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El rescate de Credit Suisse fuerza al BCE a calmar al mercado de deuda

Lagarde insiste en que hará lo que sea preciso para mantener la estabilidad financiera y de precios en la zona euro

El castigo de la deuda híbrida de la banca no cesa
Carlos Cortinas Cano

El orden de prelación es el libro sagrado de las quiebras. Cuando todo se ha ido a pique, ¿quién tiene derecho a quedarse con los despojos? La carne de cañón en estos procesos es la de los accionistas. Son los primeros en dar la cara y los últimos en cobrar. Ellos perderán su dinero sí o sí. Luego lo perderán los dueños de deuda híbrida, los de bonos subordinados, los de deuda sénior, los que tienen deuda sénior garantizada... instrumentos cada vez más protegidos.

Pero la solución planteada para el rescate de Credit Suisse ha puesto patas arriba este esquema, adelantando a los dueños de bonos de tipo AT1 a la primera línea de fuego, por delante incluso de los accionistas.

El domingo, cuando las autoridades suizas explicaron el proyecto de absorción de Credit Suisse por parte UBS, incluyeron este polémico aspecto. Desde Berna se decidió liquidar los bonos contingentemente convertibles (cocos, en la jerga), o bonos AT1, de Credit Suisse. Poner a 0 su valor, que era de 16.000 millones de francos (el mismo importe en euros), para absorber parte de las pérdidas.

De acuerdo con expertos jurídicos, en los contratos de emisión de estos títulos se preveía su liquidación en caso de que la entidad fuera rescatada –algo que solo ocurre en las emisiones de cocos de Credit Suisse y UBS–. Pero lo que ha soliviantado a estos bonistas es que en el caso de los accionistas de Credit Suisse no van a perder todo su dinero. En la oferta realizada por UBS se valora a Credit Suisse en 3.000 millones de francos, de acuerdo con la ecuación de canje de acciones propuestas. Son 0,76 francos por título. Una miseria, frente a los 7 francos a los que cotizaba hace un año. Pero algo es algo.

Esta solución no solo ha sorprendido a los dueños de cocos –entre los que están grandes inversores institucionales como Pimco, grandes gestoras de fondos y aseguradoras–, sino que puso patas arriba uno de los principales mantras del mercado de deuda y obligó a los bancos centrales a salir a la palestra y transmitir tranquilidad ante las fuertes caídas que registraban las emisiones de este tipo de deuda.

Christine Lagarde fue la encargada de dejar claro que el Banco Central Europeo hará todo lo que sea preciso “para preservar la estabilidad de precios y la estabilidad financiera de la zona euro”. La presidenta del BCE recordó el mensaje lanzado por la institución el pasado jueves cuando apuntó que “el conjunto de herramientas de política del BCE está plenamente equipado para proporcionar apoyo de liquidez al sistema financiero de la zona del euro si es necesario y para preservar la transmisión fluida de la política monetaria”.

Lagarde recalcó que el sector bancario europeo de la zona del euro “es resistente”, y que cuenta con fuertes posiciones de capital y liquidez. Más allá, dejó claro que lo ocurrido en Credit Suisse no crea doctrina en la zona euro. “Suiza no establece estándares en Europa”.

Horas antes, el BCE, como supervisor del sector bancario, la Junta Única de Resolución (JUR) y la Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés) emitieron un comunicado en el que, además de expresar su satisfacción con las medidas adoptadas ayer por las autoridades suizas para garantizar la estabilidad financiera, lanzaban un dardo referido a la solución para los bonistas.

La triada bancaria europea recordaba en la nota que dentro del modelo de rescate bancario para la zona euro “serán los dueños de acciones quienes deberán absorber las primeras pérdidas y, solo después del pleno uso de las acciones ordinarias, entrarían en juego la abosrción de la deuda de capital adicional Tier 1 [los cocos″, que es precisamente la que ha provocado la polémica en el caso de Credit Suisse. El BCE asegura que este criterio se aplicado “de forma consistente en el pasado” en otras intervenciones acordadas por los supervisores de la zona euro.

Lagarde reconoció asimismo, preguntada sobre Credit Suisse, que la exposición de la banca de la zona euro a la entidad suiza es muy limitada “especialmente en lo que respecta a AT1″, “estamos hablando de millones”, avanzó. Eso sí, reconoció que las tensiones registradas en el sector financiero en los últimos días “no son triviales”.

También el Banco de Inglaterra emitió ayer un comunicado al respecto, recordando que en el orden de prelación en caso de insolvencia o quiebra, los accionistas son los últimos en cobrar. La institución recordaba que en la última operación que monitorizaron, la venta a HSBC de la filial británica del Silicon Valley Bank, antes de valorar los instrumentos de deuda se puso a cero el precio de las acciones.

Evitar viejos fantasmas

Tras la gran crisis financiera derivada de la quiebra de Lehman Brothers, en 2008, los reguladores impulsaron que los bancos constituyeran unos colchones anticrisis que, llegado el caso, sirivieran para asumir parte las pérdidas. Un colchón, denominado sistema de rescate interno (bail in, en la jerga), que la absorción de Credit Suisse ha puesto en jaque.

El mecanismo en caso de quiebra, llamado MREL, está diseñado para que accionistas y bonistas de la entidad se hagan cargo de su rescate y está compuesto de tres escalones.

El primero en ser ejecutado está formado por el capital, llamado CET 1, más las reservas derivadas de los beneficios de años anteriores. El segundo nivel está formado por el capital Aditional Tier 1 (AT1), bonos contingentemente convertibles (cocos). Es un tipo de deuda que se convierte en acciones si la ratio del capital de máxima calidad de los bancos cae de un determinado nivel. Tras ellos, se sitúa la tercera línea de fuego, formada por los bonos subordinados.

En la quiebra de Banco Popular –y su posterior absorción por parte de Banco Santander por un euro– allá por 2017, los accionistas y los tenedores de deuda, tanto AT1 como subordinada, vieron esfumarse sus inversiones.

Si bien, la entidad presidida por Ana Botín ofreció una compensación a los accionistas minoritarios de Popular que acudieron a su ampliación de 2016 o tuvieran bonos subordinados, llamada Bonos fidelización, que se trataba de unos bonos perpetuos.

A diferencia de lo sucedido en el caso de Popular, los accionistas de Credit Suisse no verán volatilizada su inversión.

Interrogantes futuros

La decisión adoptada por Suiza encarecerá, previsiblemente el coste de emisión de los bonos contingentes convertibles, puesto que implicarán a partir de ahora un mayor riesgo. Por el momento, las turbulencias del mercado financiero a ambos lados del Atlántico han cerrado las colocaciones de deuda, tanto financiera como corporativa. Algunas entidades, como Deutsche Bank y UBS han optado directamente por deshacerse de sus tenencias de cocos. Más allá, los expertos apuntan a las implicaciones que pueda tener en el endurecimiento de las condiciones globales de financiación. Una situación que, de producirse, elevan la probabilidad de una contracción de la actividad económica en ciertos países y una caída en los beneficios empresariales.

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