Por qué puede agriarse la bonanza comercial de México
La hostilidad de Trump en 2016 se quedó en nada, pero no parece que esta vez vaya a pasar lo mismo
La última vez que Donald Trump estuvo en la Casa Blanca, a la economía de México le fue sorprendentemente bien. El país hispanohablante, y los CEO globales que han reconstruido sus cadenas de suministro a su alrededor, estarán esperando que la hostilidad inicial del presidente electo de Estados Unidos una vez más se quede en nada. Eso parece demasiado optimista.
Como en 2016, la campaña electoral de Trump para 2024 ha estado llena de alarmantes promesas desde la perspectiva del vecino del sur de EE UU, cuya economía, de 1,9 billones de dólares, es la decimotercera más grande del mundo, según el Fondo Monetario Internacional. La semana pasada, el republicano prometió imponer un arancel del 25% a los productos mexicanos en su primer día en el cargo hasta que el país tomara medidas drásticas contra las drogas y los emigrantes que cruzan la frontera.
Sorprendentemente, el Gobierno de la nueva presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, parece relativamente optimista, e informó de una amistosa llamada telefónica con Trump a finales de la semana pasada. El ministro de Economía, Marcelo Ebrard, que fue secretario de Exteriores durante el primer mandato de Trump, ha hablado del poder negociador de su país, afirmando que los aranceles costarían empleos en EE UU y perjudicarían el crecimiento, ya que empresas, desde General Motors a Stellantis tienen sedes en la economía latinoamericana.
La historia avala una actitud relajada. Trump llegó a la Casa Blanca en 2017 prometiendo remodelar radicalmente el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en beneficio de los trabajadores estadounidenses, y construir un muro fronterizo a costa de México.
En realidad, el Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (USMCA) de 2018 contenía relativamente poco para preocupar a su signatario más meridional. Las multinacionales, en particular los fabricantes de automóviles, reajustaron luego sus cadenas de suministro para enviar más mercancías a través de México o fabricarlas allí, un proceso conocido como nearshoring. A principios de 2023, por ejemplo, BMW dijo que invertiría 870 millones de dólares para ampliar su planta en el central estado de San Luis Potosí.
El comercio se ha disparado. El año pasado, México envió 475.000 millones en exportaciones de bienes a EE UU, superando a China. Un análisis de la Brookings Institution concluyó que el número de empleos mexicanos apoyados por el comercio intranorteamericano aumentó en unos 2 millones entre 2017 y 2022. En resumen, la retórica combativa de Trump de hace ocho años resultó ser fanfarronería.
Pero sería imprudente por parte de Sheinbaum apostar por una repetición. Las elecciones de Trump para su Gabinete sugieren que está rehuyendo algunas de las influencias moderadoras que caracterizaron partes de su primer mandato. Howard Lutnick, nominado por Trump para dirigir el Departamento de Comercio y la política comercial, ha criticado el tratado USMCA por perjudicar los empleos en la fabricación de automóviles.
El éxito de México en el marco del acuerdo, mientras, lo convierte en un objetivo más llamativo. El superávit comercial del país con EE UU aumentó un 140% entre 2016 y 2023, hasta 152.000 millones, según datos de la Oficina del Censo de EE UU, mientras que el de China cayó un quinto, hasta 279.000 millones. Si las tendencias continúan al mismo ritmo, el déficit comercial de EE UU con México superaría su déficit con China en términos absolutos en 2027, calculamos.
El país latinoamericano también parece enredado con la República Popular. El ministro de Economía, Ebrard, ha tratado de desactivar este punto, afirmando hace poco que solo el 0,4% de la inversión china en América del Norte se dirige a México. Pero estas cifras reflejan las grandes diferencias de tamaño de las economías y los niveles de sofisticación de los mercados financieros. Las cifras comerciales son más matizadas.
Los datos de UN Comtrade muestran que China representa una quinta parte de los bienes enviados a México, frente al 15% en 2012. Es difícil deducir de las estadísticas qué proporción de esos bienes se dirige a EE UU. El Banco de México argumentó en un análisis reciente que era ínfima. El peligro para Sheinbaum es que Trump y Lutnick no se molesten en tratar de averiguarlo, y en su lugar lleguen a la conclusión de que los fabricantes chinos están utilizando México para obtener un acceso barato al mercado de EE UU.
Hay pruebas circunstanciales que apoyan esta conclusión. Los investigadores de Rhodium Group afirman haber identificado un stock de 13.000 millones de dólares de inversión extranjera directa anunciada procedente de la República Popular. Esto empequeñece el recuento oficial, que, según los analistas, pasa por alto las inversiones a través de entidades extraterritoriales en Hong Kong y otros lugares.
Otra señal de alarma es que las disposiciones del USMCA diseñadas para inducir la producción con altos salarios en Norteamérica parecen llenas de lagunas. Para evitar que los fabricantes de automóviles extranjeros envíen vehículos terminados a EE UU a través de México, el acuerdo establece que el 75% del contenido de un automóvil, medido en valor, debe proceder de Norteamérica, y que el 40% debe proceder de centros de fabricación que paguen a los trabajadores 16 dólares la hora o más.
Sin embargo, la multa por no alcanzar estos umbrales es de solo el 2,5%, que algunos productores parecen felices de pagar en lugar de revisar sus operaciones. Más del 8% de las importaciones de automóviles USMCA por valor pagaron el derecho en 2023, en comparación con el 0,5% en 2019, según un informe de julio del Representante Comercial de EE UU. Para las piezas de automóviles, la cifra aumentó al 20,5% en 2023 desde el 9,3% de cuatro años antes. Una posible conclusión es que las sanciones del USMCA son demasiado insignificantes para funcionar.
Si sumamos todo esto, es difícil que Trump permita que persista el statu quo cuando se revise el USMCA en 2026. Los inversores en divisas parecen haber tenido en cuenta cierto daño: un dólar compra ahora más de 20 pesos mexicanos, frente a los 19 de mediados de octubre. La cuestión es qué puede hacer Sheinbaum para suavizar el posible golpe. Destinar más recursos a vigilar la frontera ayudaría, dada la hostilidad de Trump hacia la inmigración. Pero los recientes esfuerzos de México para detener a los migrantes que llegan a EE UU parecen haber ganado poca buena voluntad del Partido Republicano de Trump.
Otra opción es apaciguar a la Casa Blanca cerrando la entrada de China en México, ya sea mediante aranceles o negándose a aprobar nuevas inversiones de fabricantes de automóviles como BYD. Eso sí que perjudicaría. Las cifras de Rhodium sugieren que los 3.800 millones de dólares de inversiones extranjeras directas anunciadas por China en México el año pasado se destinaron principalmente a nuevas instalaciones, que suelen generar nuevos empleos.
La única buena noticia para Sheinbaum es que los fabricantes de automóviles europeos y otros del resto del mundo siguen teniendo pocas opciones mejores, dado que los salarios en Canadá y EE UU son altos y los trabajadores de las fábricas escasos. Eso significa que es poco probable que los CEO empiecen a abandonar México. Pero el papel del país como beneficiario encubierto de las tensiones comerciales de EE UU parece vulnerable.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías