La encrucijada empresarial
Los partidos políticos apenas prestan atención a las iniciativas de responsabilidad social corporativa (RSC) porque en muchos casos lo consideran un fenómeno irrelevante o cosmético. Sin embargo, para cualquiera familiarizado con el fenómeno está claro que, si perdura, el desarrollo de la sostenibilidad empresarial se dirige a un resultado final: el cambio en la naturaleza y el rol de la empresa en la sociedad.
Pero es en la permanencia de la RSC donde radica el problema. La tendencia no está evolucionando a la altura de las circunstancias.
He aquí 10 propuestas para que la RSC vuelva a adquirir vigor:
1. Responsabilidad empresarial e innovación tienen que ir de la mano: la RSC ha evolucionado en los últimos 15 años como una práctica voluntaria para prevenir los riesgos producidos por las conductas irresponsables de la empresa en los campos ambiental, social y de (buen) gobierno. Pero para que este enfoque tenga tracción, hay que insistir: la licencia social para operar, la que viene de la ciudadanía, se está agudizando, y las empresas están siendo crecientemente juzgadas por una responsabilidad aumentada que incluye a sus cadenas de aprovisionamiento.
Nunca en el pasado han existido tantas oportunidades para hacer negocios sostenibles a partir de la innovación: la inclusión social (nuevos modelos de negocio que permiten el acceso al mercado de nuevas capas de la población, o de impulso del desarrollo socioeconómico en la cadena de suministro), la sostenibilidad medioambiental (economía circular, Cleantech, energías renovables, eficiencia energética, reducción de la huella de carbono) y la economía digital (economía colaborativa o productos que usan las nuevas tecnologías digitales al servicio de la inclusión social y la sostenibilidad ambiental).
2. La empresa responsable debe contribuir en la lucha contra las desigualdades.
En España la crisis ha agudizado las diferencias sociales y a la pregunta de si la RSC tiene algo que decir, la respuesta debe ser un sí rotundo. ¿Cómo puede la empresa dar testimonio cierto de que realmente contribuye a reducir las desigualdades sociales? Hay tres pruebas del nueve que indicarían que se está a la altura de las circunstancias y que las empresas deberían tener en cuenta para no contribuir a la percepción de que la RSC se está deslegitimando de modo acelerado.
3. La lucha efectiva contra las desigualdades implica crear en el seno de la empresa y fomentar en su entorno empleos de calidad. En países como España la competitividad no está relacionada con salarios bajos y empleos temporales, sino con trabajadores bien reconocidos que producen alto valor añadido que puede competir en los mercados internacionales y que no sean considerados como un gasto, ni siquiera un recurso, sino como una inversión en un capital fundamental, el capital humano.
4. Estar a la altura en la lucha contra las desigualdades implica cumplir con las obligaciones fiscales. En países aquejados por recortes presupuestarios no es responsable eludir la fiscalidad.
5. El tercer elemento consiste en revertir la tendencia a brechas salariales crecientes entre los salarios medios de los empleados y los de ejecutivos. España es el país de toda la Unión Europea que mayor diferencia registra –7,2 veces– entre el 20% que más renta gana y el 20% con menores rentas.
6. No alcanzaremos la sostenibilidad global sin empresas responsables: en alguna fecha del mes de agosto habremos ya consumido todos los recursos renovables del planeta para 2015. Las condiciones para la sostenibilidad global se están definiendo en este momento, en la forma de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) –un conjunto de objetivos de sostenibilidad que abarcarán los temas más sensibles ambientales y sociales con objetivos cuantificados a ser alcanzados entre 2015 y 2030–.
Estos objetivos tendrán una repercusión directa en el comportamiento exigible por la ciudadanía a las empresas. Estas serán evaluadas como sostenibles no solamente por observar una conducta responsable sino sobre todo por su eficacia e impacto real en la consecución de los ODS. Por ejemplo, la tarea de vanguardia que se le pide a las grandes empresas en cuanto al cambio climático aumenta cada día.
7. Se deberían producir además otros desarrollos: a) la involucración creciente de los consejos de administración y, en consecuencia, el salto de la RSC a la categoría de dimensión central en el gobierno de la empresa, y b) el comienzo de una nueva fase en la que el capital financiero no sea ya el único decisivo en la empresa.
8. No es utópico que se puedan dar en el futuro saltos bastante disruptivos: por un lado, que el gobierno de la empresa no dependa solamente de las decisiones que representan al capital financiero. De hecho, en países como España no debería descartarse la presencia de los trabajadores (no de funcionarios sindicales venidos de fuera) en los consejos de administración.
9. Por otro lado, la emergencia de nuevas formas que cambien la naturaleza jurídica de la empresa, colocando como el objetivo legal de su actividad –más allá del beneficio corporativo– el beneficio para el bien común. El movimiento de las B-Corps ya es un precursor en esa dirección.
10. La RSC es una práctica voluntaria. Pero dado el lento y titubeante ritmo de sus avances, el ímpetu democrático público debería acelerar el cambio –en complicidad con las empresas responsables– con disposiciones legales. Por ejemplo, es más que conveniente que los Gobiernos comiencen a mandar señales, incentivos claros, a las empresas sostenibles.
Concluyendo, la RSC se encuentra en una encrucijada: puede hacer frente a los retos señalados, con lo que avanzará, no sin sobresaltos, hacia ese cambio de paradigma. Para que este escenario se cumpla y evitar que se deslice hacia la irrelevancia es necesario que las empresas acusen recibo y den respuesta a los nuevos desafíos.
Manuel Escudero es Director del Centro Global para Negocios Sostenibles de Deusto Business School y Víctor Mañuales es Director ejecutivo de Ecología y Desarrollo (Ecodes).