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Breakingviews
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Se avecinan cambios en la política macroeconómica del Reino Unido

El programa de los laboristas se caracteriza por la continuidad, pero será difícil que lo mantengan si ganan

Partido Laborista Keir Starmer
El candidato del Partido Laborista, Keir Starmer, y la portavoz laborista de Economía, Rachel Reeves, el 28 de mayo en una fábrica de Rolls Royce en la localidad de Derby.Maja Smiejkowska (REUTERS)

“Cambio”. El eslogan de una sola palabra con el que el Partido Laborista de la oposición británica ha decidido concurrir a las próximas elecciones generales del 4 de julio es ciertamente sucinto. A juzgar por los sondeos de opinión, no hace falta nada más. Los laboristas aventajan al gobernante Partido Conservador en más de 20 puntos porcentuales. Pero, en lo que se refiere a política macroeconómica, el cambio es difícil de encontrar. El programa económico del partido se caracteriza más bien por una llamativa continuidad. Esta posición será difícil de mantener.

Rachel Reeves, ministra de Economía en la sombra (portavoz de los laboristas para la cuestión) se ha comprometido a no alterar la independencia del Banco de Inglaterra y ha prometido que el objetivo de inflación del 2% es sacrosanto. Su único coqueteo con la novedad es la promesa de añadir la lucha contra el cambio climático como objetivo suplementario. Incluso eso es una recuperación de un retoque hecho por primera vez por el entonces canciller (ministro de Economía), Rishi Sunak, en 2021.

Tampoco hay muchos cambios en el Tesoro. Los laboristas han descartado aumentar ninguna de las tres principales fuentes de ingresos del Gobierno: el IRPF, las cotizaciones a la seguridad social y el IVA. El gasto público, por su parte, seguirá sujeto a la misma regla fiscal utilizada por el Gobierno actual, que exige que la deuda pública caiga en proporción al PIB al final de un periodo de previsión renovable de cinco años. Tan similares son las perspectivas macro de ­Reeves­ y su homólogo conservador Jeremy Hunt, que algunos analistas han bautizado su visión compartida como heevesianismo.

El compromiso de los laboristas con la actual combinación de políticas es aún más sorprendente si se tiene en cuenta que, según observadores imparciales, es muy poco probable que el próximo Gobierno alcance esos objetivos. En su reciente informe anual sobre la economía británica, el FMI tachó de inverosímilmente austeros los actuales planes de gasto de los ministerios. El organismo predice que los impuestos tendrán que aumentar de forma significativa o que las prestaciones sociales tendrán que disminuir drásticamente si se quiere mantener intacta la regla fiscal. El Instituto de Estudios Fiscales plantea la misma cuestión de otro modo. La única esperanza para el consenso heevesiano reside en sorpresas al alza en el crecimiento o a la baja en los tipos de interés. “Para un canciller cuyo objetivo es reducir la deuda como fracción de la renta, las cosas nunca han estado tan mal”, afirma el centro de estudios.

¿Cómo han llegado los laboristas a esta extraña combinación de promesa de transformación y compromiso de más de lo mismo? Hay tres posibilidades.

La primera y más cínica explicación es que se trata de una táctica electoral. Los laboristas están tan cerca del poder que han adoptado lo que podría llamarse una estrategia de jarrón de la dinastía Ming. Como un aterrorizado conservador de arte que transporta una cerámica antigua de valor incalculable por un suelo muy pulido, el partido se centra en minimizar cualquier posibilidad de desliz mientras se acerca de puntillas al día de las elecciones.

En esta lectura, los laboristas no creen realmente en el statu quo, y los inversores deberían prepararse para sorpresas después de las elecciones. Existen precedentes de ello. Uno de los primeros actos de los laboristas tras las elecciones de 1997 fue conceder independencia operativa al Banco de Inglaterra, una política que no figuraba en el programa del partido.

Pero las posibilidades de un repentino cambio de rumbo parecen menores esta vez. Los laboristas han asumido compromisos políticos explícitos a medio plazo. Reeves afirma que no habrá nuevos Presupuestos antes de septiembre, y se ha comprometido a no subir el impuesto de sociedades durante la próxima legislatura. Las reglas fiscales, por su parte, estarán garantizadas indefinidamente por un nuevo cerrojo fiscal, cuya llave guardará la independiente Oficina de Responsabilidad Presupuestaria. Cuando los laboristas prometen una alteración mínima de la política macro, el partido parece querer decir lo que dice.

Una segunda explicación, más creíble, es que los laboristas creen que el enfoque heevesiano es un medio para alcanzar un fin. Según esta interpretación, el partido está intentando elaborar una versión británica moderna de una venerable estrategia política europea. Tras la unificación de Italia en 1871, los políticos desarrollaron la filosofía del trasformismo, la preservación deliberada de las viejas ortodoxias para facilitar el cambio social pacíficamente desde abajo. La apuesta análoga de los laboristas es que no agitar el barco macro proporcionará la estabilidad necesaria para centrarse en reformas micro generadoras de crecimiento.

Para un partido que lleva 14 años fuera del poder, es una postura comprensible. Sin embargo, los riesgos son evidentes. Como señalan el FMI y el Instituto de Estudios Fiscales, es rehén de la suerte macro. En su encarnación italiana original, el prolongado equilibrio de intereses políticos contrapuestos acabó provocando un colapso de la confianza de los votantes y drásticos cambios de política. Los inversores no tienen por qué temer que el cerrojo fiscal de los laboristas conduzca al auge del fascismo. Pero el riesgo de que el trasformismo all’inglese conduzca a un futuro desmantelamiento de la política macro británica es demasiado real.

La tercera posibilidad es la más sencilla, pero también la más alarmante. Se trata de que los laboristas crean que el mantenimiento del enfoque actual generará crecimiento por sí mismo. Esa fue la implicación del primer discurso de campaña de Reeves a finales de mayo, en el que anunció, con un tufillo a jerga orwelliana, que “la estabilidad es cambio”.

Dada la agitación provocada por los sucesivos Gobiernos conservadores en los últimos años, un enfoque más estable será sin duda diferente. Pero, ante la transformación económica que exigen los desafíos globales, es insuficiente.

En todo el mundo desarrollado, las exigencias de la lucha contra el cambio climático, el aumento del gasto en defensa y la seguridad de las cadenas de suministro frente a la desglobalización se imponen cada vez más a las previsiones contables de sostenibilidad de la deuda a la hora de formular la política fiscal. Testigo de ello son los 370.000 millones de dólares en subvenciones verdes de la Ley de Reducción de la Inflación de 2022 de EE UU, aprobada por el Congreso incluso cuando el déficit alcanzó casi el 9% del PIB el año pasado.

En cuanto a la política monetaria, la incapacidad de los bancos centrales para prever, y menos aún controlar, la inflación ha socavado la fe en el modelo ortodoxo. A finales de mayo, Isabel Schnabel, miembro del comité ejecutivo del BCE, ofreció una visión revisionista de la relajación cuantitativa, cuestionando si los costes de la compra de bonos del Estado y otros activos por parte de los bancos centrales pueden haber superado A sus beneficios.

En la “era de la inseguridad”, como la ha calificado la propia Reeves, el compromiso laborista con la continuidad no puede durar. Por tanto, los inversores deberían tomar la palabra a los laboristas. El cambio está llegando, y el marco macro de Reino Unido también lo notará.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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