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La Lupa
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Qué esconde la ambición de Andrea Orcel por Commerzbank

Tras tres años de recorte del crédito, la plantilla y las oficinas, necesita una operación que compensa la caída de tipos y Rusia

Logo de Commerzbank, junto a tarjetas de Unicredit.
Logo de Commerzbank, junto a tarjetas de Unicredit.Dado Ruvic (REUTERS)

Andrea Orcel, CEO de Unicredit, es uno de los ejecutivos de banca más reconocidos del universo financiero. Después de décadas trabajando para otros bancos como dealmaker, el intermediario capaz de hacer cuajar las operaciones más inverosímiles, en abril de 2021 tomó el mando del segundo banco de Italia. El éxito de su gestión no admite duda, a juzgar por la evolución de la acción, que ha multiplicado su valor por 4,5 veces desde que asumió el cargo. Pero eso es pasado.

Si se profundiza en el balance de Unicredit y sus retos, se entiende mejor por qué se ha lanzado a comprar Commerzbank. Orcel es un experto en la construcción de relatos, equity story. Lo ha hecho durante toda su carrera para vender a los gestores de otros bancos operaciones soñadas por él. Con Commerzbank, Orcel ha dejado que fluya una narrativa cuasi épica, cuando todo parece más trivial.

Para empezar, es falso que se trate de la primera fusión transfronteriza de la UE. Ni primera, ni transfronteriza. Si cuaja, será la integración de dos bancos alemanes, HipoVereinsbank (filial de Unicredit) y Commerzbank. El banco italiano tendría una subsidiaria mucho más grande en ese país, que es relevante, pero igual que la de BNP en Italia (Banca Nazionale del Lavoro) o las de Santander en Portugal y Polonia. No se trata de que Unicredit vaya a ser un banco con sede, servicios centrales y operativos en Milán y una red de oficinas enorme que llega a Alemania. Esa sí sería la primera fusión transfronteriza.

Se trata de una trampa del lenguaje para darse más glamour; pero un tour por el informe anual de Unicredit enseña razones más prosaicas que justifican la compra de Commerzbank y que, seguramente, se aproximan más a la realidad. Hasta ahora, la gestión de Orcel ha estado muy centrada en limitar el crecimiento del banco y reducir costes; estas dos medidas, en un periodo de fuerte subida de los tipos de interés (del 0% en julio de 2022 al 4,5% en junio pasado) le han permitido recuperar los ratios de capital, el beneficio y el precio de la acción.

La evolución de los tipos ha sido igual para todos los bancos. Lo singular de Unicredit está en la contundencia con la que ha frenado el balance y la dureza del ajuste de plantilla. En sus tres años de gestión, Orcel ha recortado la cartera de créditos en 21.000 millones de euros, hasta 430.000 millones. Eso sí, gracias a la subida de los tipos, los ingresos han aumentado un 39%, pese a que la masa de créditos ha caído un 5% en el mismo período.

Al tiempo, los costes operativos se han reducido en casi 400 millones desde 2020 al año pasado, hasta dejarlos en 9.471 millones. Puede parecer poco, pero resulta meritorio si se tiene en cuenta que ese recorte ha sido en un contexto de inflación de hasta dos dígitos. Ese ajuste se ha realizado a base de despidos de empleados y cierre de oficinas. Desde que Orcel cogió las riendas, Unicredit ha recortado la plantilla en 12.000 personas y la red en 417 oficinas, hasta dejarlos en 70.000 y 3.000, respectivamente, a finales de junio pasado. La subida de los ingresos y la caída de los costes han llevado el ratio de eficiencia al 36,3%, veinte puntos porcentuales menos que cuando llegó al banco. Una barbaridad.

Y ahora, qué. Parece que no vale la misma receta. Los tipos de interés se han dado la vuelta y están en clara caída. El euríbor a un año cotiza por debajo del 3%, frente a la media del 4,1% de hace un año. Es un descenso del 27%. Por tanto, para mantener los ingresos, hay que prestar más, lo que acarrea más riesgo y menos capital. Por el lado de los costes, no es fácil saber cuánto recorrido le queda sin afectar al negocio, pero, tras un recorte de plantilla del 15% y de oficinas del 12%, es fácil presuponer que está cerca el hueso.

Es aquí donde aparece Commerzbank, cuyo ratio de eficiencia es un desastre, incluso con los tipos de interés a favor. Ayer presentaron perspectivas en Londres y esperan que este año los costes se lleven 60 euros de cada 100 que ingresa, cuando Unicredit está en el 36%. Además, resulta que la filial alemana de Unicredit está en el 44%, lejos de ser el mejor de la clase. Por tanto, es evidente que la fusión de los dos bancos constituye un yacimiento de beneficios, aunque sea a base de despidos y cierre de oficinas, algo que no inquieta a Orcel.

Además, como está comprando Commerzbank a un precio sustancialmente por debajo de su valor en libros, el coste del ajuste de la plantilla podría cargarlo sin problemas a las plusvalías contables (badwill) generadas en la compra, que rondarían los 10.000 millones. No es nada original: es lo mismo que pretende BBVA adquiriendo Sabadell.

Pero además, Orcel tiene otro elemento en la partida: Rusia. Unicredit debería haber salido de este país como consecuencia de las medidas aprobadas por Europa y Estados Unidos para aislar a Vladimir Putin. Sin embargo, el CEO se está resistiendo a dejar el país, para lo que incluso ha solicitado al Tribunal General de la UE que le aclare hasta donde llegan las exigencias del BCE de limitar sus actividades en Rusia, un país que el año pasado le aportó un beneficio de 886 millones de euros y donde cuenta con una plantilla de más de 3.000 empleados y 54 oficinas.

Con ese recurso, Orcel gana tiempo, pero sabe que todo va a acabar en la mesa del BCE, que tiene en su mano autorizar la compra de Commerzbank y el cierre de Rusia, que le va a costar dinero, y puede cargarlo al badwill de esa adquisición. Por si esto fuera poco enredo, EE UU está harto de que los bancos centroeuropeos especulen con Rusia. Ojo que los principales accionistas de Unicredit son inversores institucionales de EE UU, que suman el 31,5% del capital, y son el poder en la sombra. Tienen más que los italianos, que alcanzan el 23%, sumando las fundaciones que crearon el banco (4%), los accionistas minoritarios (13%) y los institucionales locales (6%).

Quizás a Orcel se le ha ido la mano al llevar su equity story hasta un conflicto italo-germano. Va a ser una guerra digna de estudio. Se enfrentan el país que mejor fabrica contra el que mejor envuelve. Mantenerse al margen es la receta.

Aurelio Medel es periodista y doctor en Ciencias de la Información



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