Merkel anestesia a la zona euro para lograr su reelección
Como todos los veranos, la canciller alemana, Angela Merkel, se marcha en agosto unos días de vacaciones a los Alpes. Este año lo hace dejando atrás una zona euro muy maltrecha, llena de cicatrices y heridas abiertas. Pero Berlín se ha encargado de anestesiar a los países en peor estado, con promesas de ayudas económicas o de relajación de los objetivos de déficit. Y confía en que la sedación aguante hasta el 22 de septiembre, cuando la canciller de plomo se juega su tercer mandato en las elecciones generales de Alemania.
Tiene lógica porque la estrategia de la canciller para lograr la reelección pasa en parte por la desmovilización de un electorado cuya participación ha caído de manera ininterrumpida desde el 82,2% en 1998 hasta el 71% de 2009.
Desde aquel año, primera victoria de Gerhard Schröder, los socialistas del SPD han perdido 10 millones de votantes o la mitad de su electorado. Y sin negar la popularidad de Merkel en Alemania, fuentes de la oposición socialista en Berlín aseguran que el Gobierno está logrando su objetivo de adormecer a una parte del electorado y que el SPD no consigue despertarlo. O quizá tampoco se atreve.
La repentina benevolencia de Berlín con el Gobierno griego (al que ni siquiera se reprocha el cierre de la televisión pública) muestra el interés de Merkel por neutralizar cualquier estallido que pueda despertar al electorado alemán antes del 22 de septiembre. Y es que fuentes de los dos grandes partidos alemanes, CDU y SPD, reconocen que, salvo hecatombe en las próximas semanas, la crisis de la zona euro no será motivo de debate durante la campaña electoral en septiembre. La responsabilidad del Gobierno Merkel en la gestión de esa crisis pasará así desapercibida entre el único electorado que puede castigarla o premiarla por ello. La canciller no tendrá que explicar el resultado de aplicar durante tres años sus recetas en la zona euro. Un trienio tan negro como el color electoral de la CDU. Y que deja por ahora como balance una tasa de paro récord en la unión monetaria; un rescate de Grecia que ya se ha tragado más de 210.000 millones de euros frente a los 30.000 millones previstos en 2010; un corralito en Chipre desde el pasado mes de mayo; casi seis millones de parados en España; y una grave crisis institucional en países como Italia o Portugal.
A ello se une la incógnita que sigue pesando sobre el estado real de buena parte de la banca europea, en particular de la alemana y la francesa, como consecuencia en parte de la negativa de Berlín a someter a un control estricto a todas las entidades y a acelerar la unión bancaria.
No parece que ninguna de esas bombas de relojería vaya a estallar antes de las elecciones porque Berlín ha forzado, a veces de manera diplomática y otras a la brava, que se aplacen hasta octubre todos los asuntos delicados.
Hoy mismo, la zona euro desembolsará en Grecia otros 4.000 millones de euros (2.500 millones del MEDE, más 1. 500 millones de los bancos centrales). Berlín, que siempre se reserva la última palabra, ha dado el visto bueno a pesar d que el informe de la troika (CE, BCE y FMI) muestra los retrasos en el plan griego de privatizaciones y de reformas estructurales.
Como medida de presión, se aplaza hasta octubre la liberación de otros 1.000 millones de euros. Pero la entrega de hoy garantiza que Atenas dispondrá de medios suficientes para no crear ningún problema antes de las elecciones alemanas.
De paso, el Gobierno de Antonis Samaras ha arrancado una rebaja de 10 puntos (hasta el 13%) en el IVA de la hostelería, aplicable desde este jueves a pesar de las reticencias de la troika. Atenas solo ha tenido que comprometerse a compensar la caída de la recaudación con “una racionalización del gasto en defensa”.
Después de las elecciones regresará el inevitable debate sobre la necesidad de buscar una solución definitiva a la deuda que aplasta a Grecia, más de 305.000 millones de euros o el 160% de su PIB, según los datos del primer trimestre de 2013 publicados la semana pasada por Eurostat. Fuentes comunitarias señalan que el problema se empezará a estudiar en octubre y que el desenlace podría llegar en la primavera de 2014, si Atenas logra financiar por sí misma al menos el gasto corriente.
La ley del silencio impuesta por Merkel sobre el desenlace del drama griego (con probables pérdidas para el contribuyente europeo) no ha pasado desapercibida a nivel internacional. Incluso medios conservadores, como Financial Times, han acusado a la canciler de escamotear el debate a la opinión pública alemana. Pero Merkel siempre se ha mostrado más preocupada por los lectores del Bild que por los del FT.
A contraluz
Inflación y quitas para evitar los eurobonos
Las elecciones en Alemania (22 de septiembre) se han convertido en el dique que frena cualquier solución definitiva a la crisis de la zona euro, sea la reestructuración de la deuda griega, la unión bancaria o la creación de los eurobonos. Pero las compuertas del debate parecen llamadas a abrirse tan pronto como los 61,8 millones de electores alemanes hayan elegido entre los 38 partidos registrados. Y el hartazgo de los países del sur, que llevan cinco años consecutivos de recesión, podría obligar a las soluciones más radicales. Quizá por eso hasta Hans-Werner Sinn, presidente del instituto de estudios IFO, se resigna a una solución tan heterodoxa para Berlín como la de permitir más inflación en Alemania. En una tribuna publicada la semana pasada por Financial Times, Sinn también se muestra partidario de ofrecer “una moratoria conjunta en el pago de la deuda a los países sobreendeudados que sigan en la zona euro”. Todo ello, señala Sinn, supone un riesgo para los inversores. “Pero no tan grande”, añade, “como la mutualización de la deuda a través de los eurobonos”.
Renta mínima para Grecia
El plan de Hans-Werner Sinn para aliviar el peso de la deuda no se extendería a Grecia. El presidente del IFO sigue defendiendo la salida de ese país del euro, para que pueda imponer una quita radical a sus acreedores. Entre esos acreedores figuran en primer lugar la zona euro y el FMI, que ya han prestado a Atenas más de 210.000 millones de euros. La troika, de momento, no se plantea oficialmente la condonación de parte de sus préstamos. Pero la inviabilidad de la economía griega parece tan evidente que la troika estudia la posibilidad de que Atenas fije una “renta mínima” garantizada para sus ciudadanos, una prestación que evitaría el hundimiento en la miseria de una parte importante de la población.