Adiós a la dependencia de combustibles fósiles
Los agentes piden regulación estable para lograr la meta verde.
El cambio climático, la legislación medioambiental europea y la innovación tecnológica marcan el rumbo del mercado energético español. Que las emisiones de dióxido de carbono y el consumo de energía bajen en los países de la OCDE en un contexto de crecimiento económico es un avance y refleja la transición energética puesta en marcha.
Aunque todavía queda un largo camino por recorrer si se quiere lograr la descarbonización en 2050, el horizonte pautado en el acuerdo de París en diciembre pasado. Los países coinciden: el calentamiento global es uno de los mayores desafíos, pero ¿cómo afronta España este reto?
Esta tendencia de crecer contaminando menos, como constata la Agencia Internacional de la Energía y que se registra por segundo ejercicio consecutivo (2014 y 2015) en 40 años, no sucede aún en España. Al contrario, aprovecha el desplome de los precios del petróleo, en torno a los 50 euros el barril, para incrementar sus importaciones (casi 60 millones de toneladas en 2015, el nivel más alto desde 1996), en línea con la aceleración económica.
Es necesaria la contribución de todas las fuentes en el ‘mix’ energético. Que garantice la seguridad de suministro, la sostenibilidad, accesibilidad y competitividad”, opina Brufau.
“La intensidad energética tenderá a reducirse con el cambio del modelo productivo, si se toma en cuenta que actividades con un alto gasto energético, como la construcción, han sido sustituidas por otras menos intensivas, como servicios”, considera Carlos Fernández Landa, socio responsable del sector energía en PwC. Por tanto, el experto cree que este patrón puede revertirse en el medio y largo plazo.
Pero este nuevo paradigma afecta también a la generación eléctrica, donde ha aumentado la competencia tras la senda de la descentralización. “En muchos países, este modelo está ya empezando a captar parte de los ingresos del negocio convencional, socavando sus beneficios y añadiendo complejidad a la ya difícil tarea de equilibrar la oferta y demanda”, agregan en PwC. A esto se suman el exceso de capacidad, los bajos precios en el mercado eléctrico por la mayor producción renovable, una reforma que ha penalizado la inversión en fuentes limpias y un escenario político incierto.
Entretanto, el medioambiente no puede esperar y la Comisión Europea ha fijado unas metas verdes muy ambiciosas en 34 años. La más cercana, a 2030: un 27% de fuentes limpias, un 36% menos de CO2 y un 27% de eficiencia energética. Su cumplimiento requiere de una mayor inversión, infraestructuras, políticas de ahorro y, sobre todo, un marco jurídico estable, reclaman los agentes. Medidas que favorecerán a la vez la creación de un mercado único de la energía, otra de las apuestas de Bruselas.
Demanda en alza
El consumo mundial de energía subirá un 34% para 2035, según el BP Energy Outlook 2016, sobre tendencias del sector. El 95% de este crecimiento se producirá fuera de los países de la OCDE (economías desarrolladas). Mientras, las emisiones de CO2 se elevarán el 2,1%, una cifra superior a la registrada en los últimos 20 años, del 0,9%.
Se trata de que, por ejemplo, España pueda vender sus excedentes de energía a Francia o al centro y norte de Europa, o viceversa, explica Pedro González, director de regulación de la patronal eléctrica Unesa. Una integración que “permitirá el acceso a los mismos recursos en igualdad de condiciones”, sostiene.
Finalmente, piden involucrar a sectores altamente consumidores de crudo: transporte, industria y residencial. “No bastará con alcanzar un mix 100% renovable si se mantiene el uso de combustibles fósiles en estas actividades”, advierte Laureano Álvarez, socio de Monitor Deloitte.
Las energías tradicionales menos contaminantes –gas natural, electricidad, nuclear– se disputan el espacio que dejarán el fuel o el carbón. Apelan a la seguridad del suministro, a los vaivenes climatológicos, para venderse como la mejor tecnología de respaldo. “El gas ocupará el hueco térmico sin comprometer los objetivos europeos, por su flexibilidad y potencia instalada”, defiende Antonio Peris, presidente de la patronal Sedigas.
La entidad calcula un ahorro de 223 millones de euros anuales si alcanza un peso del 33% en el mix de generación, según un estudio reciente de la patronal y KPMG. Incluso sugiere la instalación de hasta 10 gigavatios/hora adicionales en ciclo combinado a 2030, siempre que se cumpla la previsión de alza de demanda, por importe de 10.000 millones, cuando hoy se discute su viabilidad.
Desde Unesa aducen que “la mejor manera de alcanzar la descarbonización es a través de la electrificación”. González asegura que “en España, el fuel [petróleo y gasoil] ya ha desaparecido de la generación eléctrica. Casi un 40% es renovable y, si se añade la nuclear, más del 60% no emite CO2”.
- Nucleares y hasta petroleras
Las centrales nucleares reclaman, igualmente, su trozo del pastel, en pleno debate sobre su extensión de vida útil a 60 años, y aducen problemas financieros para hacer frente a ese desmantelamiento, como así justificaba en mayo a la agencia Efe la Empresa Nacional de Residuos Radioactivos. Y lo más paradójico, hasta las petroleras han reivindicado su papel en la futura economía baja en carbono.
Atentos a...
La tecnología está revolucionando el consumo en los hogares. La domótica y los contadores inteligentes (en proceso de instalación) suponen un alivio para el bolsillo del consumidor, al poder programar el uso de aparatos en horas de precios bajos.
En la última junta de accionistas de Repsol, celebrada en mayo, su presidente, Antonio Brufau, defendió que el 30% de gases de efecto invernadero proviene del sector eléctrico, por el predominio del carbón en la generación, frente al 16% del transporte.
“Es rigurosamente falso que el coche eléctrico no emita CO2”, sentenció en dicha ocasión. Y, justamente, cuando empresas como Iberdrola y Endesa ponen el foco en la electrificación del transporte.
Esta ingente tarea recaerá en el nuevo Gobierno y pasa por “una regulación que dé las señales económicas correctas”, opina Alberto Martín Rivals, socio responsable de energía de KPMG. Todo para fijar un precio a las emisiones, impulsar las interconexiones y la inversión en redes inteligentes, resolver la vida nuclear, el exceso de capacidad, las distorsiones en la tarifa eléctrica y fomentar el ahorro.
¿Cómo adaptarse a una economía baja en carbono?
El negocio petrolero está en una compleja tesitura. Afecta un entorno exterior de precios bajos, mayor competencia, exceso de oferta y un cambio de modelo que prima las energías limpias.
Eficiencia, integración del negocio y venta de activos son el único camino. La ruta de Cepsa se centra en reducir un 15% las inversiones, un 7% los costes fijos, así como la optimización tecnológica y operativa en el área de refino. Pero se añade otra dificultad: el ramo del refino, que compensaba en algo las caídas en exploración y producción, comienza a fastidiarse.
“En los primeros meses, este margen se ha visto afectado por la sobrecapacidad de producción en Europa y la fuerte competitividad de las refinerías americanas y Oriente Medio”, reconoce la compañía.
Aunque en Repsol auguran una estabilización de la oferta y alza de la demanda. Su presidente, Antonio Brufau, sostiene su compromiso con el entorno, pero siempre que incluya a todas las fuentes. “Un modelo competitivo y sostenible, accesible y universal, que asegure el suministro”.
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