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Reparar los puertos y paseos cuesta cada año más de 100 millones

El calor de hoy traerá la crisis del mañana

Las hoteleras han avanzado mucho en eficiencia energética

Islas Canarias
Islas CanariasGetty

Las estadísticas climatológicas no dejan lugar a dudas, el verano de 2015 ha sido el más caluroso en 40 años. En realidad, se han superado todas las temperaturas desde que hay registros en España y el turismo parece ser el único beneficiado por las repetidas olas de calor sufridas. O, al menos, de momento.

Al clima extremo lo acompañan temporadas veraniegas mucho más largas, veraneantes de abril en las playas españolas, baños agradables en aguas muy por encima de su temperatura habitual, hoteles a rebosar... Es mejor no pensar en lo otro. En las lluvias devastadoras del otoño, en las especies marinas amenazadas o en un futuro negro que nos afecta a todos. Pero “aprovecharse del cambio climático de modo cortoplacista es un grave error", sentencian desde la organización Greenpeace. Algo que además, según la ONG, cuesta a España más de 100 millones de euros al año, que van a parar a las reparaciones de puertos, paseos marítimos y espigones tras los temporales.

“La actividad turística y el sector es de los más afectados y vulnerables a los efectos del cambio climático", apunta Elvira Carles, directora de la Fundación Empresa y Clima, quien hace dos años coordinó uno de los estudios más importantes, junto a la Universidad de Barcelona, que se han hecho sobre los efectos del calentamiento global.

“En España hay tres procesos principales que pueden desarrollarse por efecto del cambio climático: un aumento de los extremos atmosféricos (lluvias torrenciales y sequías extremas), una reducción de precipitaciones y de volúmenes de agua disponible y la pérdida de confort en el sur y este peninsular por las elevadas temperaturas del verano", enumera Carles.

Ante este panorama, las previsiones auguran una difícil situación para el turismo español, pero también global. Sin olvidarse de que este sector aporta el 10% del PIB en ambos casos. Una situación que, si nada lo remedia, haría perder riqueza y competitividad. “España perderá cuota de mercado a nivel mundial y reducirá la llegada de visitantes, que se desplazarán hacia otros destinos con climas más agradables", explica.

Por ello, y aunque la motivación sea únicamente económica, “es necesario tomar medidas desde ya”. Carles cree que “además de la eficiencia energética, que en el sector turístico está muy avanzada, debemos cambiar el modelo energético en el transporte y trabajar mucho más en la ordenación territorial". Pero también es necesario ofertar actividades la mayor parte del año, “no solo en el verano como hasta ahora". Desde la Fundación Empresa y Clima invitan, entre otras cosas, a cambiar los deportes de nieve “por turismo de montaña todo el año", y tener siempre presente el “más vale prevenir que curar".

Pero la relación entre cambio climático y desarrollo turístico es simbiótica. Tanto le afecta el clima al sector como pesa su responsabilidad en el respeto por el medioambiente. La protección del entorno es básica en un momento de máxima expansión del turismo de masas. Y en ello trabajan organizaciones no gubernamentales, Gobiernos y la propia industria.

María José Caballero es directora de campaña de Greenpeace España. Desde la organización centran gran parte de sus esfuerzos en promover un turismo sostenible y asegura que “se ha avanzado mucho a nivel nacional y el compromiso de las empresas es óptimo". Cadenas hoteleras como NH o Meliá ya ofrecen el 100% de su electricidad procedente de fuentes de origen renovable. Sin embargo, aún queda mucho por hacer si hablamos de otras regiones turísticas del planeta.

Lo que sea necesario para evitar que en el año 2050, como pronostican los expertos, las costas españolas, por ejemplo, hayan perdido, de media, 25 metros de playa por la subida del nivel del mar y se haya llevado por delante cualquier actividad turística situada en la codiciadísima primera línea.

Vacaciones que protejan la flora y fauna locales

“Grandes empresas construyen fuera de nuestras fronteras complejos turísticos que en muchos casos están al borde de la legalidad medioambiental”, asegura la portavoz de Greenpeace. Este es el caso de Cabo Cortés, un paraje mexicano en la península de Baja California (costa del Pacífico) donde la española Hansa Urbana planeó crear un resort de más de 3.800 hectáreas. “Una zona limítrofe al Parque Nacional de Cabo Pulmo que no respetaba ni la biodiversidad ni la economía local”, explica.Las acciones llevadas a cabo, además de la falta de dinero derivada de la crisis, evitaron que siguiera adelante el macroproyecto, que pretendía una extensión similar a Cancún (México).

“Creemos que el turismo de masas no es incompatible con el respeto medioambiental, pero sí es importante que cumpla una serie de condiciones”, afirma. Invita al viajero a ser “responsable y elegir sus destinos”, ya que es un asunto de todos.

Algunas de las pautas pasan por “viajar a destinos turísticos que cumplan con la legalidad medioambiental, apoyen la economía local y se impliquen en la protección de la flora y fauna”, subraya. En los complejos hoteleros que ofrecen paquetes de todo incluido, “en raras ocasiones hay beneficio local para los habitantes de las zonas donde se sitúan y no fomentan la gastronomía kilómetro cero”.

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