En 2025 habrá que trabajarse las rentabilidades
Mucho se habla de los beneficios caídos del cielo de una banca que apenas ha retribuido los depósitos, pero tampoco los clientes se han movido
El año 2025 se presenta más exigente para el ahorrador de lo que se aventuraba para 2024. No solamente porque las valoraciones en el mercado son más exigentes, porque la economía de la zona euro esté amenazada por el estancamiento o porque la elección de Donald Trump añada riesgos en los planos geopolíticos o comerciales. Hace 12 meses la situación del mundo no era precisamente ideal, pero el inversor tenía un as en la manga. El fantasma de la inflación viene de la mano de unos tipos de interés más atractivos. Cabe el matiz de que lo son en términos nominales, pues en estos entornos no siempre consiguen cubrir el aumento del coste de la vida. Pero en los cálculos del ciudadano medio, un 4% seguro nunca deja de ser una alternativa interesante. Aunque es, también, efímera.
El control de la inflación tiene más ventajas que inconvenientes para la economía: el descenso de los tipos de interés supone para los hipotecados poco menos que una paga extra (el descenso del euríbor recortará en 1.500 la letra de una hipoteca media), y también la economía de las empresas gana margen para invertir, contratar o cosechar beneficios. Pero el panorama para los ahorradores se complica, y los rendimientos del 3,5% que hace pocos meses se ofrecían prácticamente por defecto son hoy por hoy difíciles de encontrar, aunque no imposibles.
Casi todas las alternativas sobre la mesa implican un cierto componente de riesgo: sean depósitos combinados (que incluyen la contratación de un fondo), renta fija privada o alternativas en renta variable enfocadas en los dividendos sostenibles. De hecho, uno de los argumentos a favor de la Bolsa en este cambio de ejercicio tan incierto no es ya el FOMO (fear of missing out, o miedo a perderse la fiesta), sino el TINA (there is no alternative, no hay alternativa a la renta variable). Toca, pues, agudizar los sentidos por las dos vertientes; por una Bolsa cara (en Estados Unidos) y plagada de incertidumbres (en Europa) y por una inversión conservadora donde los rendimientos hay que trabajárselos.
En España, los depósitos bancarios suponen una abrumadora mayoría de los activos financieros de las familias, y los rendimientos que van a dar el próximo año puede que ni cubran la inflación. Mucho se habla de los beneficios caídos del cielo de una banca que apenas ha retribuido los depósitos, pero tampoco los clientes se han movido en busca de mejores rentabilidades. No les queda otra. Los ahorros, al menos para la mayoría de la población, cuestan.