Un colchón de hace 100 años para pánicos inflamados en las redes
La digitalización de la operativa bancaria y la cámara de eco de Internet fuerzan a repensar los esquemas de protección financiera
No existe, en la prolija literatura financiera, un estándar para definir la magnitud de los problemas, una suerte de escala de Richter o medidor de radiactividad. Algunos servicios de estudios disponen de complejos métodos de cálculo del estrés financiero, las firmas de inversión calibran el riesgo de su cartera a través de sus propias hojas Excel y los aficionados a la estadística pueden medir los desplomes del mercado en desviaciones típicas, equivalentes a la medición en campos de fútbol. Es normal, pues el comportamiento de los mercados financieros no es lineal y, por tanto, la tensión tiene un componente subjetivo. La subida de los tipos de interés de la deuda pública tan pronto tumba a la primera ministra británica como provoca colas de ahorradores a las puertas del Banco de España.
Las colas en los bancos han sido un indicador subjetivo, pero también obvio y certero, de problemas en la banca. Y antes de las colas venía la preocupación a pie de calle; cuando el ciudadano pregunta a otro que cree más informado si es momento de sacar el dinero de los bancos, como ya ocurrió en España en la crisis de 2012. Esta primavera, por el contrario, los supervisores bancarios, y los propios bancos, se han topado con el primer pánico financiero inflamado desde las redes sociales.
Nueva York, 1907
En 1907, John Pipermont Morgan frenó un pánico bancario con un catálogo de medidas; además de las puramente financieras, primero instó a los cajeros de su banco a despachar a los clientes a toda velocidad (para evitar la imagen de la cola en el banco) y, después, a contar el dinero por duplicado o triplicado (en este caso, para preservar el efectivo). Funcionó.
Hoy todo va más rápido. La caída de Silicon Valley Bank se gestó en pocos días, propagada por las redes sociales y facilitada por la operativa telemática, y el contagio ha terminado con otros dos bancos. Dos de ellos han sido absorbidos, por cierto, por la misma entidad que John Pipermont creó. La historia no se repite, pero de vez en cuando rima.
No se puede subestimar el papel de la tecnología. En la crisis financiera de 2008, el banco Washington Mutual perdió el 9% de sus depósitos en nueve días después de ver su rating rebajado por su exposición a hipotecas subprime. Silicon Valley Bank perdió el 23% de sus depósitos en una sola jornada de trabajo. No sabemos qué habría pasado si la caída de Bankia se hubiera producido hoy en día.
La salida de dinero de Silicon Valley Bank no empezó por desconfianza sobre el banco, sino por una rentabilidad que no competía con el mercado, sobre un caldo de cultivo de tipos al alza que ya había provocado fuertes caídas en los depósitos de clientes en la banca de EE UU. Posteriormente, la Fed ha desvelado documentos de su análisis forense de Silicon Valley Bank que indican una pésima gestión: “En abril de 2022, en vez de gestionar su riesgo de tipos de interés, el banco realizó presunciones contraintuitivas sobre los vencimientos de los depósitos para afrontar la ruptura de los umbrales de riesgo”.
En 2008 Washington Mutual perdió el 9% de sus depósitos en nueve días. Silicon Valley, el 23% en solo uno
En Europa los datos del BCE no arrojan, de momento, una caída significativa, pero sí un notable viraje en la composición de los depósitos bancarios en los últimos seis meses. El descenso de unos 59.000 millones es una gota de agua en el océano de 12,14 billones en pasivo de la banca en manos de empresas y familias. Pero en este mismo plazo, los depósitos a la vista han bajado en 517.000 millones de euros, de acuerdo con las estadísticas del supervisor. En paralelo, los depósitos con vencimiento pactado han crecido en 454.000 millones.
Es decir, en Europa no se están registrando salidas masivas de dinero de los bancos. Pero los clientes de banca sí parecen ser sensibles a los movimientos de los tipos de interés y a las ofertas, pues los cambios de tipología de producto llegan después del movimiento en las tasas de interés. También en este sentido la tecnología lo pone fácil.
Normas de otra era
Afortunadamente, la supervisión bancaria en la zona euro es mucho más estricta que la aplicada en Estados Unidos a los bancos regionales. Aun así, Basilea III exige a los bancos prepararse para la pérdida de un 5% de sus depósitos cada día. No es una normativa prevista para un mundo en el que las redes sociales no son una caja de resonancia de la realidad, sino una realidad paralela capaz de generar sus propias dinámicas. Ya allá por 2010 la agencia Reuters publicó una noticia explicando que las colas en las oficinas del BBVA no obedecían a una salida masiva de depósitos sino a los participantes de una carrera popular que recogían sus dorsales en las oficinas de la entidad.
No extraña, por ello, que los depósitos hayan prendido la mecha y que las autoridades estadounidenses hayan sido particularmente cautelosas a la hora de abordar los rescates. En Silicon Valley Bank el Gobierno decidió apelar al riesgo sistémico como vía para garantizar el 100% de los depósitos. En el caso de First Republic no ha sido necesario en la medida en que los depósitos han pasado a estar en manos del mayor banco del país.
Son riesgos que las autoridades deben conjurar con una estructura ideada en los años 30. Así, el FDIC estadounidense ya ha pedido cambios; o bien se aplica una garantía absoluta o bien se ajusta en función de las características de cada producto (en particular, para proteger cuentas empresariales). No son, ni serán las únicas alternativas. El dilema fundamental de la banca está más vigente que nunca: si queremos bancos fiables, la actividad bancaria será aburrida. Como dijo Warren Buffet en 1996, hacer banca “no tiene nada de mágico. Sólo tienes que evitar hacer tonterías. Es un poco como invertir. Tampoco tienes que hacer nada muy inteligente, solamente evitar hacer cosas que sean abiertamente estúpidas”.