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Columna
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Es hora de jubilar el desempleo

Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal de Estados Unidos, está dispuesta a utilizar la política monetaria para contribuir a que más gente encuentre buenos puestos de trabajo. Su prioridad –el trabajo es más importante que las finanzas– se refleja en el tema del encuentro de esta semana para los banqueros centrales del mundo: Reevaluar la dinámica del mercado laboral. Un tema debe estar en la agenda de los distinguidos invitados a Jackson Hole, (Wyoming, EE UU): cómo reemplazar el concepto de desempleo.

La sugerencia puede sonar frívola, pero la idea de una medida de desempleo simple está ligada a una visión equivocada de cómo funcionan las economías modernas. La tasa de desempleo tuvo sentido en economías desarrolladas hace un siglo, cuando los trabajadores eran hombres que querían puestos de trabajo a tiempo completo en cuanto terminaban los estudios, y que continuaran hasta que murieran o se retiraran. Así, el desempleo era fácil de definir –hombres en edad de trabajar sin empleo–.

Esa división binaria de empleados y desempleados ya no existe. Muchas personas hoy en día entran y salen de puestos de trabajo remunerados, cambiando entre el tiempo parcial y el completo. Algunos se mueven dentro y fuera de la economía legal. El autoempleo transitorio es común. La jubilación es un concepto flexible.

Estudiantes, presos o personas con discapacidad en cualquier momento podrían y pueden querer trabajar por un sueldo. Y el empleo remunerado no siempre puede ser interpretado como una señal de un mercado laboral que funciona bien: los puestos de trabajo pueden ser precarios, mal adaptados a las habilidades de los trabajadores, o no ser pagados con un salario digno.

En un entorno tan complejo, no tiene sentido para juzgar el ámbito laboral de la economía con el anticuado concepto del desempleo. La política del mercado de trabajo no debería centrarse en la tasa de desempleo del 6,2% de Estados Unidos, o la del 11,5% de la zona euro. En su lugar, debería hacer frente a situaciones laborales inadecuadas.

Las medidas actuales del mercado laboral se basan en el anticuado modelo binario de empleo

Las medidas actuales se basan en el anticuado modelo binario de empleo. Yellen reconoce esa debilidad, pero ninguna medida actual realmente capta los múltiples tonos gris del mercado laboral.

Un índice de empleos malos podría funcionar. El número más alto se correspondería con aquellos cuyo trabajo, remunerado o no, es adecuado a sus habilidades, necesidades y deseos. La cifra más baja sería para puestos de trabajo inadecuados. El índice nacional sería una media, calculada con las técnicas de muestreo habituales. Unas lecturas bajas del índice implicarían malas noticias.

No va a ser fácil ponerse de acuerdo sobre la forma de medir las malas posiciones. La distinción entre bueno y malo supone juicios morales acerca de cómo se debe organizar la vida laboral. Se avecina controversia.

Todavía puede haber un amplio consenso en que cualquier persona que quiera trabajo debería ser capaz de encontrar un puesto razonablemente seguro, adecuado a sus habilidades, y justamente remunerado.

En cualquier caso, hay que perfeccionar el acuerdo, porque es imposible juzgar hasta qué punto funciona bien el mercado de trabajo sin consenso sobre lo que se supone que debe hacer. Y una cosa es cierta: el mercado laboral de hoy en día debe hacer algo más que minimizar la arbitraria tasa de desempleo actual. Es mejor luchar por un nuevo acuerdo que confiar en una medida antigua que pasa por alto gran parte de lo que está sucediendo. Además, sería fácil publicar datos suficientes para que los observadores a los que no les guste el nuevo índice estándar puedan construir sus propias alternativas.

Para Yellen y sus compañeros de los bancos centrales, un nuevo índice y el análisis subyacente representarían un problema. Sería mostrar lo poco que la gente de Jackson Hole puede hacer para alcanzar el objetivo de abordar la cuestión del trabajo.

Incluso en el caso de que la política monetaria puede hacer algo con la medida de la tasa de desempleo, la mayor parte de los desajustes laborales de hoy en día no se pueden curar con medidas puramente financieras o monetarias. Estas solo pueden abordarse con cambios en legislación, reglamentos, estructuras organizativas y prácticas de trabajo aceptadas. Los bancos centrales pueden contribuir a estimular las inversiones, pero no pueden actuar donde más falta le hace al mercado de trabajo.

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