“To Germany, please!”: la paradoja migratoria alemana
Berlín maniobra para controlar la inmigración, pero al mismo tiempo incentiva el acceso a su mercado laboral de especialistas de todo el mundo
To Germany please! 3,3 millones de refugiados viven en Alemania, de los cuales un millón son ucranianos. Es el mayor número desde los años 50. Alemania recoge un tercio de todas las solicitudes de asilo presentadas en la UE. Este país es enormemente atractivo. Millones de personas buscan aquí refugio político y/ o económico porque les brinda bienestar, seguridad social, calidad de vida, libertad, tolerancia y respeto de los derechos humanos. Pero ese atractivo se está convirtiendo en una trampa. Berlín maniobra ahora para controlar la emigración cuando al mismo tiempo debe resolver dos asuntos graves: la falta estructural de especialistas en su mercado laboral y el actual dilema presupuestario. El ministro de Finanzas, el liberal Christian Lindner, lo ha expresado claramente: las prestaciones a los solicitantes de asilo se reducirán considerablemente. “El Estado social alemán actúa como un imán, también para quienes no tienen perspectivas de recibir asilo”.
Se baraja desde acordar con terceros países (por ejemplo, en África) que gestionen las peticiones de entrada en Alemania hasta cooperar con los países de origen de los refugiados para que los acojan de nuevo. Alemania debe apretarse el cinturón y, simultáneamente, incentivar el acceso a su mercado laboral de especialistas de todo el mundo. La situación es de tal trascendencia que hasta el presidente Federal, el teólogo Joachim Gauck, está criticando “la pérdida de control sobre la emigración”, expresión que recuerda el eslogan Take back control de la campaña pro-Brexit. En su búsqueda de medidas eficaces para manejar la emigración, Berlín trata de luchar contra la retórica xenófoba y, al mismo tiempo, beneficiarse de la entrada de trabajadores especializados. El ministro de Trabajo, el socialdemócrata Hubertus Heil, acaba de introducir el llamado job-turbo, que permitirá acelerar la entrada de los refugiados al mercado trabajo. Las claves de su propuesta: integrar, trabajar y sanear los presupuestos tras el agujero originado por la última sentencia del Tribunal Constitucional. Pero ni la lengua ni un oficio se aprenden de un día para otro.
Un total de 3,3 millones de refugiados frente a 1,8 millones de puestos de trabajo sin ocupar en 2023, según la Cámara alemana de Industria y Comercio (DIHK). Alemania se cuestiona si los refugiados pueden resolver el déficit estructural de especialistas, que afecta sobre todo a los sectores de la educación, de la sanidad y de los oficios técnicos. Paralelamente, se pregunta si el país puede permitirse más refugiados y migrantes. Mientras la desigualdad en los países industrializados aumenta, el problema migratorio se está también agravando. Alemania se habrá gastado 23.760 millones de euros en ayuda social en 2023. Pero ahora el Gobierno dice que faltan 3.250 millones más. Las razones son: la inflación (el alquiler en las grandes ciudades aumentó el 6,7% durante el primer semestre), el mayor número de perceptores de ayuda social, y los refugiados de Ucrania. Más de 700.000 ciudadanos procedentes de Ucrania reciben ayuda social (una prestación que también perciben los parados de larga duración cuando carecen de patrimonio: 502 euros mensuales), aunque 482.000 están en edad de trabajar. En la actualidad, cuatro millones de personas perciben Bürgergeld, dinero ciudadano como se llama ahora la ayuda social.
El objetivo del Gobierno es que los refugiados que hayan pasado por los cursos de alemán se incorporen lo antes posible al mercado laboral. Se trata también de reducir gastos, sobre todo tras la crisis gubernamental generada por el fallo del Tribunal Constitucional de Karlsruhe al declarar como anticonstitucional el desvío de la deuda contraída por la pandemia al fondo climático. El Gobierno congeló en noviembre el fondo extraordinario después de que el TC fallase que el traspaso de 60.000 millones de euros de deuda contraída inicialmente para paliar las consecuencias de la pandemia fue inconstitucional. Lindner propone ahora reducir en 17.000 millones de euros el presupuesto social, sobre todo la ayuda social y los programas de cooperación internacional.
El investigador Branko Milannovic, colega del premio Nobel Paul Krugman en la Universidad de Nueva York, ha advertido en noviembre en Alemania de que la desigualdad entre Europa y África está aumentando y que la emigración a Europa seguirá creciendo. A ello se suma la guerra. Alemania acoge a 1,1 millones de refugiados de guerra ucranianos. El investigador Gerald Knaus, asesor del Gobierno alemán, opina que un reparto más justo de los ucranianos en Europa aliviaría la presión en Berlín. “Solo el estado de Baden-Württemberg acoge el doble de refugiados ucranianos que toda Francia.” También los liberales en el Gobierno proponen reencauzar la emigración. De lo contrario, “desbordaremos el sistema escolar y el estado de bienestar y llevaremos a los inmigrantes a un callejón sin salida, sin perspectivas de formación y de empleo.”
Cuando en 2015 llegaron cientos de miles de inmigrantes (la mayoría de Siria, Irak y Afganistán), la canciller declaró ¡Lo lograremos! Un millón solicitó asilo a lo largo de aquel año. ¿Cuántos trabajan ocho años después? Según un estudio de DIW, algo más de la mitad de los hombres y el 17% de las mujeres. Con el tiempo se han ido incorporando en puestos más especializados. Todo depende de la formación de procedencia y de los conocimientos adquiridos en Alemania (cursos de lengua y de formación profesional). En Alemania se considera todo un éxito que más de la mitad de los refugiados que llegaron hace 8 años trabajen. Sobre todo, porque cada vez más extranjeros pasan de trabajos auxiliares a puestos especializados. No obstante, el Gobierno quiere avanzar más y en noviembre redujo el margen de tiempo (ahora a tres meses) en el que no se les permite trabajar desde su llegada a Alemania.
Al mismo tiempo, las oficinas de empleo siguen ahora de cerca a los refugiados que tienen perspectivas reales de quedarse en Alemania con el fin de que, tras sus cursos de idioma, busquen y encuentren trabajo. La Universidad de Bamberg y el instituto económico DIW son optimistas porque trabaja más de la mitad de los hombres (55%) que llegaron en 2015. La mayoría de ellos empezó en trabajos auxiliares y ahora muchos (60%) son especialistas que han seguido una formación de entre 2 y 3 años. En cuanto a las refugiadas, se enfrentan al mismo dilema que las alemanas: el déficit de infraestructuras infantiles. Solo el 10% de los hombres trabajan a media jornada en Alemania, frente al 50% de las alemanas (muy por encima del 30% en la UE).
El objetivo de Berlín es permitir que trabajen también quienes se queden en el país, también aquellos que no tienen derecho de asilo, pero cuentan con permiso de residencia. No obstante, quienes no tengan perspectivas de quedarse por proceder de países seguros no podrán trabajar. Tampoco quienes mientan u obstaculicen el trabajo de la Administración para aclarar su procedencia. También se han incrementado las penas a los traficantes. En los primeros 7 meses se han registrado 1.300 casos, por los cuales entraron en Alemania 14.000 inmigrantes. Según el Gobierno, las redes de traficantes son cada vez más agresivas.
Alemania limita con nueve estados de la UE y tiene casi 3.900 kilómetros de frontera. Muchos de los refugiados rechazados lo intentan una y otra vez. Ser imán es un dilema.
Lidia Conde es periodista y analista de economía y política alemana
Sigue toda la información de Cinco Días en Facebook, X y Linkedin, o en nuestra newsletter Agenda de Cinco Días