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Breakingviews
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una vieja herramienta de la Guerra Fría podría ayudar en la nueva era de tensión

No existe una política infalible para evitar que China juegue al divide y vencerás, pero una mayor unidad del G7 proporcionaría algunas barreras

Joe Biden, en la cumbre del G-7, en Cornualles (Reino Unido).
Joe Biden, en la cumbre del G-7, en Cornualles (Reino Unido).KEVIN LAMARQUE (AP)

El Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, pregonó la semana pasada la unidad de la alianza de la OTAN ante la invasión rusa de Ucrania. Las democracias ricas necesitan una cohesión similar en la esfera económica para gestionar los peligros de una cuasi Guerra Fría con China.

El norte global y la República Popular no se encuentran todavía en una congelación económica en toda regla como la que se produjo entre el bloque soviético y Occidente durante el siglo pasado. Pero se encuentran en las primeras fases de una Guerra Fría tecnológica, que comenzó el año pasado cuando Estados Unidos prohibió las exportaciones de tecnología avanzada de semiconductores a China, y acorraló a otros aliados, como Holanda y Japón, para que siguieran su ejemplo.

Estados Unidos podría ampliar pronto sus controles a la exportación para incluir los semiconductores utilizados en inteligencia artificial y el acceso a la computación en nube. También prohibirá a los inversores estadounidenses respaldar determinados tipos de empresas de alta tecnología en China.

La República Popular ha respondido con controles a la exportación de galio y germanio, dos metales estratégicos utilizados en chips y otras tecnologías. “Esto es sólo el principio”, afirma Hung Tran, miembro del think tank Atlantic Council. China tiene una posición dominante en una serie de recursos y tecnologías vitales, como las tierras raras, los paneles solares, las baterías de vehículos eléctricos y los ingredientes farmacéuticos activos (API), aquellos productos químicos utilizados para fabricar medicamentos.

El grupo de las siete grandes democracias ricas, que también incluye a la Unión Europea, ya está siguiendo a regañadientes el ejemplo de Estados Unidos a la hora de reducir su exposición a China, sobre todo a través de los controles a la exportación. Pero el G7 sería más eficaz si debatiera y acordara conjuntamente las políticas con antelación y creara un comité para garantizar una aplicación coherente. Esto es lo que hicieron Estados Unidos y sus aliados durante la última Guerra Fría, cuando crearon el Comité Coordinador para el Control Multilateral de las Exportaciones (CoCom).

Los propios líderes deben encontrar el equilibrio adecuado entre la seguridad económica y el sacrificio de la prosperidad, y acordar a alto nivel cómo protegerse de China sin provocarla. Pero también necesitan una unidad especializada que haga el trabajo sucio.

El comité no se centraría sólo en el control de las exportaciones. También coordinaría las medidas para reducir el riesgo de exposición a China. Otro ámbito de actuación sería determinar qué herramientas son legítimas para proteger la seguridad económica y cuáles equivalen a un proteccionismo despiadado. Las subvenciones de Estados Unidos a las tecnologías verdes a través de su Ley de Reducción de la Inflación (IRA) provocaron tensiones con sus aliados.

El G7 ya coordina vagamente sus actuaciones en una serie de asuntos, como la coacción de China a los países que no hacen su juego. También ha estado creando cadenas de suministro alternativas en los países en desarrollo y subvenciones para las tecnologías verdes. Pero sus miembros aún no se han unido con más fuerza.

Una de las razones es que tienen objetivos ligeramente diferentes. A Estados Unidos le interesa mantener su ventaja geoestratégica sobre China, mientras que a sus aliados europeos les preocupa más no depender demasiado de la República Popular.

Además, los socios europeos y asiáticos tienen más que perder que Estados Unidos si se rompen aún más las relaciones económicas. El comercio de bienes con China equivalió el año pasado al 6% de la producción de la UE, el doble que la proporción estadounidense.

Pero la falta de unidad también plantea problemas. Uno es que China intenta dividir y gobernar. Su primer ministro, Li Qiang, viajó a Alemania el mes pasado con la esperanza de persuadirla de no respaldar a Estados Unidos.

No funcionó. El gobierno alemán publicó la semana pasada una nueva política sobre China, según la cual Pekín intenta crear dependencias económicas y tecnológicas para alcanzar objetivos políticos. También pedía una mayor cooperación en el control de las exportaciones entre el G7 y otros socios, y una mayor coordinación dentro de la UE. Se trata de un paso importante en la dirección correcta.

Otro riesgo es que, en algún momento, Estados Unidos vaya demasiado lejos en su empeño por molestar a China. Es poco probable mientras Biden sea presidente. Este ha adoptado un doble enfoque: endurecer los controles tecnológicos sobre China y mantener abiertos los canales de diálogo. Pero un presidente republicano, como el ex presidente Donald Trump o el gobernador de Florida Ron DeSantis, podría tomar medidas que inclinaran las relaciones económicas con China hacia una espiral descendente.

No existe una política infalible para evitar que China juegue al divide y vencerás o que una futura administración estadounidense adopte una política antichina extrema. Pero una mayor unidad del G7 proporcionaría algunas barreras contra ambos fenómenos.

Un comité especializado centrado en la seguridad económica sería fundamental para dicha cohesión. No se limitaría a formular políticas detalladas. Si los líderes del G7 se pusieran de acuerdo, haría un seguimiento, por ejemplo, para asegurarse de que ellos y otros países amigos hacen lo suficiente para aumentar el suministro de tierras raras, API y paneles solares.

Un mecanismo así daría más impulso que una serie de comunicados. Los principales aliados de Estados Unido, en vez de dar su brazo a torcer, tendrían voz. Una consulta anticipada podría haber evitado parte de la hostilidad que desató el IRA de Estados Unidos.

Los países seguirían siendo libres de tomar medidas unilaterales. Pero habría una mayor presión para avanzar juntos como bloque.

La UE y EE.UU. ya tienen un comité para coordinar políticas en este ámbito, el Consejo de Comercio y Tecnología UE-EE.UU., que ha tenido cierto éxito. Por ejemplo, pudo coordinar rápidamente las sanciones contra Rusia porque los funcionarios competentes ya se conocían bien, según dice Frances Burwell, otra miembro del Atlantic Council.

Pero el TTC no incluye a los principales aliados de Estados Unidos interesados en China, como Japón, Gran Bretaña o Canadá, por no hablar de Australia y Corea del Sur, que cada vez son más invitados a asistir a las reuniones del G7.

Estados Unidos podría ser reacio a crear un comité de este tipo, basándose en la teoría de que suele salirse con la suya tomando decisiones unilaterales y obligando a sus socios a seguir su ejemplo. Pero Biden ya sabe que necesita aliados entusiastas para hacer frente al ascenso militar de China. Un principio similar se aplica en el ámbito de la seguridad económica.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Lucía Manchón Cabrera, es responsabilidad de CincoDías

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