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No podemos echarle a Trump la culpa de los males de Europa, aunque a las acciones europeas no les ha sentado bien su vuelta
Así han recibido los mercados de renta variable al flamante nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Un viejo conocido que plantea, para el que será su segundo mandato en la Casa Blanca, muchos interrogantes. Lo que quiera o sea capaz de hacer, lo veremos con el tiempo. Los que trabajamos en los mercados financieros ya hemos aprendido que no vale mucho la pena emplear tiempo en elucubrar las consecuencias de eventos poco predecibles y, mucho menos, en tratar de estimar cómo se comportarían los mercados si ocurriera tal o cual cosa. Más que causalidad, deberíamos hablar de casualidad.
Con estos mimbres, quedémonos con lo que sabemos. A finales del 2024, la fortaleza del mercado de acciones estadounidense es apabullante. A lo que hay que añadir la reciente carrera de su divisa, que supone un extra importante de rentabilidad para los inversores una vez lo pasamos a nuestra moneda. El 10% de ganancia que se anota el mercado estadounidense en noviembre, catapulta a la Bolsa estadounidense a ganancias anuales por encima del 30% en euros, lo que marca registros históricos. Cerca de 60 máximos históricos en el año, uno de los mejores ejercicios de rentabilidad de las últimas décadas y una de las brechas de rentabilidad más amplias de la historia entre el desempeño del mercado estadounidense y el europeo. La Bolsa europea, con una rentabilidad acumulada del 8% en 2024, se queda muy rezagada de su homóloga al otro lado del Atlántico.
No podemos echarle a Trump la culpa de los males de Europa, aunque cierto es que a las acciones europeas no les ha sentado especialmente bien su segunda victoria.
Mario Draghi, en su informe de hace unos meses, levantó las alfombras del club de los 27 y urgió a la Unión Europea a tomar medidas para restaurar la competitividad perdida y no agrandar la distancia estratégica que nos separa de grandes potencias como Estados Unidos o China.
La actividad industrial en Europa está de capa caída. Su relevancia en economías como la francesa y la alemana hace que estos dos países estén pasando por un momento macro complicado. Los países del sur, donde el sector terciario y los servicios han ido ganando peso, tiran del crecimiento Europa. Para ejemplo, el caso de España, pero no solo, en lo que se ha dado en llamar “la venganza de los PIGS”, en alusión al peyorativo término acuñado por los medios ingleses para designar a Portugal, Italia, Grecia y España (la S de Spain) durante la crisis de la eurozona de 2011.
El sector de automoción, tan importante en Francia y Alemania, está viviendo un momento muy complicado y así lo reflejan las cotizaciones de sus acciones, con abultadas caídas; al igual que el sector del lujo, afectado por el bajón de la demanda de China, principalmente, y tampoco acompaña el sector tecnológico, que sufre la poca exposición a la temática estrella de la inteligencia artificial.
Por si nos faltaba poco, como dice el refranero español “a perro flaco todo son pulgas”, hemos de añadir sendas crisis políticas en Alemania y Francia. Los experimentos con sus coaliciones de gobierno han durado poco y han acabado mal. En Alemania, con convocatoria de nuevas elecciones el próximo 23 de febrero y en Francia, con una moción de censura que ha hecho que Michel Barnier sea el primer ministro más breve de la historia de Francia. Se abre un periodo de gran incertidumbre para el país galo, que no puede volver a las urnas hasta que haya pasado al menos un año desde las anteriores elecciones, que fueron en junio.
Tal vez todo esto sirva para explicar por qué las cotizaciones de las acciones europeas están donde están mientras que las estadounidenses vuelan. Ahora bien, ¿hay vida más allá de Estados Unidos?
En un momento del año en el que es típico que casas de análisis y bancos de inversión hagan sus apuestas para el siguiente ejercicio, las preferencias están claras. Estados Unidos gana por goleada como favorita para 2025. Después de un 2024 que ha hecho sonrojar a los expertos (la Bolsa de EE UU está un 23% por encima del nivel medio que pronosticaban, e incluso, muy por encima de las previsiones más optimistas), ahora nadie se quiere quedar atrás y la previsión de consenso es que la Bolsa estadounidense suba el año que viene entre el 10% y el 15%, alcanzado el S&P 500 un nivel de entre 6.500 y 7.000 puntos. En Europa, sin embargo, las previsiones se están revisando a la baja.
El nivel de descuento de la Bolsa europea frente a la estadounidense está en máximos históricos, lo que no quiere decir que no se pueda seguir ampliando, pero la realidad es bastante extrema. En Estados Unidos las valoraciones de algunos sectores son exigentes, pero los beneficios, de momento, no decepcionan.
Esto nos abre un panorama muy interesante de cara a 2025, y también retador. Una cartera de renta variable global que replique al índice MSCI World, tiene hoy un peso del 73,9% en Estados Unidos. Nivel máximo histórico. Casi un cuarto del índice, compuesto, por 1.400 acciones, está copado por las Magníficas 7. El peso de Europa ya ha caído del 15%, lo que hace difícil las apuestas geográficas para muchos gestores activos y dolorosa cualquier sobreponderación a Europa.
Veremos lo que nos depara el año 2025. ¿Será, por fin, el año de Europa? Tal vez esa sea la gran sorpresa, o no.
Marta Campello es socia y gestora de Abante.