Trump 2.0, nueva era de volatilidad, especulación y más riesgos en el mercado
El segundo mandato del magnate ofrece oportunidades de ganancias a corto plazo por su promesa de desregulación y bajada de impuestos, pero ha reactivado también la inversión más especulativa y el temor a una supervisión que agudice la inestabilidad financiera


Donald Trump tomó posesión el pasado lunes como presidente de Estados Unidos y ese mismo día comenzó la sacudida que se avecina para los próximos cuatro años en el ámbito geopolítico, social e ideológico a nivel global. También en el ámbito financiero, donde los inversores aguardan entre la expectación y el temor medidas que sigan alentando el rally bursátil y que incorporen a los criptoactivos como actores de pleno derecho, o casi, en el mundo de la inversión. El mandato de Trump promete traer novedades regulatorias y fiscales y, por su puesto, medidas que amenazan con ser avasalladoras en materia de aranceles, impuestos y derechos sociales. Pero su receta y su estilo no son nuevos, evoca a otros tiempos que se creían enterrados, también en lo financiero y que podrían llegar a suponer un paso atrás en el engranaje regulatorio que sostiene la estabilidad financiera.
La llegada al poder de Trump ha reactivado la inversión más especulativa, la de los memecoin, que parecía haber quedado congelada en el criptoinvierno que sucedió a la quiebra de FTX, y ha agitado el debate sobre el nivel de exigencia en la regulación bancaria, con una banca estadounidense que celebra los menores requisitos de capital que se presuponen del nuevo presidente frente a unos bancos europeos que se quejan de la exigencia constante de sus reguladores. El mandato de Trump promete también mayores ganancias para una industria clave, la de la tecnología y la inteligencia artificial, que ya disfruta del favor de los inversores y presenta unos niveles de capitalización y valoración bursátil mareantes.
Con el magnate republicano en la Casa Blanca, el dominio de los siete magníficos apunta a trascender de lo económico a lo político y a amplificar sus ganancias y las fortunas de sus propietarios y ejecutivos, miembros del club de los hombres más ricos del mundo. Todos ellos estaban presentes, y en primera línea, en la investidura de Trump. Las tecnológicas tendrán en él un aliado para extender su rally bursátil y con ello, la dependencia del mercado de un puñado de valores capaces de torcer el ánimo de los inversores a la menor decepción.
El nuevo presidente encarna la promesa de rentabilidad y la gran mayoría de inversores así parecen recibirlo. Incluso hay quienes se han lanzado a comprar las memecoin con los nombres de Trump y Melania y con las que la Trump y su familia han llegado a amasar en solo dos días una ganancia potencial de 40.000 millones de dólares, en un claro ejemplo de probable conflicto de interés de mercado que tiene como protagonista al presidente de Estados Unidos. ¿Se ha desatado una fiebre inversora de inciertos efectos para el conjunto del mercado? ¿Hasta dónde llegará el afán desregulador de Trump? ¿Puede el nuevo presidente de EE UU llegar a ser un riesgo para la estabilidad financiera, además de una promesa de ganancia en el más corto plazo?
De momento, los inversores no reciben a Trump como un riesgo sino como una oportunidad. Incluso a pesar de que su amenaza de aranceles a todo el planeta es un peligro inflacionista, capaz de detener en seco las bajadas de tipos de la Fed. También a pesar de que la volatilidad, a veces extrema, va a ser el día a día de los inversores, que tendrán que acostumbrarse a fuertes oscilaciones de precios al son de las declaraciones de Trump. Cada entrevista suya, cada declaración, provoca un efecto inmediato en toda clase de activos, desde la Bolsa a las divisas o el petróleo.

“Hay una euforia inversora con la llegada de Trump al poder, en especial en los criptoactivos. Y Trump mide el éxito de sus políticas por la reacción del mercado. No veo riesgos de desequilibrios más allá de algunos síntomas de euforia”, señala Ignacio Fuertes, director de inversiones de MIraltabank. Uno de esos signos de euforia, más allá del repunte del bitcoin, es el nivel de apalancamiento de los brókeres, que Fuertes reconoce se está acercando a máximos preocupantes, a los niveles previos al brusco giro del mercado de bonos en 2022 con el alza de tipos. “El modelo que promueve EE UU es el de los monopolios, lo hemos visto a lo largo de la historia, y ahora creo que la regulación lo va a favorecer para los criptoactivos y la inteligencia artificial. El giro regulatorio de Trump puede acabar llegando a Europa y eso los inversores lo van a empezar a apreciar”, añade.
La llegada de Trump al poder ha acelerado de hecho el debate ya latente en Europa sobre los niveles de regulación de la actividad económica. El foro de Davos ha mostrado el fuerte descontento de la banca europea con los requisitos regulatorios que ha de cumplir, más laxos en Estados Unidos. Ana Botín, presidenta de Santander, insistió en pedir una pausa en la regulación para no perder competitividad frente a EE UU. “Hay riesgo de que la UE se convierta en un museo. Los Gobiernos deben dejar que el sector privado haga su trabajo”, afirmó en Davos, donde además tuvo ocasión de plantear una pregunta directa a Donald Trump durante la intervención online del presidente en el foro, precisamente acerca del proceso de desregulación y el ritmo y las prioridades que seguirá. “Nos vamos a mover muy rápido”, aseguró Trump, sin dar más detalle. A día de hoy, la gran banca estadounidense ya disfruta de unas exigencias regulatorias más suaves que la europea, después de que la Fed cediera el pasado año ante la presión del lobby bancario y aceptara rebajar la exigencia de más capital a los grandes bancos, lo que evitará la aplicación plena de la normativa Basilea III.
Trump rebajó en 2018 las exigencias regulatorias a la banca mediana de EE UU, lo que fue germen para la quiebra años después de SVB
“Los cantos de sirena de la desregulación van a llegar a Europa”, advierte Santiago Carbó, catedrático de Economía de la Universitat de València y director de estudios financieros de Funcas. Un proceso que va a verse favorecido por el reto en competitividad que debe afrontar Europa y también por el auge de fuerzas políticas simpatizantes con Trump, cada vez con más influencia en Bruselas. Fuentes financieras señalan que el debate sobre una menor regulación ya está abierto en la zona euro. “Se pretende restarle grasa, la cuestión es en qué magnitud”, explican. Y el mercado estadounidense ofrece algunos puntos de inquietud en cuanto a lo que puede suponer una desregulación en el mayor mercado financiero del mundo.
Trump ha elegido al frente de la SEC a Paul Atkins, contrario a la regulación excesiva y conocido entusiasta de los criptoactivos, del que se espera aborde una regulación que aclare su figura y le abra las puertas definitivamente a las carteras de inversión. Es lo que ansían los grandes inversores institucionales. Pero el relevo en la SEC, con la llegada de Trump, también puede suponer un paso atrás en debates financieros que habían tomado cuerpo en EE UU bajo la presidencia de Gary Gensler, como la importancia de una buena gobernanza empresarial, que evite la corrupción o las operaciones vinculadas, o de unas finanzas sostenibles, con empresas no solo comprometidas con crear valor para el accionista sino también con la responsabilidad social con su entorno. La introducción de la inteligencia artificial en las finanzas es otra cuestión sensible para los reguladores, con riesgos como que sea un algoritmo quien asesore en realidad al cliente de un banco y no un profesional. Y por encima de todo, en el ámbito financiero preocupa la preservación de la independencia de instituciones como la SEC y, especialmente, la Reserva Federal. “Son varios frentes de desregulación que unidos sí hacen temer por un paso atrás en los niveles de protección del inversor”, añaden fuentes de mercado.
El mandato de Trump, y el relevo en la SEC, podrían frenar iniciativas iniciativas para mejorar la gobernanza de las empresas estadounidenses
“La Fed ha gestionado el combate contra la inflación con credibilidad, y eso es oro. El anclaje de las expectativas de inflación solo se consigue con credibilidad”, explica Salvador Jiménez, analista de AFI. El experto recuerda que fue también la Fed quien sofocó el conato de incendio financiero que provocó la quiebra de Silicon Valley Bank en 2022. Powell protegió los depósitos de los clientes y permitió que los bancos que habían asumido riesgo excesivo y enormes pérdidas en su cartera de deuda soberana de EE UU, tras invertir en bonos los depósitos que captaban, pudieran contabilizarlos a su valor nominal. La quiebra de SVB reveló entonces la fragilidad de algunas entidades medianas de EE UU y mostró los efectos nocivos del cambio regulatorio que Trump decidió en su primer mandato. Así, en mayo de 2018 suavizó la ley Dodd-Frank con la que Barack Obama había establecido medidas de control de la banca tras la gran crisis financiera de 2008.
Para Trump, aquella ley era “un desastre” para la economía y tras su reforma, el umbral a partir del cual los bancos son sometidos a una vigilancia estrecha por parte de la Reserva Federal se elevó de 50. 000 a 250 000 millones de dólares en activos, lo que redujo de 38 a 12 el número de bancos sujetos a esta supervisión. “A corto plazo, es posible que se impulse la producción de crédito y la inversión en la economía. Sin embargo, a largo plazo, es la eliminación de los cortafuegos establecidos por la ley Dodd-Frank lo que amenaza con hacer más vulnerable la economía”, asegura Alexis Bienvenu, gestor de fondos de La Financière de l’Échiquier (LFDE). En su opinión, en un momento en que todo lo que promete Trump es desregulación, “cabe albergar dudas. Aún peor es que la reticencia a regular el riesgo bancario pudiera extenderse a Europa”.
Trump cuenta ahora con el favor del mercado pero tiene en contra haber iniciado su mandato con una Bolsa en máximos. “Hacen falta nuevos catalizadores, como la desregulación y las bajadas de impuestos, aunque es delicado bajar impuestos con un déficit tan elevado”, añade Jiménez. La regulación de los criptoactivos será probablemente otra fuente de plusvalías. Así al menos lo anticipan los inversores y toda la industria financiera que espera expectante conocer las reglas de juego para apostar por el bitcoin, aunque en opinión de Carbó, Trump haya empezado con mal pie su criptoreinado. “Trump lo está mezclando todo, permite que la gente invierta a ciegas en su memecoin, presta su nombre para una inversión en la que el minorista puede perder mucho dinero. Demuestra que no se lo toma en serio”, afirma. A su lado tiene, como previsible hombre fuerte de su gobierno, a Elon Musk, el multimillonario presidente de Tesla y viejo conocido de la SEC. El supervisor del mercado estadounidense le impuso en 2018 una multa de 40 millones de dólares por unos mensajes en Twitter sobre sus planes para Tesla que fueron considerados un fraude para los inversores. Siete años después, Musk es el propietario de Twitter, rebautizada como X, y afronta una demanda de la SEC relacionada con la compra de la red social. El regulador denuncia que Musk no comunicó en el plazo legal que había tomado una participación significativa, lo que le permitió seguir comprando acciones a “precios artificialmente bajos”. El nuevo presidente del organismo -elegido por Trump y pendiente de recibir el visto bueno del Congreso- deberá decidir ahora si mantiene la demanda o la retira.
Las acciones de Tesla han llegado a duplicar su valor en la recta final de 2024, tras la victoria electoral de Trump. Los gigantes tecnológicos de Wall Street están en la primera línea para sacar partido de la apuesta del presidente de EE UU por la inteligencia artificial, lo que podría amplificar aún más la elevada concentración del S&P en un puñado de valores. Los siete magníficos brillaron en 2024, su fuerte subida en Bolsa se asentó en unos beneficios que superaron las previsiones trimestre tras trimestre y que abrieron una brecha de rentabilidad con el resto del S&P 500. Para este año la estimación es de un alza de beneficios para los siete magníficos algo más modesta, del 21% frente al 33% de 2024. Su reinado continúa pero en un mercado vigilante y también más impaciente, que espera que las multimillonarias inversiones en la IA se traduzcan en ingresos. “Con unas expectativas más alcistas, existe el riesgo de decepción y de cierto retroceso”, señalan en Goldman Sachs. En el gigante estadounidense de la inversión se inclinan por tomar riesgo en 2025, pero de forma selectiva y diversificando por geografías y tipos de activo. Con Trump en la Casa Blanca y una Bolsa en máximos, ciertas dosis de prudencia incluso en el corazón de Wall Street no están de más.
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