, la inflación, medida por el IPC, de Reino Unido se mantuvo bastante estable en torno al objetivo del 2% fijado por el Banco de Inglaterra. Fueron días idílicos de crecimiento e inflación constantes. Pero había algo más moviéndose bajo la superficie.
En Reino Unido, como en otros países, el desempleo era bajo y el consumo era muy alto. Esto debería haber impulsado la inflación, según la curva de Philips. Los precios deberían haber subido cuando los vendedores se dieron cuenta de que podrían vender sus productos a un mayor precio porque los ingresos de la población estaban subiendo. Pero, de repente, los vendedores locales tuvieron que empezar a competir con China, cuyo peso en las exportaciones se disparó a principios de los noventa desde el 2% al 10%. Los fabricantes internacionales se dirigieron en masa a China a causa de los bajos salarios y la divisa barata.
Esto significaba que los consumidores de todo el mundo podían comprar bienes a un precio menor de lo que de otra manera habrían sido capaces de adquirir. Esto provocó una caída en los precios. El subíndice textil del IPC de Reino Unido cayó cerca de un 40% entre 1990 y 2008. Pero esta caída quedó enmascarada por el boom del consumo que estaba produciéndose en Reino Unido. Esto estaba provocando una inflación generada localmente que se situaba por encima del objetivo, pero que quedaba neutralizada por la caída en los precios de los bienes procedentes de China.
"Inversores y mercados financieros deberíanacceder a los indicadores analizados por los bancos centrales"
La cierto es que no es posible valorar el verdadero estado de un sistema tan complejo como una economía mirando tan solo una o dos variables. Si se tuviera que valorar el estado de un coche por su consumo de gasolina y escuchando al motor, entonces no se tendría conocimiento del desgaste de las llantas hasta que se saliese de la carretera. Los bancos centrales necesitan tener mandatos y políticas con mayor alcance y flexibilidad. Necesitan ser capaces de mirar a un tablero de indicadores económicos para que sus políticas puedan responder de forma integral.
Estos indicadores deben estar disponibles para los inversores y los mercados financieros desde el principio para mantener la transparencia y consistencia, que es una de las características ejemplares de los bancos centrales modernos e independientes. Es alentador que algunos banqueros centrales, como los de la Reserva Federal, estén empezando a debatir públicamente esta cuestión. Pero no están yendo suficientemente lejos. Se habla de un aumento del objetivo de inflación. Esto es innecesario cuando no se puede alcanzar el objetivo que ya se ha fijado. Es una oportunidad de oro para que los responsables de los bancos centrales tomen las riendas y realicen los cambios significativos que deberían promover el crecimiento y la estabilidad para las generaciones futuras.
James Athey es gestor de inversiones en Aberdeen Asset Management.