España tiene que mirar hacia los emergentes periféricos
Hay que dejar de considerar Asia, África y América Latina como focos de inestabilidad y fijar una potente estrategia de desarrollo económico
La guerra de Ucrania ha acelerado la bipolarización mundial y ya empezamos a ver sus efectos. El presidente chino organizó una cumbre de los denominados Brics; Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, a la que empiezan a incorporar nuevos países y posteriormente renuncio a asistir al G20, dejando herida de muerte esta institución.
¿Qué busca China en el mundo emergente? La prioridad para los chinos es buscar nuevos mercados que sustituyan a EE UU, ya que, tras los aranceles impuestos por Trump y mantenidos por Biden, sus exportaciones han dejado de crecer. También sustituir el impacto negativo sobre la demanda interna del pinchazo de su burbuja inmobiliaria, que está teniendo un impacto negativo sobre el PIB de más de dos puntos porcentuales anualmente.
Tras la quiebra de la promotora Evergrande, Country Garden, otra gran promotora china, ha reconocido problemas para pagar sus deudas este verano. La compañía, con una deuda de 200.000 millones de dólares, ha reconocido una caída de ventas de viviendas del 80% desde 2019. Cuenta con 200.000 trabajadores, pero se estima que tiene un impacto indirecto sobre unos cuatro millones de empleos del sector industrial y de servicios ligados a la construcción de sus viviendas.
En los años noventa, se estandarizó el término economía emergente para no hablar de países pobres. Hoy hablamos de economías desarrolladas por no hablar de economías estancadas o de bajo crecimiento. En 1980, tras la muerte de Mao y del abandono del modelo de economía planificada, las economías desarrolladas suponían casi dos tercios del PIB mundial, hoy han bajado al 40%. En Europa, la caída es aún mayor; Alemania suponía el 6% del PIB mundial en 1980 y ahora sólo aporta el 3%, la mitad.
Con China con problemas, las oportunidades de inversión ahora son en los denominados emergentes periféricos. Recientemente estuve en Armenia para participar en un foro de inversiones en turismo organizado por el Gobierno del país y la OMT. Era mi primera visita y siempre me gusta pasear por la ciudad y tener una percepción real de las estadísticas. Había visto que Armenia tiene una renta por habitante equvalente a una tercera parte de la española, y al salir del hotel mi sensación fue la de estar en la calle Jorge Juan de Madrid con restaurantes y discotecas de moda.
Evidentemente, el resto de la ciudad se percibía como mucho más atrasada y un tercio de los armenios siguen trabajando en la agricultura con un nivel de vida muy inferior al de las zonas rurales en España. El país tiene un crecimiento potencial próximo al 5%, según el FMI, pero en 2022 creció un 12%, las exportaciones aumentaron un 85% y las importaciones un 45%. En 2018 recibía unos 200.000 turistas y ahora 1,6 millones, ocho veces más en cinco años. Armenia sufrió uno de los grandes genocidios de la historia por el imperio otomano durante la primera guerra mundial y tiene una enorme diáspora, especialmente en Rusia, EEUU y Francia.
Hay tres millones de habitantes y se estima que en Rusia viven otros tres de origen armenio. Tras la guerra de Ucrania, muchos de ellos han decidido irse a residir a Armenia, especialmente los nómadas digitales, y están comprando viviendas y dejando su dinero en el país. El dram, la divisa armenia, se ha apreciado un 20% con el dólar en el último año y un 50% con el rublo ruso. Armenia ha doblado su renta por habitante y su PIB desde la crisis de 2008 y es realmente una economía emergente.
En el foro estaba presente un alto cargo del gobierno de Bahréin, un país que tiene 1,5 millones de habitantes y recibe 12 millones de turistas, principalmente saudíes. También participó el responsable para Medio Oriente de una de las grandes cadenas hoteleras y dijo que Arabia Saudí es uno de los países del mundo donde más crece la inversión en turismo y uno de sus principales mercados en la actualidad.
Según el FMI, en el próximo lustro el 80% del crecimiento mundial se concentrará en economías emergentes. En occidente tenemos poblaciones envejecidas que no crecen y elevada y creciente deuda pública por la presión del gasto en pensiones, lo que nos obliga a mantener un elevado nivel de presión fiscal para financiar gasto corriente. En las economías emergentes existe crecimiento de población, creación de clases medias, bajo nivel de impuestos y buena parte de su renta se concentra en invertir para crecer más.
España debe dejar de compararse con el norte y con economías envejecidas, y engañarnos al solitario diciendo que somos los que más crecemos. Nuestro nivel de productividad por ocupado apenas crece desde hace veinte años y nuestros salarios y renta por habitante tampoco. Concentramos nuestras exportaciones en países de bajo crecimiento, con bajo contenido tecnológico y muy dependientes de inversión en I+D, que hacen las empresas multinacionales que vienen a España a buscar salarios baratos principalmente. Lo mismo que sucedía en los años ochenta cuando entramos en la Unión Europea.
Europa debe resetearse y adaptarse cuánto antes a la nueva realidad mundial. Europa debe dejar de mirar a Asia, África y América Latina como un foco de inestabilidad por flujos migratorios y establecer una estrategia ambiciosa de desarrollo económico y búsqueda de nuevos mercados para las empresas europeas. Con China con problemas serios por primera vez en 40 años, esta es la estrategia de EE UU. Europa ni está ni se la espera en el tablero mundial.
José Carlos Díez es profesor de economía de la Universidad de Alcalá
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