Inflación, sacrificios e incertidumbre
La eurozona se acerca al objetivo del 2%, pero la última milla tendrá más costes sociales y alimenta el debate sobre si se puede convivir con precios más altos
Recientemente, hemos conocido con cierto alivio los datos de inflación en la eurozona. En noviembre, se ha moderado hasta el 2,4% y mejorado las expectativas existentes. La misma suerte corrió la inflación subyacente (3,6%). En España, los precios también han evolucionado favorablemente, aunque nos situamos casi un punto por encima de la media de nuestros vecinos.
El acercamiento al objetivo de inflación establecido por el BCE (2%) constituye una buena noticia, sin embargo, el proceso de control de la inflación, basado en una agresiva política monetaria, viene acompañado de sacrificios de diversos colectivos y de incertidumbres.
Uno de los colectivos más afectados es el constituido por los trabajadores que, de forma responsable, aceptaron una subida salarial por debajo del IPC en 2022, lo que supuso recortar su poder adquisitivo en torno a cinco puntos porcentuales. Además, aunque el salario mínimo creció igual que la inflación, esta subida fue probablemente insuficiente para compensar el incremento de los precios de los alimentos, que constituye un porcentaje importante del gasto de las personas con salarios más bajos.
También se han visto perjudicados los casi cinco millones de personas que pagan una hipoteca. La férrea política monetaria del BCE ha llevado al euríbor, principal índice de referencia para los préstamos hipotecarios, a superar el 4%. El tipo medio de las hipotecas en 2023 se sitúa en el 3,88%, lo que ha provocado un incremento superior a los 300 euros mensuales en el coste medio de una hipoteca en los últimos 2 años. Así las cosas, las familias han tenido que tirar de los ahorros forjados en pandemia y el número de hipotecas se ha desplomado un 17% en los primeros nueve meses del presente año.
El conjunto de la sociedad también se ha visto afectada por la ralentización del crecimiento económico y, por tanto, de la generación de riqueza. En el tercer trimestre de 2023, el PIB de la eurozona se contrajo un 0,1% respecto al trimestre anterior. En términos interanuales, el crecimiento español se ha ralentizado hasta el 1,8%, mientras que Alemania se contrajo un 0,1%, Francia creció un 0,1% e Italia se estancó. Las razones: el alto coste de la vida, la reducción de demanda externa y el ajuste monetario. No obstante, hay que destacar el buen comportamiento del mercado laboral, con el mantenimiento de la tasa de paro en la eurozona en el 6,5% en octubre (11,8% en España).
Por último, la subida de los tipos de interés ha supuesto un incremento del coste de la financiación de la ya elevada deuda pública, cuyas últimas emisiones se han remunerado por encima del 3% en nuestro país. El aumento subsiguiente del déficit público tendrá que ser financiado con más impuestos (o reducción de otros gastos), dado que la Unión Europea insiste en la vuelta a la regla fiscal, que limita el déficit público al 3% del PIB.
Como decía al inicio de este artículo, la futura evolución de la inflación presenta elementos de incertidumbre que pueden dificultar la consecución del objetivo establecido por el BCE. En primer lugar, las propias autoridades monetarias avisan de un ligero repunte de la inflación en los próximos meses, debido al efecto base (moderación de la inflación que comenzó a tener lugar el pasado año), a lo se añade el periodo navideño, que no ayudará a que los precios se moderen en diciembre. Además, hay categorías con mucho peso en el índice de precios, como los alimentos, donde la desescalada está siendo más lenta y progresiva.
Los factores geopolíticos tampoco contribuyen a despejar el futuro de la inflación. La guerra entre Rusia y Ucrania, el conflicto entre Israel y Palestina y la continua amenaza de los países de la OPEP de reducir la producción de petróleo pueden tensionar los precios de la energía y obligar al BCE a prolongar su política monetaria.
En clave interna, existe el peligro de que, en los próximos años, los salarios suban por encima de la inflación, con el fin legítimo de que los trabajadores recuperen parte del poder adquisitivo perdido. Esto podría alentar los denominados efectos de segunda ronda, fomentando la resistencia de los precios a la baja.
En España, la retirada de las medidas anti inflación constituyen otro factor de incertidumbre. Actuaciones como el tope al gas, o la rebaja de impuestos a la electricidad y los alimentos finalizan el 31 de diciembre. Algunos analistas consideran que su reversión podría presionar al alza el nivel de precios, generado ocho décimas más de inflación y dificultando la caída de los precios el año próximo.
En este contexto, el BCE augura un deterioro de las expectativas de crecimiento en la eurozona y una convergencia lenta hacia el objetivo de inflación, que no se conseguirá hasta el tercer trimestre del 2025.
Estamos cerca del objetivo, pero no tanto, y la última milla todavía tendrá elevados costes sociales. En los últimos meses, se escucharon algunas voces críticas que preguntan, con cierta razón, pero poco éxito, si el objetivo del 2% de inflación es adecuado o si podemos convivir con un escenario de precios ligeramente más elevado, para reducir el coste social que conlleva la política monetaria actual.
En cualquier caso, es muy probable que, una vez alcanzado el objetivo, los tipos de interés no retornen a la situación inicial, y se queden en un nivel intermedio, lo cual no tiene por qué ser necesariamente negativo para la economía.
Alfonso Jesús Torres Marín es director de grado en Administración y Dirección de Empresas en UNIE Universidad
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